El día después de mañana

No podemos predecir el futuro, pero sí jugar a proyectar un escenario probable sobre las realidades de hoy.

¿Qué tenemos hoy?

• Un órgano de facto que autorizó la reelección presidencial, aun cuando la Constitución lo prohíbe.

• Un presidente que anunció que buscará la reelección presidencial en 2024, aun cuando la Constitución lo prohíbe.

• Un anteproyecto de reforma constitucional que prevé un procedimiento exprés para reformar la Constitución. Ya no se reformaría en dos legislaturas, sino que en una sola.

• Una ausencia absoluta de separación y control entre los distintos órganos del Estado.

• Una comunidad internacional indiferente.

Sobre esos hechos, ¿qué podría ocurrir mañana?

• Unas elecciones opacas y sin controles efectivos.

• Un abril de 2024 en que la actual legislatura aprueba un acuerdo de reforma constitucional.

• Un mayo de 2024 en que la nueva legislatura ratifica la reforma constitucional.

• Un junio de 2024 con un presidente iniciando ilegítimamente un segundo mandato.

• Un último semestre de 2024 en que, mediante el nuevo procedimiento exprés, se autoriza una nueva reforma constitucional tan amplia, que se tratará en realidad de una nueva constitución (en esta, por supuesto, se permitirá la reelección presidencial indefinida).

• Una comunidad internacional reaccionando too little, too late, como en Nicaragua.

Si todo eso ocurre mañana, no tengo idea sobre cómo regresará la democracia a El Salvador.

Pero regresará.

Supongo que ese mismo desconcierto tenían algunos salvadoreños en los años treinta, cuando vivían la dictadura de Martínez. La historia fue presentando las piezas que llevaron a que el martinato, que se pensaba eterno, durara apenas doce años.

Uno de los problemas de las dictaduras es que, siendo por naturaleza ilegítimas, a su paso van dejando ilegítimas constituciones y leyes e ilegítimos funcionarios sentados en las distintas sillas. Para los abogados es un nudo gordiano que, cuando llega la democracia, parece imposible de desenredar.

Cuando Alejandro Magno llegó a Frigia, le presentaron la madeja de cuerdas que tenía los cabos escondidos adentro. Solo el que desatara el nudo gordiano podría dominar a los persas. “Hold my beer”, o algo así, habrá dicho el joven macedonio. Sacó su espada y partió el nudo en dos. Pues el nudo gordiano de constituciones, leyes y funcionarios ilegítimos que nuestros bisabuelos enfrentaron cuando cayó la dictadura de Martínez lo resolvieron a la manera de Alejandro.

Vamos hasta 1944, el año en que cayó Martínez. Tal vez en el ayer encontramos las soluciones que necesitaremos el día después de mañana, cuando regrese la democracia.

Cuando Hernández Martínez huyó hacia Guatemala (porque esos hombres fuertes siempre huyen) había que recomponer el desastre institucional que dejó. Los órganos Legislativo, Ejecutivo y Judicial emitieron un decreto conjunto. Se le llamó el Decreto de los Tres Poderes. Ahí derogaron la constitución de Martínez (aprobada en 1939), se reconoció la vigencia de la legítima Constitución de 1886 y se convocó a elecciones para elegir a un presidente legítimo y una nueva asamblea, que sería a su vez legislativa y constituyente.

Esa asamblea tomó una sabia decisión. Se alejó de la tentación martinista de refundar el país y aprobar una nueva constitución. En su lugar, tal como se hizo en el Decreto de los Tres Poderes, la asamblea reconoció la validez de la legítima Constitución de 1886.

En el Decreto No. 251 del 29 de noviembre de 1945, la Asamblea Constituyente ordenó: “Tiénese como Constitución Política de la República, la decretada el 13 de agosto de 1886, con las siguientes enmiendas (…)”.

Fue una pena cuando años después volvimos a perder el rumbo. Vinieron los golpes y dictaduras militares, y con ellos sus propias constituciones. Ahí terminó el valioso legado constitucional de 1886.

Hoy tenemos una legítima Constitución, la de 1983. Y parece probable que mañana, nuevos Martínez de ocasión intenten mancillarla invocando la refundación y otras vanas grandilocuencias. Todo eso ya lo vivió El Salvador. Ya sabemos cómo termina.

El día después de mañana, cuando vuelva la democracia, podremos encontrar soluciones en lo que hicieron nuestros bisabuelos para reencauzar el orden constitucional. El Decreto de los Tres Poderes y el Decreto Constituyente No. 251 son valiosos legados. Se regresó al rumbo democrático con razón, paz y Derecho.

La Constitución de 1983 prevalecerá. Y así como hoy aprendemos de nuestros bisabuelos, ojalá que nuestros hijos y descendientes un día encuentren respuestas en las decisiones que hoy, mañana y el día después de mañana tomemos ante las circunstancias que nos tocó vivir.


*Daniel Olmedo es abogado salvadoreño. Máster en Derechos Fundamentales por la Universidad Carlos III de Madrid. Ha trabajado en gremiales empresariales, firmas de abogados y en la Sala de lo Constitucional. Fue profesor de Derecho Constitucional, Derecho Administrativo y Derecho de Competencia. Ha sido directivo del Centro de Estudios Jurídicos y del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional-Sección El Salvador. Escribió el capítulo La Constitución Económica en la obra conjunta Teoría de la Constitución, editada por la Corte Suprema de Justicia.

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