Democracia en Centroamérica: un enfoque desde El Salvador

La estabilidad de cualquier democracia dada depende no solo del desarrollo económico, sino también de la efectividad y la legitimidad de su sistema político.

Seymour Martin Lipset, 1959, citado por Rovira-Mas, 1993, página 153.

1. Introducción

Los países centroamericanos han pasado por un largo proceso histórico de conflictos sociales, crisis económica y tensión política en diferentes momentos. Los regímenes militares y la guerra son los eventos comunes que dibujaron el paisaje de violencia, incertidumbre y miedo en la conciencia de los individuos en las décadas de los cuarenta, setenta y finales de los ochenta. En ese último periodo, la guerra civil fue el evento más complejo, largo y lleno de violencia que ha experimentado Centroamérica, a excepción de Costa Rica, que en 1948 terminó con una guerra civil que la incursionaría a procesos democráticos.

En los ochenta, el péndulo se movía entre los regímenes militares y la democracia. A su vez, la implementación de un régimen político democrático tuvo hitos importantes que la precedieron. El caso de la Revolución Sandinista en Nicaragua en 1979 gestó los inicios de procesos para la consolidación de partidos y un sistema político que garantizara la legalidad y legitimidad de las elecciones. La tercera ola democratizadora señalada por Huntington plantea la transición de un régimen no democrático a otro democrático. El caso centroamericano es el de una transición de gobiernos militares a gobiernos democráticos. La redefinición de las reglas del juego político en esa transición son los primeros pasos hacia una apertura política. En los noventa, la finalización de los conflictos bélicos en El Salvador y Guatemala fueron ejemplo de ello.

El papel la guerrilla fue fundamental para la transición en el marco de las luchas campesinas y obreras en protesta por injusticias sociales, atropello de los derechos humanos y la exigencia de participar en procesos políticos electorales libres.

En consecuencia, el proceso democrático tuvo influencias externas que acondicionaron la realidad centroamericana. Una de ellas fue la incidencia directa de Estados Unidos con la implementación económica para la región con el Consenso de Washington y el programa de Ajuste Estructural donde se generaría el libre mercado y la competencia. Este clima favoreció a las élites de los países en crisis política para llegar a acuerdos para negociar la paz entre los gobiernos de derecha y los grupos revolucionarios. Los negocios de los acuerdos políticos estaban orientados a los intereses de las élites en el poder y los actores externos.

Sin embargo, en la transición a la democracia la población esperaba cambios verdaderos en materia social. El lograr una verdadera democracia sustantiva era lo que esperaba la población. Esta democracia sustantiva contribuiría a saldar las deudas sociales por las cuales se había luchado. Pero el negocio político era implementar un régimen político democrático con normas establecidas por las élites que beneficiara su posición en el poder.

2. Factores condicionantes

Los factores condicionantes implicados en la transición y consolidación de la democracia en Centroamérica en la década de los ochenta y noventa tienen hechos históricos contextuales objetivos. En primer lugar, tienen que ver con los conflictos y guerras que se gestaron en el istmo centroamericano desde las caídas militares en 1944 y la finalización de la guerra civil para el caso de Costa Rica en 1948. De hecho, Costa Rica poco a poco se va distanciando históricamente del resto de los países centroamericanos por tener un rumbo distinto en materia política y económica.

A finales de la década de los setenta, Centroamérica se caracterizó por una crisis política profunda y el auge de dictaduras militares, golpes de Estado y guerras civiles, tanto en Guatemala, Nicaragua y El Salvador. Estos conflictos y guerras prevalecieron porque los gobiernos acostumbraban “resolver” sus problemas y conflictos con armas.

En este periodo hay una ruptura histórica y una continuación de la tradición antidemocrática, pues la violencia no hace sino exacerbar estos medios de fuerza y arbitrariedad, pero en una situación en que los tales medios son propuestos a prueba, desafiados y, como en el caso de Nicaragua, superados y vencidos. Por ello se habla de una ruptura.

Torres-Rivas, 1987, página 71.

El Salvador, Nicaragua y Guatemala desafiaron la continuidad autoritaria de las élites en el poder. Los grupos revolucionarios se opusieron a todo dominio y sometimiento de los grupos hegemónicos.

