La ideología del oportunista

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Hace unos años, cuando aún defendía los colores del FMLN y no tenía una imagen tan producida, Nayib Bukele proclamaba en televisión que era de izquierda. Era su forma de explicar que abrazaba un grupo específico de ideas -políticas, económicas, sociales y culturales- para entender el mundo. Esa era su ideología. 

En marzo de 2020, y ya en la presidencia, Bukele concedió una entrevista donde ya se presentaba como un personaje diferente. Un político que no era de izquierda ni de derecha, según le comentó al cantante Residente. Tampoco fue una sorpresa: bastaba tener una pizca de memoria para saber que el vacío del producto Bukele puede ser llenado con lo más conveniente, como un florero cuando las flores se marchitan. 

En el pasado, cuando quería ser alcalde de Nuevo Cuscatlán, Bukele presentó su personaje más conciliador, progresista, algo que hubiera escupido el lobby conservador que ahora lo alaba. Entonces se reunió con colectivos LGTBIQ+, les hizo promesas y hasta se presentó como un aliado. 

Nayib Bukele sostiene una bandera LGBTIQ+ junto a miembros de la Asociación Generación de Hombres Trans de El Salvador.

Ese supuesto apoyo incluso se mantuvo en 2020, cuando ya era presidente, con el matiz de que entonces aún no era necesario venderse como un Trump de bajo presupuesto. Y entonces dijo que todos éramos iguales y, de nuevo, volvió a abrazar la bandera de la diversidad. Porque todavía, políticamente, le era conveniente hacerlo.

La temporada 2023-2024 de Bukele lo muestra como la naciente estrella del conservadurismo más radical. Pero eso reduciría el empeño que ha puesto en convertirse en un producto exitoso a como dé lugar, y obviaría los millones del erario público derrochados para tal fin. 

A diferencia de Trump, cuya intolerancia e irracionalidad han sido consistentes en el tiempo, Bukele ha demostrado que su única ideología es la de ser un aprovechado. Que ayer se haya mostrado como aliado de la diversidad, como luchador contra la corrupción, como alérgico a perpetuarse en el poder son máscaras que ha podido intercambiar para que el aplauso se mantenga. 

La de hoy es la máscara de un conservador de manual, alejado de todo lo que antes supuestamente creía. Pero es eso, una máscara, que durará hasta que mañana sea momento de proclamar que la tierra es plana y que este calor es lo más normal del mundo. 

El problema es que esta volatilidad intencionada tiene consecuencias prácticas. Lo saben los miles de inocentes detenidos injustamente cuando Bukele decidió cortar los tratos con sus protegidos, las pandillas, para ponerse la máscara de tipo duro y lanzar el régimen de control. 

Lo sabe también ahora la población LGTBIQ+, que ha visto que instituciones públicas han comenzado a retirar manuales sobre salud pública y formularios que les permiten identificarse plenamente. 

El apellido Bukele ya era sinónimo de corrupción. Ahora, con tanto personaje, también lo será del pancismo. O en otras palabras: de esa tendencia a acomodar las acciones a lo más conveniente y sin riesgo para provecho… de los Bukele.

Los derechos son irrenunciables. O lo eran hasta que el pancista decida que no lo son. Hasta que toque tu turno.


Foto FACTUM/Gerson Nájera

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