Bukele abandera la guerra y esconde el hundimiento económico

El aniversario del tercer año de gobierno del presidente Nayib Bukele coincidió con su nueva guerra contra las pandillas que estalló tras su fracaso en la negociación con estos grupos criminales. El presidente centró su discurso de tercer aniversario en el tema de la seguridad pública, pero omitió otros como la economía o los temas sociales.

Foto FACTUM/Gerson Nájera


Guerra. Batalla. Combate. Lucha. Esas fueron las palabras que aparecieron más de 20 veces en el discurso de tercer año de gobierno del presidente Nayib Bukele en la Asamblea Legislativa. A estas le siguieron en cantidad de repetición pandillas, salvadoreños,  país y El Salvador. La apuesta del presidente fue clara: un discurso guerrerista y nacionalista como alfombra, que le permitió esconder debajo los grandes temas pendientes de país: economía, desempleo, servicios básicos, educación y pensiones. Tampoco tocó temas bandera del gobierno, como el bitcóin. 

Este 1 de junio, apenas horas antes del discurso de Bukele en la Asamblea, la casa calificadora S&P Global Ratings rebajó su nota para El Salvador de B- a CCC+, por problemas de solvencia para cumplir con una deuda que oscila entre el 80 y el 90 por ciento del producto interno bruto y por la falta de un plan concreto en economía. A principios de mayo, Moody’s, otra calificadora, también redujo la nota de El Salvador, por el mismo riesgo de impago de la deuda.  En otras palabras, el país ya cayó en una clasificación considerada “basura”, que le obliga a pagar tasas de interés más altas con sus acreedores.  Bukele excluyó este problema económico de su discurso de aniversario.

Tampoco habló del retraso en la venta de los bonos volcán, que aportaría mil millones de dólares a la economía nacional y sería la base para fundar su Ciudad Bitcoin en La Unión. Si bien mencionó el proyecto como una meta, no mencionó los problemas para vender los bonos por la ausencia de inversores dispuestos a adquirirlos.

Bukele también prefirió no hablar del problema de las pensiones. El pasado 1 de mayo, el presidente incluyó a los sindicatos de trabajadores afines a su gobierno para encontrar una reforma consensuada del sistema de pensiones, en la que podría aumentar la edad para la jubilación o se podría incrementar la cuota que pagan los cotizantes para solventar las pensiones actuales.

Llegar a tres años de gobierno implica cierto desgaste para cualquier proyecto político. En especial si su estrategia comunicacional es el conflicto permanente. El discurso violento del presidente Nayib Bukele en su tercer año de gobierno fue minado por los temas ausentes -por incómodos- y la ceremonia, por los funcionarios ausentes. 

Por segundo año consecutivo, Nayib Bukele suena el bong  para que dé inicio la sesión plenaria extraordinaria en la que dio su discurso por su tercer año de gobierno. Tocar el bong es un privilegio exclusivo del presidente de la Asamblea. Foto FACTUM / Gerson Nájera

Como ocurrió un año antes, la Asamblea Legislativa cedió de nuevo todo al Ejecutivo: instalaciones, logística, ornamentación, etcétera. Incluso, fue Bukele quien dio el golpe al gong para abrir la sesión plenaria, un atributo exclusivo del presidente del poder legislativo. La coordinación institucional mejoró, en todo caso. La ceremonia arrancó a las 8 de la noche en punto, como había sido anunciado. 

Poco antes de empezar, entraron algunos diputados de oposición: Claudia Ortiz, de Vamos; Anabel Belloso, Dina Argueta y Marleni Funes, del FMLN; y Johnny Wright, de Nuestro Tiempo. Detrás de las curules, estaban las sillas para invitados: ministros, secretarios, comunidad internacional –atacada durante el discurso–, representación de iglesias y otros.