Por otra parte, los condicionantes que estuvieron implicados en la transición de los regímenes militares a la democracia fueron de alguna medida factores externos. Estos factores externos estuvieron relacionados con el fin de la Segunda Guerra Mundial. Este suceso dio paso a otros eventos de gran envergadura que influyeron en la región centroamericana como la caída de los precios internacionales de la materia prima y el aumento del precio del petróleo. Uno de los actores fundamentales fue Estados Unidos, que estuvo implicado en la guerra de los tres países centroamericanos: Guatemala (1960), Nicaragua (1979) y El Salvador (1980). Estados Unidos impulsó un plan estratégico geopolítico que le permitió estar posicionado en Honduras, desde donde ejercía su poder militar en los demás países centroamericanos.

A finales de la década de los setenta, Centroamérica presentó complejas situaciones económicas. La deuda externa para los países del istmo había crecido, el déficit permanente en la balanza comercial, la crisis fiscal y el estancamiento y luego la regresión en el sector agrario (Torres-Rivas, 1987), y, a su vez, las desigualdades sociales se incrementaron y los conflictos bélicos estaban en su apogeo.

Estados Unidos, desde una lógica socialdemócrata, impulsó un proyecto geopolítico para Centroamérica: Alianza para el Progreso (1961-1970). Fue un programa de ayuda económica, política y social para América Latina impulsado por el presidente John F. Kennedy. Este proyecto además pretendía tener injerencia para neutralizar los avances del comunismo en Centroamérica, especialmente en Nicaragua, porque este país había recibido influencia directa de la revolución cubana (1959) y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En ese sentido, la Alianza para el Progreso fue un programa para desestabilizar a los grupos revolucionarios gestados en América Latina surgidos de las grandes desigualdades sociales y el sometimiento por los regímenes militares.

Otro de los elementos que se deben destacar y que influenció la transición de los regímenes militares a la democracia formal tiene que ver con las políticas neoliberales impulsadas desde Estados Unidos a través del Consenso de Washington y los programas de Ajuste Estructural de corte neoliberal. Estos programas fueron fundamentalmente injerencia estadounidense para reducir el aparato del Estado y proponer un sistema político formal que permitiera terminar con las guerras e incrustar un régimen político democrático.

Pero la transición de la guerra a la democracia con la firma de los Acuerdos de Paz simplemente fue un negocio político. La guerra mediante las armas terminó, pero se iba a desarrollar la guerra en otro escenario: la vía política.

3. Factores determinantes

El hito fundamental en Centroamérica en 1979 es la transición de los regímenes militares a la democracia. A este proceso Huntington le denomina la tercera ola democratizadora. Los tres países centroamericanos que se encontraban en guerra: Guatemala, El Salvador y Nicaragua, entraron a procesos de negociación de forma democrática para alcanzar la paz tan anhelada. En este sentido, la ola de democratización es definida como “un conjunto de transiciones de un régimen no democrático a otro democrático, que ocurren en un determinado periodo de tiempo [sic] y que superan significativamente a las transiciones en dirección opuesta durante ese mismo periodo” (Huntington 1994, 26, citado por Rovira-Mas, 2002, página 29).

La transición de los regímenes militares a procesos democráticos se inaugura en el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua en 1979. Es en este momento cuando pasa a realizar elecciones y a conformar una asamblea constituyente en términos de democracia formal. El desgaste y cansancio tanto de los militares como de las clases populares fue tal que la única salida al conflicto bélico fue la democracia. La democracia se consideró la única forma que resolvería los grandes problemas tanto bélicos como de grandes desigualdades sociales en la población. Sin embargo, los negocios de la democracia formal estaban inclinados a los intereses de las élites, que establecieron las reglas del “juego” político.

Las élites son entendidas por Pareto como ‘élites políticas’ que se localizan en la cima del poder porque cuentan con mérito para ellos, o, planteado de otro modo, los que están arriba lo están por formar parte del grupo de los mejores.

Sartori, 1989, página 185, citado por Rovira-Mas, 2002, página 26.

A su vez, la vía para favorecer los negocios de las élites fue la democracia formal, anclada en ciertos fundamentos normativos que fueron negociados entre los actores internacionales y los grupos revolucionarios: reglas claras, competencia libre, respetar resultados, periodos que se gobernará, marco normativo, consolidar un sistema de partidos.

