Melissa y su madre merecen respeto, no espectáculo

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El caso de Melissa, la niña de 7 años asesinada en la Campanera, ha vuelto a poner en evidencia la incapacidad de la Policía Nacional Civil de proteger a las niñas y mujeres de El Salvador.

Por el contrario, la Policía les ha fallado. Les falló en el caso de Hugo Osorio, el “asesino de Chalchuapa”, pues conocían de sus crímenes mucho antes de su captura en 2021, pero no hicieron nada. 

Les falló además en Mizata, cuando tardó en responder a una denuncia de violación de una menor perpetrada por un sargento de la Fuerza Armada. Y les falló en La Campanera, cuando actuó con indiferencia ante la denuncia de la madre. Y, nuevamente, fue hasta que el caso conmocionó a toda la sociedad que lanzaron un fuerte y mediático dispositivo. 

Este último caso también ha demostrado que la Policía Nacional Civil, denominada por su director Mauricio Arriaza Chicas como “los jueces de la calle”, puede actuar de manera irresponsable y tratar como criminales a las víctimas de la violencia que no deja de azotar al país. Como a la madre de Melissa, la menor asesinada. 

El martes 10 de octubre, poco después de haber encontrado el cadáver de su hija, la mujer fue detenida y acusada públicamente por el director de la Policía Nacional Civil de supuesto “descuido y desamparo”, un delito con pena de entre uno a tres años de prisión.

Dos días después, el jueves 12 de octubre, la Fiscalía General de la República rectificó y anunció que la madre de Melissa no será procesada y recibirá “acompañamiento y seguimiento por parte de sus especialistas”.

Es decir, ante las cámaras, en medio de su despliegue mediático y frente a su jefe, el ministro de Seguridad, Mauricio Arriaza Chicas revictimizó a una madre que apenas empezaba a procesar una irreparable pérdida.

En un país civilizado, el director de la Policía Nacional Civil debería, cuando menos, ofrecer una disculpa a una persona a la que acusó sin fundamento y que, en un momento traumático, expuso como criminal ante la sociedad entera.

Por este acto insensible e irresponsable, donde queda retratada la ineptitud para proteger a las familias y el desdén por el debido proceso, el director de la Policía también debería poner su cargo a disposición. Y si no lo hace, el presidente de la República debería destituirlo y enviar un mensaje claro: El Salvador protege a sus víctimas. No las criminaliza.

En un país civilizado, además, el Estado debería ofrecer no solo acompañamiento a la madre de Melissa, sino una reparación por su detención arbitraria y por la dolosa exhibición en momentos de duelo. Esto, sin embargo, no va a pasar.

Mauricio Arriaza Chicas seguirá desempeñando su cargo como si esto no hubiera sucedido. La Campanera seguirá cercada hasta que culmine el espectáculo y haya otro que robe la atención y la indignación de la sociedad.

Los jueces de la calle seguirán impartiendo justicia selectiva y criminalizando a personas que nada le deben a la justicia.

Y las niñas y mujeres de El Salvador seguirán desprotegidas por una Policía Nacional Civil indiferente, incapaz e irresponsable.

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