En El Salvador, protestar por una casa puede llevarte preso. Pero ser un jefe pandillero -un criminal- y pactar con el Estado te convierte en socio del poder. Ese es el peligro de vivir en las arbitrariedades de una dictadura.
Hace unos días, la Policía capturó a defensores de derechos humanos y a líderes comunales que acompañaban la resistencia de la comunidad El Bosque.
¿El pecado de esta gente? Resistirse al desalojo de un terreno que lleva más de dos décadas habitado por 300 familias, personas que solo querían ser escuchadas. Y no era un capricho: muchos han entendido, al despedazarse el sistema de contrapesos del Estado, que en El Salvador los problemas solo se resuelven si se llama la atención del dictador -si acaso es beneficioso para su imagen.
Ya sea con pancartas o pidiendo clemencia en redes sociales. Eso último lo saben bien, y de mala manera, los transportistas que fueron detenidos arbitrariamente hace unos días.
La comunidad El Bosque se plantó cerca de la mansión presidencial. Demasiado cerca para su comodidad. Y en este país, lo que le incomoda al presidente termina criminalizado.
Bukele aprovechó el momento para atestar un nuevo golpe a las organizaciones de la sociedad civil. Propuso un impuesto del 30% a las donaciones extranjeras que reciben las ONG. ¿Por qué? Porque siempre quiso encontrar la excusa perfecta para asfixiar a las organizaciones que acompañan víctimas, a las que documentan violaciones de derechos humanos o denuncian corrupción, al periodismo independiente.
El impuesto es la excusa fiscal. E incluso si fuera utilizado para lo que el dictador dice que servirá, nadie tiene manera de verificarlo. La transparencia sigue soterrada en el país. Bukele sigue confiando que la gente crea que las cosas sucederán porque él dice que sucederán.
Aunque cada vez resulte más evidente -incluso para sus más fieles creyentes- que detrás de la Ley de Agentes Extranjeros hay una revanchista intención política: aplastar cualquier voz que no se arrodille.
Lo terrible no son solo las arbitrariedades. O que muchos mueran por ellas. Lo terrible es que la consolidación del autoritarismo traerá más penurias y muerte a este sufrido pueblo.
Primero, se concentró todo el poder en un solo hombre. Después, se desmontaron las instituciones de control, se desarmó la independencia judicial, se compraron voluntades con miedo, se persiguió a la prensa incómoda, y se fabricaron enemigos donde antes había sociedad civil.
Ahora vamos por la etapa de criminalizar cualquier cosa que huela a disidencia. Y si no la huele, también.
Detener a personas honradas pero liberar a asesinos. Esa es la justicia selectiva que reina en este régimen.
El modelo está cada vez más claro. Es el modelo de Ortega en Nicaragua, pero con más filtros de Instagram. El modelo de Chávez, pero sin discursos largos. El de Bukele es un autoritarismo que se disfraza de eficiencia, que se justifica con encuestas y que se vende con humor cínico y promesas de buses gratis.
Pero es el mismo modelo. El que arrasa, el que castiga, el que se impone por miedo.
Frente a todo esto, hay una sensación en el ambiente: la de que cualquiera puede ser el próximo. Porque en El Salvador de hoy no hace falta robar ni matar para terminar en prisión. Las decisiones irresponsables cuestan vidas, como la del transportista y decenas de detenidos ilegalmente. No es un ajedrez mental para demostrar quién es más listo, como estúpidamente se quiere justificar.
Gente inocente está muriendo por esas decisiones. Basta con estar en el lugar equivocado, decir lo que no toca, acompañar a quien el poder no quiere ver.
No es una exageración. Esto es una advertencia. Una de tantas que hemos escrito antes, y que volveremos a escribir, mientras haya espacio y dignidad para hacerlo.
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1 Responses to “La represión siempre sabe a quién buscar”
NAZIZ JUDÍOS
———- = ————– la misma cosa, así es como veo el genocidio en Gaza
JUDÍOS PALESTINOS
Claro los judíos que apoyan a Netanyahu, espero que algunos estén horrorizados con lo que están haciendo en Gaza