Ya lo cantaba Carlos Gardel: “Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras te busca y te nombra”. Eso debió pensar el presidente argentino, Mauricio Macri, cuando el presidente de Francia, Emmanuel Macron, se negaba a firmar el tratado que la Unión Europea (UE) ha hecho con el Mercosur, una alianza entre Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, con Venezuela actualmente suspendida y Bolivia en proceso de adhesión, y Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Guyana y Surinam como Estados asociados.
Es un proyecto que tiene nada menos que veinte años de deliberaciones y que estuvo a punto de irse al traste porque Macron no veía bien que Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, se negara a entender que la Amazonia no solo es de Brasil, sino que es el pulmón del mundo y tal como está el medio ambiente, el cambio climático no era cuestión de mirar para otro lado.
En estos veinte años de conversaciones, el Mercosur ha ido avanzando muy lentamente y con recurrentes retrocesos y no menores contradicciones internas que explican, en gran medida, su escasa capacidad para trabajar como grupo cohesionado hacia el exterior a través de grandes acuerdos económicos y comerciales con otras regiones. Obviamente, un inconveniente han sido los bandazos ideológicos que la región ha tenido en este tiempo.
España y Portugal han impulsado con decisión la firma del tratado. No en vano son ellos los que tienen de toda Europa sus raíces más claras y obvias en Suramérica. Por fin pudo firmarse este tratado que favorece a más de 800 millones de personas, casi una cuarta parte del PBI mundial y con más de 100,000 millones de dólares de comercio bilateral de bienes y servicios.
Conviene recordar como premisa de la globalización que Suramérica forma parte de occidente, y en unos momentos de clara “desoccidentalización” del planeta es más que necesario fortalecer esa permanencia a través de una decidida estrategia europea. Es vital para todos los que creemos en la libertad y en los valores del humanismo y la Ilustración. España y Portugal deben ser beligerantes y proactivos en ese objetivo por razones históricas más que obvias.
Se está ante un momento crucial para Europa. El nuevo escenario geopolítico de la primera mitad del siglo que se está conformando, de un marco bipolar con una nueva forma de Guerra Fría en donde el dominante hasta ahora es Estados Unidos, refleja que Europa y Estados Unidos se están disputando el trono en un terreno más que evidente: Latinoamérica.
Europa reemplaza ahora, como fuerza geopolítica y económica —mas no como fuerza ideológica—, a la antigua Unión Soviética, en bancarrota después de la caída del Muro de Berlín, a pesar de que Vladimir Putin, el presidente de Rusia, se empeñe en recuperar el trono perdido.
Pero no todas son luces maravillosas en el tratado entre la UE y el Mercosur. Hay sombras que no deben dejar de verse: a pesar del crecimiento del populismo, la reconstrucción de las sociedades tiene una característica de defensa ciudadana de los espacios nacionales. Esta defensa se planta ante el avance de las empresas multinacionales, que son más que Estados y que dominan el mercado mundial con un poder económico más fuerte que muchos estado-naciones. Aún no hay suficiente fuerza social para plantarse ante bloques de poder en donde las empresas globalizadas son en verdad las que mandan.
En unos momentos de repliegue estadounidense en su papel de líder del mundo occidental, con un presidente que mira más por las empresas que por la política, a pesar de su “América primero” —pero su “América” empresarial: de allí su guerra con Huawei en defensa de Facebook, Google y Apple—, el debilitamiento del vínculo de la matriz anglosajona y el desinterés europeo por la defensa global de los valores occidentales son más que evidentes.
Europa ahora está más preocupada por su supervivencia, por el avance del populismo, por la posible salida del Reino Unido de la UE. Son misiles que no se pueden atajar. Por ello busca nuevas alianzas y eso explica el tratado con el Mercosur.
Estados Unidos sigue siendo la primera potencia, pero su ventaja frente a China año con año va disminuyendo. La riqueza del futuro no está en el petróleo, ni en el acero, sino en la inteligencia artificial, en el procesamiento de datos, la Big Data.
