La oportunidad de oro
Recuerdo que aquel debate sobre las formas de gobierno se zanjó con una frase contundente que nos debería hacer reflexionar en los tiempos que se avecinan: “Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia”.
Recuerdo que aquel debate sobre las formas de gobierno se zanjó con una frase contundente que nos debería hacer reflexionar en los tiempos que se avecinan: “Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia”.
Las transiciones legislativas no solo han servido para aprobar privilegios que luego serán costeados por la sociedad salvadoreña, también han sido aprovechadas para intentar restringir derechos fundamentales de esta.
Reconociendo que el FMLN no será capaz de encabezar los procesos de transformación social que esperaba, al menos podría aspirar a ser un contrapeso momentáneo desde la oposición.
En 2020 y ante los gobernadores del BID, nuestro presidente dijo: “Si ustedes vivieran un día en El Salvador, créanme que quemarían a todos los políticos juntos”. Días después, ante nuevos policías, repitió sus ataques.
No podemos todavía contar el final del otro presidente. Todavía está a mediados de su periodo. Desgraciadamente, continúa los pasos de Trump. No aprende. Si seguimos así, el daño será mucho. El peligro es muy serio. No podemos continuar divididos.
La joven Amanda Gorman subió a la tarima presidencial, con mucha confianza, una gran sonrisa, bella, en su traje amarillo, con su pelo colocho en un moño con una cinta roja. Y embrujó a la audiencia. Desde Juan Luis Miranda hasta Lady Gaga quedaron admirados.
El gobierno de El Salvador utiliza el secreto y el uso de la fe. Desarrolla todo un repertorio de acciones propias de la «estrategia de las tabacaleras» y tiene como bastión principal de batalla la desinformación. Todo esto dentro de sus prácticas agnotológicas.
Varios son los intentos del presidente Bukele de revertir el orden democrático de nuestra República, como la toma del 9F, en la que trató de sustituir el orden democrático “por Dios”, pero el dios que se expresa a través de él.
Estas experiencias recientes de nuestro continente nos enseñan que no se deben ignorar las preocupaciones ciudadanas. En los ejemplos citados, no fueron los gobiernos los que cambiaron; fue la ciudadanía la que obligó al cambio. Eso es lo que falta en El Salvador.
Están surgiendo, cada vez con mayor fuerza, voces ciudadanas, individuos, funcionarios públicos e instituciones valientes que, a pesar de las amenazas, se organizan, exigen y, ojalá, luchen cada vez con mayor ahínco por sus derechos.
Sobreprometer y subentregar, mentir, confrontar, ignorar la crítica, no oír a los expertos son los peores errores que se pueden cometer en política. Menospreciar la sabiduría del pueblo, creer que se le puede engañar.
Nadie quiere ver fracasar al gobierno. A todas y todos nos interesa ver salir al país adelante de tantas crisis que nos toca afrontar. Pero debe hacerse respetando el marco institucional y normativo bajo el cual debemos actuar.
El líder debe ser fuerte pero no macho; debe asumir responsabilidad y no echar la culpa a otros. Ese constante apuntar el dedo a otros menos a él, enseñar odio y no solidaridad, no une, sino separa. Hostigar, intimidar, culpar, esos defectos disminuyen al líder.
Solo el tiempo me ha dado la razón. La indiferencia con la que como sociedad vimos a las pandillas nacer, crecer, desarrollarse, mutar y ser organizaciones criminales y un problema social ahora tiene sus consecuencias.
Observando a algunos líderes mundiales, piénsense en Donald Trump y sus declaraciones contradictorias un día sí y otro también en Twitter, o Putin, a Erdogan o Johnson, es obvio que algo ha cambiado en la política.