La comunidad internacional fue un blanco para los dardos de Bukele. Al igual que los diputados de oposición. A ellos les achacó los problemas de seguridad. Incluso, acusó a organizaciones no gubernamentales y a medios de comunicación de desear un “derramamiento de sangre” en el país, por señalar deficiencias, arbitrariedades y violaciones a los derechos humanos en sus políticas de seguridad pública. Sin embargo, del lado de su gobierno, el presidente demostró que mantiene vigentes a funcionarios señalados de corrupción.

Entre los primeros representantes del gobierno en llegar al discurso en el Salón Azul estuvo Carolina Recinos, comisionada presidencial para Operaciones y Gabinete de Gobierno y señalada por Estados Unidos de participar en “significativos actos de corrupción”. También el ministro de Gobernación, Juan Carlos Bidegain Hananía, quien es prófugo de la justicia guatemalteca por un proceso que enfrenta por maltrato a una de sus hijas. En contraste, el peso de la ausencia del director de Reconstrucción del Tejido Social, Carlos Marroquín, conocido como “Slipt”, señalado en una investigación de El Faro como el intermediario entre las pandillas y el gobierno.

Carolina Recinos, comisionada presidencial, conversa con Ernesto Sanabria, secretario de prensa de la Presidencia. Foto FACTUM / Gerson Nájera

Minutos antes de las 8 de la noche, entraron en grupo los diputados de Nuevas Ideas, sin la compañía de los legisladores de sus partidos aliados: PDC, PCN y GANA. Fueron recibidos con aplausos que menguaron rápido. Y a diferencia del año pasado, cuando cada nombre de los diputados de Nuevas Ideas era aplaudido por los asistentes, esta vez solo un par recibió ovación cuando fueron nombrados: Ernesto Castro y Elisa Rosales. También hubo una ausencia notable: la del diputado Guillermo Gallegos, tercer vicepresidente de la junta directiva de la Asamblea y jefe de fracción de GANA, el partido con el que Bukele llegó a la presidencia en 2019.

Con los diputados presentes, el protocolo de inicio de la sesión plenaria fue puesto en marcha. Minutos después hubo un silencio prolongado que cesó cuando apareció Bukele, recibido entre aplausos de casi todos los asistentes, salvo por un par de magistrados, entre ellos Óscar Alberto López Jerez, y la representación diplomática. Después de los saludos, fue Bukele quien abrió la sesión solemne tras golpear el gong legislativo. 

Nayib Bukele, durante su discurso a la nación por su tercer año de gobierno. El presidente de la Corte Suprema no se puso de pie como el resto del público. Foto FACTUM / Gerson Nájera

Un tercer aniversario sin épica ni bitcóin

Bukele se plantó detrás del pódium con la confianza que le han dado tres años como mandatario. Su discurso, aunque guerrerista, estuvo carente de fuerza. Pocos momentos encendieron a su audiencia, que estaba programada casi en automático para aplaudir en cualquier pausa o ataque a la oposición. En ese discurso de guerra contra las pandillas no aparecieron los temas incómodos para el gobierno.

De hecho, pese a hablar del combate a las pandillas, el presidente pasó por alto la negociación con estos grupos criminales que su gobierno mantuvo desde 2019 hasta marzo pasado, cuando el pacto se fracturó y eso dio lugar a una acción de respuesta de las pandillas que derivó en más de ochenta asesinatos en un solo día.  La “guerra” -como su maquinaria de propaganda la ha llamado- de la que el mandatario hizo alarde en su tercer aniversario de gobierno en realidad es una nueva política que inició a partir de la ruptura de sus entendimientos con pandilleros.

Pero Bukele vendió como logros la cobertura que el gobierno dio a la pandemia de Covid-19, pese a que desde el Ministerio de Salud se cerraron todos los canales de información pública para conocer los gastos públicos que esa cartera hizo para atender la emergencia.

