Al dictador le sobraron las elecciones

 

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Los símbolos importan. Y por eso, cuando Nayib Bukele se asomó al balcón del Palacio Nacional, para que lo proclamaran como un rey bananero cuando no había ningún dato oficial que lo avalara, quedó claro que otra dictadura había comenzado en El Salvador. 

Fue muy significativo que fuera él, y no el Tribunal Supremo Electoral, el que proclamara su victoria dos horas después del cierre de las urnas y cuando las actas del conteo preliminar para las presidenciales aún eran escasas y no se hubiera procesado una sola acta de las votaciones legislativas. 

Al tribunal le tocó agachar la cabeza y guardar un nuevo silencio cobarde y cómplice, un papel indigno que ha cumplido a la perfección a lo largo de toda la campaña. El grado de incompetencia y servilismo fue tal que la presidenta del TSE se atrevió a decir durante la noche del 4 de febrero, cuando las irregularidades en el conteo ya habían estallado, que las elecciones habían sido un éxito. 

El camino hacia la dictadura comenzó hace años, muy evidente desde mayo de 2021, cuando fueron enterradas la independencia judicial y la separación de poderes, pero su consagración llegó este 4 de febrero de 2024. Y no precisamente por los posibles resultados electorales; fue por la matonería de un político que se coronó a sí mismo saltándose todas las reglas posibles. 

Durante la jornada electoral, Bukele se encargó de hacer notorio su desprecio por lo correcto. Violó el silencio electoral usando recursos públicos; promovió la divulgación de una encuesta boca de urna, pese a que las leyes las prohíben; le dio órdenes al TSE amenazando con cárcel si no eran cumplidas; y se proclamó vencedor con la certeza de que, en las dictaduras, los caprichos se transforman en edictos. 

Bukele tenía los datos y le sobraban las elecciones. Poco importará el reclamo de la oposición, la opinión del TSE o el lamento inútil en el futuro de la comunidad internacional. Los resultados son los que proclamó el dictador y lo único previsible es que habrá consecuencias para aquellos que no cumplan sus deseos. 

Para eso controla desde hace años a los jueces, al fiscal y las armas del ejército y la policía. Para eso tenemos un régimen que se renueva religiosamente cada mes. 

Por eso la celebración en el balcón del palacio fue una larga amenaza. Una cuidada declaración de intenciones. Una amenaza para las instituciones; para los organismos que supuestamente deben ser contrapeso; para la prensa que lo muestra como un corrupto y criminal; y para cualquiera que, incluso si le aplaude hoy, sepa que la única voz posible es la que sale del balcón del palacio. Un dictador se proclamó. Avisados estamos.


Foto FACTUM/Natalia Alberto

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