¿Y ahora qué?
Si las grandes mayorías continúan apoyando esta dictadura, la comunidad internacional hará caso omiso a cualquier iniciativa de catalogar a El Salvador como un régimen dictatorial.
Si las grandes mayorías continúan apoyando esta dictadura, la comunidad internacional hará caso omiso a cualquier iniciativa de catalogar a El Salvador como un régimen dictatorial.
A un mes de una reelección inconstitucional, todos, absolutamente todos, hemos contribuido a la consolidación de la dictadura.
La oposición política salvadoreña se encuentra extraviada en un tablero de ajedrez que más parece un laberinto. ¿En realidad era una opción viable participar en estas elecciones?
No cabe duda, pues, que el vicepresidente Félix Ulloa quiere verle la cara al pueblo salvadoreño. Increíble de alguien que una vez fue abanderado de las causas justas y que ahora se ha quedado en su triste rol de abogado del diablo.
Si de verdad le interesara la cultura a este Gobierno, en lugar de permitir que los libreros vendan sus libros como papel reciclable, deberían comprarles aquellos libros que vale la pena tener en una Biblioteca Nacional. Pero no veremos ese gesto.
Las muertes en prisiones, más de 120, los malos tratos y torturas solo significan que El Salvador es ya un Estado violador de derechos humanos.
El Salvador corre el peligro de que un caudillo se perpetúe en la Presidencia de la República. Por ello, 2023 es crucial para la moribunda democracia.
La reelección presidencial avalada por la Sala de lo Constitucional impuesta es un acto político, un adefesio jurídico y representa la continuidad de una dictadura.
Roque no se revuelca en su tumba porque no la tiene, pero seguiría siendo indócil al saber que el principio del esclarecimiento de su asesinato proviene de los menos fascistas de entre los fascistas.
Muy dudosamente se pueda erradicar en treinta días un cáncer cuya metástasis se ha expandido por décadas, pero será de esperar los resultados reales de estos esfuerzos improvisados.
La falaz narrativa de que los partidos tradicionales Arena y FMLN son lo mismo y que nada bueno puede surgir de las cenizas de ellos ha calado profundamente en la sociedad civil.
Es contradictorio que bajo el afán de “modernizar” el edificio que albergará la Biblioteca Nacional se destruya el patrimonio cultural debidamente protegido.