Desde el 1 de junio de 2019, el gobierno de Nayib Bukele adoptó una política contra el periodismo: silencio. En el desarrollo de esa política, al silencio se le sumó el descrédito y los ataques. Así, entre más revelaciones de corrupción que ha hecho la prensa sobre Bukele y su gobierno, la maquinaria de propaganda del presidente se activa para atacar a los periodistas. Mientras guarda un silencio creciente y un acceso a la información pública, prácticamente, nulo.
El Salvador llegó a su tercer año de tener un gobierno conflictuado con la transparencia y con la rendición de cuentas. Los índices de corrupción de organizaciones internacionales reflejan el deterioro democrático salvadoreño. El último informe de Transparencia Internacional recoge que los salvadoreños dan solo 34 puntos de 100 en transparencia, lo que significa que los índices de corrupción son altos.
La falta de transparencia y la corrupción se reflejan también en la falta de rendición de cuentas, en el silencio que Bukele y su gobierno guardan cuando la prensa los busca para entrevistarlos, para cuestionarlos sobre casos de corrupción descubiertos. En tres años, Bukele no ha concedido entrevistas en que los periodistas puedan cuestionar sus decisiones.
Revista Factum, desde antes que fuera presidente, ha buscado a Bukele para poder tener una entrevista. Las preguntas, a medida que pasa el tiempo, se acumulan. Ni el presidente ni ningún otro funcionario de gobierno ha accedido a darnos una entrevista. Y ante ese escenario, ejercitamos la la capacidad de resumir y encontramos unas pocas preguntas de muchas que merecen una respuesta. Porque desde el periodismo es nuestra obligación preguntar y desde el poder político es su obligación responder.
Opina