Viva la Vida [más Luis que Napoleón]

El 12 de junio de 2008, la banda de pop rock inglesa Coldplay lanzó su cuarto álbum: “Viva la Vida”.

La portada del disco es La Libertad Guiando al Pueblo, ese cuadro de Delacroix en el que, sobre una pila de cadáveres de soldados, la Libertad, con sus tetas al aire, el gorro frigio, la bandera en su derecha y un fusil en la izquierda, encabeza un variopinto y furioso pueblo. Es la Revolución Francesa.

¿Por qué Coldplay escogió La Libertad para ilustrar su álbum? Porque la canción del disco que también se titula así trata sobre un episodio de esa revolución. “Viva la Vida“, no la canta Chris Martin (de Coldplay), sino Luis XVI.

Estamos en enero de 1793. La Revolución inició tres años y medio atrás. Su propósito no era volar cabezas regias, pero con las revoluciones se sabe dónde comienzan pero no dónde terminan. Con 387 votos en contra y 721 a favor, la Asamblea Nacional decide la suerte del rey.

Al día siguiente, el Borbón cruza una calle de París entre una masa desdentada y furiosa. Sube a la tarima y ve la guillotina con sus fauces abiertas que espera por su cabeza. No eran los ingleses, sus enemigos habituales, quienes sellaban su destino trágico; era su mismo y leal pueblo francés.

Terminaba su inútil reinado desperdiciado en fiestas, luces y concursos de belleza en los salones de Versalles. Ahí, sobre esa tarima de madera, es cuando el monarca murmura los trágicos versos que Chris Martin canta concierto tras concierto:

I used to rule the world.

Seas would rise when I gave the word.

Now in the morning, I sleep alone, sweep the streets I used to own.

I used to roll the dice.

Feel the fear in my enemy’s eyes.
Listened as the crowd would sing:

“Now the old king is dead, long live the king”

Solía gobernar el mundo.

Los mares se alzaban cuando yo lo ordenaba.

Ahora en la mañana, duermo solo. Barro las calles que solía poseer.

Solía tirar los dados.

Sentía el miedo en los ojos de mi enemigo. Escuchaba cómo la gente cantaba:

“Ahora que el viejo rey ha muerto, ¡larga vida al rey!”

 

Tras recordar el poder absoluto que tuvo, el rey (a través de la boca de Martin) pasa a considerar lo efímero que aquello fue:

One minute I held the key,
next the walls were closed on me. 

And I discovered that my castles stand upon pillars of salt and pillars of sand.

Por un minuto yo tenía la llave; al siguiente, las paredes estaban cerradas ante mí.

Y descubrí que mis castillos estaban construidos sobre pilares de sal y de arena.

 

¡Triste destino, Luis! ¡Muy tarde te enteraste, Borbón! 

Hoy, en tiempos modernos, Coldplay, jugando un papel de medium, te invoca hasta el infierno para que hablés ante una masa de sigloveintiuneros que se reúnen en un estadio para disfrutar de la buena música, no para escuchar tus lloriqueos inútiles. Mientras todos alegres repiten tus palabras, vos les decís sin que nadie te escuche:

Revolutionaries wait for my head on a silver plate.

Just a puppet on a lonely string.

Oh who would ever want to be king?

Los revolucionarios esperan mi cabeza en una bandeja de plata.

Solo una marioneta en una cuerda solitaria.

¡Oh! ¿Quién podría querer ser rey?

 

“Viva la Vida”, de Coldplay, es una obra de arte. Y el mensaje que a través de ella envía Luis XVI es demoledor. Pero, ¿quién escucha a los muertos?

***

El 3 de febrero de 2019, el señor Bukele ganó la presidencia de El Salvador. Esa noche celebró el triunfo en la Plaza Morazán. El lugar estaba abarrotado. La producción de la celebración era impecable. Las luces, la tarima, el sonido, todo era propio del culto de un televangelista profesional (que lo es) o del concierto de un gran artista (que no).

Finalmente, entró a la plaza el señor que ese día había ganado las elecciones. Era el clímax de la noche. Las masas gritaban de emoción. Ahí, en ese momento, fue cuando sonó “Viva la Vida”.

El tipo que escogió la canción de esa noche, sin duda, tenía un agudo y profético sentido del humor.

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