Esta no es la U

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Esta no es la U. Y sus estudiantes se parecen muy poco. 

La Universidad de El Salvador, la única universidad pública del país, atraviesa dos enormes crisis que la arrinconan a la irrelevancia pública. 

Con 183 años de existencia, y actualmente con 62 mil estudiantes activos, la universidad está en riesgo vital por falta de dinero. El gobierno central le adeuda 47 millones de dólares de los presupuestos de 2022, 2023 y 2024. 

La universidad ya debe 19 millones de dólares a proveedores, que la amenazan con cobros judiciales. Más de mil alumnos, con muy pocos recursos, están en riesgo de perder sus becas remuneradas para estudiar. La investigación científica, ya bastante maltratada e incomprendida, se asoma al abismo. 

A esa crisis económica se suma otra no menor, y que acaso sirve de explicación para el panorama desolador de la educación superior: la crisis de credibilidad de la Universidad de El Salvador. De tanto arrodillarse, a la U se le olvidó cómo levantar la cabeza. Y cuando lo ha intentado hacer, con el agua ya al cuello, se ha dado cuenta de que, quizá, sea muy tarde.

Poco importó que la promesa presidencial de darle más presupuesto a la universidad fuera otra mentira más. Poco importó que la universidad fuese usada como casa de campaña de Nuevas Ideas en las pasadas elecciones. Lo que hizo aparecer la dignidad, como suele suceder, fue darse cuenta de que se había quedado sin nada. 

En una reciente entrevista televisiva, el rector de la universidad, Juan Rosa Quintanilla, dijo: “No estamos en contra del gobierno, estamos a favor de las grandes mayorías”. 

Es difícil creer que se puede estar a favor de las mayorías, de 62 mil personas, por ejemplo, cuando se es incapaz de exigir -no pedir- lo que corresponde. Es difícil de creer, además, cuando también ha sido incapaz de defender la única vía posible: la de la legalidad. 

Esta U parece dormida, no parece la U. Y no solo sus autoridades; su comunidad en general está anestesiada o con miedo. Docentes que huyen de hablar, analizar o asesorar temas políticos por temor al régimen de excepción. Estudiantes que tienen que cubrirse el rostro para pedir tímidamente que le devuelvan a la U algo que debería ser orgullo pero que ahora es un vago recuerdo: su autonomía. 

Un virus, el del miedo, que por desgracia ha contagiado a otras universidades, a las privadas. Centros de pensamiento que han decidido moderar sus posturas, callar voluntariamente sus voces, esconderse, ignorando que en este momento, donde abiertamente se ha decidido romper todas las reglas posibles, es cuando más se necesita a estudiantes irreverentes y dispuestos a cuestionar el status quo. Cuando más urge pensar. 

Hacia la libertad por la cultura, dice la U en su lema. La cultura es todo lo que nos permite tener un pensamiento crítico, para rechazar lo podrido y abrazar la verdad. 

Cultura para ser libres. 

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