Huawei se ha adelantado en más de dos años con la tecnología de la 5G y eso no lo puede permitir Estados Unidos, pues el mundo futuro dejaría de ser controlado por el país norteamericano. Esto explica los señalamientos de que Huawei puede espiar y escuchar a través de sus dispositivos, cosas que también se le achacan a Alexa, a los Echo y al mismo Asistente de Google.
¿Las cámaras y los micrófonos incorporados en los ordenadores para hacer videollamadas sirven para otros fines? Cada dos por tres nos enteramos de lo que las grandes empresas como Facebook y Google hacen con los datos personales y las comunicaciones y de las multas que les imponen. Ese es el verdadero campo de batalla, por ello son necesarios los tratados.
Hay quien mantiene que este tratado entre la UE y el Mercosur se pudo firmar porque desde la UE observan que “los dos principales países negociadores, Brasil y Argentina, están frágiles política y económicamente”.
El tratado ayudará a los suramericanos a mejorar sus economías. La UE se ha comprometido a modificar las tarifas arancelarias del 99 por ciento de las importaciones agrarias de los países del Mercosur. Se eliminarán por completo los aranceles del 81.7 por ciento de los productos agrícolas y se ofrecerá un trato preferente al 17.7 por ciento restante.
No hay que olvidar que la UE es la primera zona de compra y de nivel de vida del mundo, en donde las materias primas de índole alimentario están dejando de ser rentables por la despoblación del territorio. Con este tratado se aseguran de que las verduras, la madera y todo lo que se entiende por el sector terciario le quedará garantizado, lo que ayudará al desarrollo de la zona suramericana y, a su vez, que esta no se incline definitivamente hacia el lado de China, que en este momento está supliendo a Estados Unidos en esta región.
El acuerdo es una jugada que tendrá repercusión en la economía y en la política mundial en un momento en que las espadas están alzadas. Por una parte, Estados Unidos se encuentra enfrentada con China, que está ampliando su presencia en Latinoamérica. Por otra parte, la UE está desencontrada con el Reino Unido, como consecuencia del Brexit.
El Brexit, por cierto, amenaza muy seriamente la economía de Europa y significa para el Reino Unido y la UE estar en una bamboleante cuerda floja que puede significar, si se cumple tal como amenaza Boris Johnson, nada menos que un deterioro para el tesoro británico, con una deuda entre 40,000 y 60,000 millones de euros, y para la UE un déficit presupuestario de 16,500 millones de euros.
El tratado con el Mercosur viene a enjugar las lágrimas por la salida del Reino Unido de la UE, pues aportará un vínculo político, cultural y económico estratégico y permanente. El convenio tiene una normativa transparente y consensuada que reduce la discrecionalidad en la aplicación de las políticas económicas. Brindará mejores condiciones de acceso a bienes, servicios e inversiones. Reduce y elimina restricciones y simplifica procedimientos de operaciones comerciales, lo que aumentará la competitividad a partir de facilitar el acceso a tecnología e insumos necesarios para producir bienes de valor agregado.
El tratado también consolida al Mercosur a partir de reafirmar el proceso de integración, armonizando la normativa vigente y simplificando los procedimientos internos. La UE liberalizará cerca del 100 por ciento de su comercio y el Mercosur lo hará en un 90 por ciento. La UE ofrece la liberalización completa e inmediata de aranceles para el 80 por ciento de las exportaciones del Mercosur de productos industriales a la UE. El Mercosur obtiene plazos amplios de hasta 15 años para liberalizar sectores sensibles en forma gradual. El acuerdo favorece el comercio intraindustrial al reducir los aranceles para insumos y bienes de capital.
El 63 por ciento de las exportaciones argentinas a la UE son bienes agrícolas. La UE liberalizará el 99 por ciento de las importaciones agrícolas del Mercosur: para el 81.7 por ciento, eliminará los aranceles de importación. En tanto, para el 17.7 por ciento restante, ofrecerá cuotas o preferencias fijas. Solo se excluyen un poco más de 100 productos.