Evidentemente, este marco normativo fue impuesto fundamentalmente por la agenda de la clase dominante, “la cual constituye y ejecuta la dirección de la sociedad” (Torres-Rivas, 2008, página 127). El régimen político democrático tiene restricciones definidas sobre quiénes pueden estar en el poder y el electorado solo cumple una función: legitimar el sistema político, o, de otra forma, asumir la responsabilidad de ejercer el sufragio. En este hilo conductor, Rovira Mas se interroga y se responde: “¿Cuál es la función que desempeñan los electores en una democracia? Su principal misión que le compete a la ciudadanía es la de reproducir un gobierno mediante las elecciones, ese método mucho más civilizado que el de las balas para competir por el poder del Estado”. (Rovira-Mas, 2002, página 23).

Los factores determinantes para definir el juego político y la democracia formal son las élites a través de sus decisiones políticas para defender sus intereses económicos y sobre todo para mantenerse posicionados en el poder siempre.

Esta permanencia que antes la garantizaron con los militares, a quienes les dieron la facultad de gobernar y de reprimir a los movimientos sociales, clases populares y luego a los grupos armados ahora la realizan a través de poderes fácticos, como los gobiernos de turno, ahora en poder del mandato civil pero supeditado siempre a las élites, los medios de comunicación y las cámaras de comercio.

La construcción del régimen político democrático no era un favor para terminar con la guerra, sino un medio para legalizar el poder de los grupos dominantes.

Para la población, la democracia era la panacea que permitiría solucionar los conflictos sociales y políticos, permitiendo una democracia sustantiva que tanto se necesitaba para impulsar proyectos con enfoque social. Esto tiene que ver con el acceso a la educación, salud, vivienda y agua potable, entre otros. Sin embargo, cuando se empezaron a realizar pasos significativos para terminar con la guerra como Esquipulas I y Esquipulas II, se creía que la democracia formal iba resolver los problemas sociales que vivían los países centroamericanos que estaban en guerra. Pero la realidad no fue esa, sino que los acuerdos políticos giraron en torno a intereses de grupos oligárquicos burgueses. Tal como lo señala Rial, negociaciones elitistas, con escasos participantes, fueron las que dieron origen a la transición a la democracia. Todas estas negociaciones de “cúpula” que supusieron un arreglo entre regímenes dictatoriales anteriores, en casi todos los casos representados por sus fuerzas armadas y representantes políticos, líderes de sus principales partidos modernos, terminaron en la suerte de un pacto implícito para transferir el régimen mediante las elecciones (Rial, 1990: 142-143, citado por Rovira-Mas, página 157).

Tras la firma de los Acuerdos de Paz y el fin de la Guerra Fría, se instauraron, de manera formal, democracias basadas en procesos electorales y dirigidos a la formalización, creación y estabilización de instituciones públicas. El escenario político se modificó con la incorporación de la izquierda guerrillera al ejercicio partidario electoral democrático (este es el caso del FSLN y del FMLN). Sin embargo, las condiciones objetivas de desigualdad de clase y las necesidades elementales no se habían pensado en resolverse.

La democracia social no se saldó, siguió ausente. Solo surgió la democracia formal. Las élites, desde el marco de la democracia formal, empezaron a negociar desde la diplomacia los intereses de grupo. La falsedad es que estos grupos negociaron la democracia formal, pero dejaron de lado la democracia sustantiva.

Se debe destacar un esfuerzo significativo en la firma de los Acuerdos de Paz en El Salvador para desarrollar una democracia social que era urgente: la instalación de un Foro Económico y Social para garantizar los acuerdos, pero los primeros gobiernos de Alianza Republicana Nacionalista (Arena) descuidaron esta responsabilidad y no fortalecieron la existencia del foro. Por su parte, el Frente Farabundo Martí Para la Liberación Nacional (FMLN), ya convertido en partido político, no denunció con la fuerza necesaria el incumplimiento de esa parte del acuerdo.

En la actualidad, los poderes facticos no han cambiado, siguen teniendo el poder político y económico para conducir a la sociedad hacia sus intereses. Y la democracia misma no ha sido realmente entendida. Es más, el mismo concepto no tiene el impacto en las masas populares. Se ha dejado de creer en procesos democráticos, porque se sigue viendo desde el reduccionismo del poder económico.

