Nayib Armando Ortega

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La detención de la abogada Ruth Eleonora López marca un punto de no retorno. No porque antes viviéramos en democracia, sino porque esta dictadura finalmente decidió mostrar el rostro que tanto quiso ocultar al mundo.

Ruth no es cualquier abogada. Es una defensora de derechos humanos que durante años ha luchado por la legalidad, la justicia, la dignidad y contra la corrupción. Su captura, a falta de pruebas contundentes de parte de un régimen entregado a la mentira y con una Fiscalía lo de juguete, parece no responder a ningún proceso judicial legítimo.

Es la lógica de una dictadura que necesita escarmentar a quienes se atreven a pensar en voz alta.

Esa es la misma lógica que persiguió estudiantes en Nicaragua, periodistas en Venezuela, sacerdotes en Cuba. Es la lógica de los tiranos.

Esta misma semana, la Asamblea Legislativa —esa oficina notarial de Bukele— aprobó la Ley de Agentes Extranjeros. La recordarán porque la mencionamos hace poco, cuando aún era amenaza.

Ahora ya es castigo. Ahora ya es herramienta. Ahora ya es mordaza.

El nuevo impuesto del 30% a las donaciones que reciben organizaciones sociales, medios independientes o cualquier persona natural o jurídica es, en esencia, una forma de extorsión legalizada. La simbiosis con las pandillas es tal que el régimen hasta repite sus prácticas criminales.

La medida no busca transparencia, ni equidad, ni orden. Busca miedo. Y, sobre todo, silencio. Además, tampoco hay garantías del uso que se les dará a esos fondos, si es que realmente lo hacen. Con seguridad podemos decir, en cualquier caso, que sí servirá como artimaña publicitaria: dar la falsa impresión de que es una ingeniosa estrategia de recaudación y de castigo.

Dos cosas con las que Bukele se congracia con sus fieles: la ilusión de generar y la venganza.

La nueva ley comprueba el fracaso de la comunidad internacional ante Bukele. Sentados en sus despachos, o tomándose fotos con funcionarios que ayudan a delincuentes, los embajadores ahora contemplan lo que su silenció ayudó.

Hoy las reglas son claras: si ayudás, pagás. Si criticás, caés. Si callás, sobrevivís… un rato. Porque cuando el poder se desborda, ya no necesita razones para destruir. Solo escoge a su próxima víctima.

Ortega, el infame dictador de Nicaragua, también empezó así: impuestos, registros, bloqueos financieros y una ley de agentes extranjeros que ahora replica El Salvador. Hoy expulsa monjas, quema universidades y encarcela sacerdotes.

Bukele no solo va por el mismo camino. Bukele va más rápido.

Si te parece que nada de esto te afecta, pensalo dos veces. Las dictaduras primero atacan a quienes nadie defiende. Luego a quienes nadie espera. Y cuando lleguen por vos, ya no habrá nadie que pueda defenderte.

Esto ya no es el futuro. Es el presente. Y el presente da miedo.

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