En 15 años, el acuerdo representará unos 125,000 millones de dólares, dada la volatilidad de algunos países en sus exportaciones y los chantajes que puedan sufrir si no siguen cumpliendo los deseos del presidente Donald Trump.
Esto se vio claramente en Centroamérica, con las amenazas que Estados Unidos hizo a México y a Guatemala con la subida de aranceles si no se sometían a su política antiinmigrante. Precisamente este convenio ayudará a que también Estados Unidos y su presidente se den cuenta de que no todo el monte es orégano y que no se puede ir por la vida con garrote en mano.
Pero no todo son beneficios. Los agricultores de la UE no ven con buenos ojos el acuerdo y piensan que es una amenaza para la agricultura europea. Ellos se peguntan: ¿Es el acuerdo con Mercosur un regalo envenenado? Algunas reticencias, por ejemplo el zumo de naranja europeo, principalmente producido en España y que absorbe entre un 14 y un 20 por ciento de la producción de naranjas anual, competiría con el mayor productor y exportador mundial: Brasil.
El arroz de Uruguay también podría ser una amenaza. Según COPA-COGECA, que la conforman las organizaciones agrarias y cooperativas europeas, la situación del sector arrocero es muy sensible y últimamente ya se ha quejado de las importaciones de Myanmar y Camboya. Además, el arroz que entraría de los países del Mercosur es de grano redondo, que es el mismo que se cultiva en el levante español, por lo que competiría directamente con la producción europea a precios previsiblemente más bajos, ya que los costes sociales en esos países son sensiblemente más bajos que los europeos.
El sector cárnico, principalmente el francés, ha mostrado descontento por la amenaza que supone el producto argentino. Los ganaderos franceses, organizados en pequeñas estructuras de producción, han afirmado que son incapaces de competir con las grandes explotaciones ganaderas suramericanas, principalmente las de Argentina, Uruguay y Brasil.
El vino argentino podría ser una competencia sensible en las producciones de España, Francia e Italia, los mayores productores de Europa. El sector vinícola del país suramericano calcula que las exportaciones se podrían multiplicar por 12 al eliminar el arancel del 20 por ciento con el que cuenta actualmente.
Francia había dicho que iba a mirar con lupa el acuerdo entre la UE y el Mercosur. El primer ministro, Édouard Philippe, ha nombrado una “comisión de expertos independientes” que deberán analizar el acuerdo y elaborar una “evaluación completa y transparente” del pacto
Presidida por Stefan Ambec, economista medioambiental de la Toulouse School of Economics y director de investigación del Instituto Nacional de Investigaciones Agrónomas (Inra), la comisión está formada por diez especialistas científicos reconocidos en materia “medioambiental, comercial, agrícola, sanitaria, jurídica, social y geopolítica”.
Así mismo también hay problemas de índole sanitaria, ya que los países del Mercosur utilizan materias activas en sus pesticidas que están prohibidas por la UE, por su toxicidad y peligrosidad para el ser humano y el medio ambiente. Brasil es, junto a Estados Unidos, el país que más pesticidas utiliza en el mundo, entre ellos 150 activos que no están permitidos por la legislación de la UE.
Otro de los grandes temores ante la eventual entrada en vigor del acuerdo es la propagación de nuevas plagas y enfermedades provenientes de Latinoamérica en Europa. Tras los grandes estragos producidos por la Xylella fastidiosa en los cultivos de olivo en Italia y la amenaza inminente del Citrus Black Spot en los cítricos europeos, los agricultores no ven garantizada la seguridad de sus explotaciones.
Por su parte, el sector citrícola está intentando avanzar en las negociaciones para introducir la obligatoriedad del tratamiento en frío de las importaciones del Mercosur, pues el limón y la naranja contienen plagas no existentes en Europa.
Como puede observarse, el tratado es visto según sea el sector o el país. El pacto promete impulsar las exportaciones industriales a un área hasta ahora muy cerrada, pero genera temores en agricultores, ganaderos y ecologistas. Veremos cómo se desenvuelve.
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