@revistafactum #EditorialFactum | 🔴 Guatemala resiste en las calles. Resiste en los medios de comunicación independientes. Resiste en el trabajo de profesionales que se niegan a vender a su país. Y esa acción, de tomarse pacíficamente el espacio público, es algo que resulta extraño en El Salvador, donde la ciudadanía observa, inerte, aletargada, cómo un vendedor de humo, que además preside el país, se niega a cumplir las leyes. 🔗Visitta el #editorial ♬ sonido original – Revista Factum
Guatemala resiste. No importa el nombre, apellido o partido político del gobernante, en los últimos años diversas mafias han saqueado a Guatemala y han tratado los recursos del Estado como su caja chica personal.
Pero eso pasa en todas partes, ¿no? Sí, incluso aquí. Y entonces, vale la pena preguntarse: ¿cuál es la novedad? Pues eso. Que Guatemala resiste.
Que en lugar de aplaudir los abusos de poder.
Que en lugar de conformarse con obras estéticas.
Que en lugar de dar por hecha la manipulación electoral y a los corruptos, Guatemala resiste.
Resiste el intento de tergiversar el resultado de las últimas elecciones.
El 20 de agosto, Bernardo Arévalo ganó la presidencia con amplia mayoría. Pero sus posturas anti corrupción hacen que gran parte de la política tradicional quiera evitar que asuma el poder.
Y esa resistencia no implica -o no debería implicar- un apoyo incondicional, y por tanto irracional, al nuevo gobernante. En Centroamérica ya deberíamos estar curados de los mesías y de quienes prometen soluciones fáciles para nuestras realidades complejas. Esa resistencia, que ahora clama por el respeto a las urnas, es la misma que en el futuro debería permitirle a la sociedad guatemalteca ser crítica ante el poder.
Guatemala resiste los abusos de una fiscal general que se ha prestado a las mafias y ha usado la justicia para fines políticos. Consuelo Porras y su empleado Rafael Curruchiche encabezan esfuerzos por impedir que el presidente electo asuma el poder, y amenazan con cárcel a sus copartidarios. Una fiscalía que también ha perseguido a periodistas, a activistas y a cualquiera que, en el pasado, se haya puesto en contra de la corrupción.
Guatemala resiste en las calles.
Resiste en los medios de comunicación independientes.
Resiste en el trabajo de profesionales que se niegan a vender a su país.
Y esa acción, de tomarse pacíficamente el espacio público, es algo que resulta extraño en El Salvador, donde la ciudadanía observa, inerte, aletargada, cómo un vendedor de humo, que además preside el país, se niega a cumplir las leyes. Esas leyes que habilitan a la sociedad salvadoreña a levantarse si alguien insiste en perpetuarse en el poder.
Guatemala resiste.
Y a pesar de años de saqueo y prácticas autoritarias, es por esta resistencia que su esperanza aún existe.
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