Incluso, tanto los gobiernos de turno, los medios de comunicación, las cámaras de comercio y el estamento militar siguen siendo el bastión para resguardar la seguridad y el orden social. La misma Fuerza Armada que fue reducida por los Acuerdos de Paz por sus graves violaciones a los derechos humanos antes y durante la guerra sigue siendo parte de los procesos de seguridad pública. Aunque se ha tenido experiencia en que los planes gubernamentales de Mano Dura, Súper Mano Dura y las Medidas Extraordinarias con el uso militar no lograron tener la eficacia esperada.

4. Conclusiones

Los factores condicionantes en el sistema político democrático están subsumidos en factores históricos sociales que se gestaron en Centroamérica y además en factores externos como la implementación de los programas neoliberales impulsados para América Latina y en especial para Centroamérica, como el caso de la Alianza para el Progreso, el Consenso de Washington y los programas de Ajuste Estructural con una lógica neoliberal. Bajo esta lógica, le precedía el capitalismo maduro que se había gestado en Centroamérica con grandes concentraciones de riquezas y desigualdad social. Tal como expresa Rovira-Mas, “el capitalismo representa el trasfondo, el terreno o piso social que constituye una condición histórica necesaria para la emergencia de la democracia” […] (Rovira-Mas, 2002, página 19).

Por otra parte, los factores determinantes son de tipo interno, es decir, los negocios de las élites y sus decisiones políticas representaron un punto determinante para la consolidación de la democracia formal, bajo sus reglas y sus intereses, dejando de lado los intereses de los grupos revolucionarios que lucharon por los derechos sociales fundamentales para vivir. En síntesis, tal como dijo Torres-Rivas de forma simpática: la democracia es el derecho a defender la vida.

Haciendo una revisión bibliográfica exhaustiva de los textos centrales del tema de las democracias en América Latina y en particular de Centroamérica, es evidente que las élites políticas incrustadas en el sistema político siguen utilizando este sistema como parte de su modus operandi que les garantiza mantener sus privilegios y sobre todo la toma de decisiones, que para bien o para mal afectarán o favorecerán a la sociedad salvadoreña.

Sin olvidar la incidencia de Estados Unidos en materia de seguridad en El Salvador, mediante varias agencias de inteligencia, en particular la United States Agency for International Development (USAID).

Asimismo, para que se garantice una verdadera democracia social se debe acceder concretamente a espacios de participación política de los sectores históricamente olvidados. Que sean parte de las decisiones políticas para el país y para cambiar la realidad de sus comunidades, cantones, municipios y departamentos.

De igual forma, se debe considerar que el uso de instituciones como la Policía Nacional Civil y la Fuerza Armada no debe ser la salida única para el mantenimiento del orden social, sino que se permita trabajar de manera directa con las comunidades marginadas y olvidadas del país.

Que se logre una verdadera democracia social generando seguridad social, como empleo digno y oportunidades para todos; que se minimicen la desigualdad y los privilegios para unos grupos; que se entiendan y se corrijan los factores estructurales que generan la migración. Haciendo eso, entonces las clases desposeídas empezarán a ver cómo se abre la puerta hacia una verdadera democracia social.

Referencias bibliográficas:
Rovira-Mas, J. (1993). Democracia emergente y partidos políticos en Centroamérica. En R. Steichen, Democracia y democratización en Centroamérica. Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, San José. Editorial de la Universidad de Costa Rica.

Rovira-Mas, J. (2002). Transición a la democracia y su consolidación en Centroamérica: un enfoque para su análisis. Anuario de Estudios Centroamericanos, Universidad de Costa Rica, 28 (1-2), 9-56.

Torres-Rivas, E. (2008). Centroamérica: entre revoluciones y democracia. Bogotá: Siglo del Hombre Editores, CLACSO.

Torres-Rivas, E. (1987). Centroamérica: la democracia posible. San José, EDUCA, FLACSO.


*Alexis Clavel es educador y egresado de la maestría académica centroamericana en sociología, Universidad de Costa Rica. Miembro de la red del Consejo Latinoamericano de Investigación para la
Paz (CLAIP). Correo electrónico: porfirio.clavel@ucr.ac.cr

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