“¡Reelección, reelección!”, gritaban unas personas que se identificaron como representantes de comunidades y que asistieron a la sesión plenaria solemne de la Asamblea. Detrás de estas personas que coreaban consignas cuando percibían la atención de las cámaras de los periodistas presentes estaban un par de hombres con camisas blancas coordinando cómo debía funcionar la barra, también una pila de paquetes de sodas y otra de galletas. 

En el discurso de los tres años de gobierno de Bukele, miembros del partido Nuevas Ideas sostienen una pancarta que pide su reelección para 2024. Foto FACTUM / Gerson Nájera

Bukele, en su retórica, dijo que quienes lo consideran un dictador son personas que no simpatizan con la democracia. “Dicen que aquí hay una dictadura. Es liderazgo. Hay valentía y firmeza y visión para hacer lo que el pueblo salvadoreño necesita en lugar de quedarse dormido en las reuniones. Eso no se llama dictadura, se llama liderazgo, y democrático (…). Los que dicen lo contrario simplemente no les gusta la democracia”, dijo Bukele.

De hecho, el mandatario dijo que la destitución de los magistrados de la Sala de lo Constitucional y del fiscal general el 1 de mayo de 2021, por parte de la Asamblea Legislativa que él controla, fue un acto “valiente”.

El presidente insistió en su discurso que está “a punto” de ganar la guerra que declaró a las pandillas. No se alejó del margen del tema de la seguridad, que le ha traído ganancias políticas: entre el 75 y el 80 por ciento de los salvadoreños apoya el régimen de excepción que ejecuta en su nueva guerra antipandillas, según encuestas de la UCA y de LPG Datos. 

Las palabras bélicas predominaron en el discurso de Bukele, según una clasificación hecha de estas en nubedepalabras.es

El gobernante fue cuidadoso de no llevar su discurso a temas en que su gobierno tiene deudas, por lo que su rendición de cuentas se basó en “logros”, incluso en los que no existen, como el nuevo hospital Rosales, un nuevo estadio de fútbol y la única mención de su Ciudad Bitcoin.

Tuvo cuidado de no mencionar las detenciones arbitrarias que han hecho policías y militares contra personas que no tienen vinculación con pandillas ni antecedentes criminales.

Bukele, eso sí, usó su discurso para pintar a los medios de comunicación independientes y a las organizaciones de derechos humanos como “enemigos” y aseguró que estas instituciones tienen la misión de desbaratar su plan democrático.

A excepción de datos como 120,000 salvadoreños asesinados por pandillas en 30 años desde 1992, que fue mal utilizado pues el número total de homicidios en ese período no es atribuible exclusivamente a las pandillas, el discurso de Bukele no presentó datos que permitieran corroborar la veracidad de la versión presidencial y se enfocó en hacer referencias a una “guerra contra las pandillas”, al  “pueblo”, a la “democracia” y a “Dios”. 

Mario Durán, alcalde de San Salvador posa junto a Conan Castro, secretario jurídico de la Presidencia. Foto FACTUM / Gerson Nájera

Tras el cierre de la ceremonia, los invitados aprovecharon para hacer lobby. Algunos, aunque instalados en lugares estratégicos como la salida, no recibieron mayor atención, como el diputado Carlos Hermann Bruch o el alcalde capitalino, Mario Durán. Otros, en cambio, salieron a la caza de conversaciones, como la embajadora de El Salvador en Estados Unidos, Milena Mayorga, aunque en pocas interacciones tuvo éxito. Mientras que el ministro de Justicia y Seguridad Pública, Gustavo Villatoro, era saludado por todos. Afuera del Palacio Legislativo, la prensa estuvo aislada por el protocolo de Casa Presidencial y el Estado Mayor Presidencial, que no permitieron que los periodistas se acercaran a los funcionarios del Ejecutivo ni a los diputados, una conducta que el gobierno ha mantenido con la prensa en estos tres años.

 

¿TE HA GUSTADO EL ARTÍCULO?

Suscríbete al boletín y recibe cada semana los contenidos en tu email.