Seis años de destrucción
Una cosa es el justo desmantelamiento de las pandillas y otra muy distinta es el precio que El Salvador ha pagado por detener este flagelo.
Una cosa es el justo desmantelamiento de las pandillas y otra muy distinta es el precio que El Salvador ha pagado por detener este flagelo.
La historia juzgará a los dictadores. Pero también recordará a los que confían que El Salvador olvidará el papel cómplice que el silencio y la indiferencia jugaron para mantener las injusticias. También recordará a los tibios.
Ortega, el infame dictador de Nicaragua, también empezó así: impuestos, registros, bloqueos financieros y una ley de agentes extranjeros que ahora replica El Salvador. Bukele no solo va por el mismo camino. Bukele va más rápido.
Lo terrible no son solo las arbitrariedades. O que muchos mueran por ellas. Lo terrible es que la consolidación del autoritarismo traerá más penurias y muerte a este sufrido pueblo. Detener a personas honradas pero liberar a asesinos. Esa es la justicia hoy.
En menos de una semana El Salvador vio los arrestos de empresarios del transporte después de una orden presidencial, y el fallecimiento de uno de ellos; la represión de una protesta pacífica y el uso de esta para tasar impositivamente a las oenegés.
Si el primer gobierno prometió una lucha contra la corrupción, que fue mentira; el segundo es más burdo y sin temor a esconder su cinismo: necesita a una población dormida, que no se queje, y que asienta, sin pensar, las palabras de su pastor.
Primer discurso completo de Nayib Bukele como presidente de facto. Pronunciado en el balcón del Palacio Nacional de El Salvador, en el centro histórico capitalino, la mañana del 1 de junio de 2024.
Claudia Palacios, periodista de Focos, y Nelson Rauda, de El Faro, conversan en este episodio con la jefa de redacción de Factum, Jessica Ávalos, sobre el inicio del Gobierno inconstitucional de Nayib Bukele, sobre cómo debería nombrarlo la prensa.
A un mes de una reelección inconstitucional, todos, absolutamente todos, hemos contribuido a la consolidación de la dictadura.
Los Ortega-Murillo atacan al periodismo porque se ha erigido como herramienta para los ciudadanos, en medio de un contexto electoral con una oposición extraviada.