En el Bulevar Venezuela, en el paso a desnivel de la Avenida Cuscatlán, hay dos rostros borrosos de escritores salvadoreños. Nunca he sabido quién los hizo, pero siempre he pensado que esos rostros son un fiel reflejo de nuestra cultura . Por allí pasé el día que fui a comprar libros usados en las ventas callejeras de los libreros de la Avenida España, a quienes la Alcaldía de San Salvador les ha dicho que deben desalojar sus puestos en el marco del reordenamiento del centro histórico de San Salvador. Las autoridades, sin brindarles ningún tipo de solución o alternativa a la necesidad que tienen de vender su producto, les han dado un plazo fatal, y ante esta triste realidad, los libreros han buscado, por iniciativa propia, un nuevo lugar en donde ofrecer sus libros. Pero en este nuevo lugar no cabe la totalidad de ejemplares que tienen. La opción ha sido vender sus libros, por quintal, a una recicladora.
En un país en el que la lectura y la educación son fundamentales para combatir la ignorancia, los libros son tratados como un estorbo. No es la primera vez que esto sucede. El gobierno central, por medio del Ministerio de Cultura, hace dos años dio la orden a las casas de la cultura de deshacerse de los libros de sus bibliotecas, con el objetivo, aparentemente, de volverlas a abastecer con libros nuevos. Esa visión, de considerar los libros usados o viejos como producto reemplazable por un producto nuevo, es una visión elitista y esnobista de la cultura. Elitista, porque quizá no quieren ver en los estantes de sus bibliotecas libros usados, así como tampoco quieren verlos en las aceras de la Avenida España; y esnobista, porque en su falaz idea de modernización cultural, destruyen lo que para ellos es “antiguo” sin importar si lo destruido está protegido como bien cultural, como lo que sucedió con el edificio de la Biblioteca Nacional Francisco Gavidia, edificio que se encontraba protegido como patrimonio por este mismo Gobierno a través de la resolución RD/0899/2019. Todos estos son ejemplos de esa visión de desprecio hacia la cultura salvadoreña que tiene este Gobierno, y no es que las anteriores administraciones hayan hecho algo significativo por la Cultura, pero ciertamente esta administración ha superado las expectativas en cuanto al desprecio hacia todo aquello que sea conocimiento y cultura. Así como estos ejemplos, podemos peguntarnos ¿cuántos libros ha publicado la Dirección de Publicaciones e Impresos del Ministerio de Cultura en los últimos dos o tres años?, o el porqué de la tardía publicación de las bases de los Juegos Florales, etc.
Los libros, como decía el astrónomo Carl Sagan, “rompen la barrera del tiempo, son la prueba de que los humanos son capaces de hacer magia”, nos permiten “aprovechar la sabiduría de nuestros antepasados, son los depositarios del conocimiento de nuestra especie, de nuestro largo viaje evolutivo desde los genes a los cerebros, y después, a los libros”. Para Borges, el libro es “la extensión de la memoria y la imaginación”, y una biblioteca es el universo mismo, es “interminable” y no hay en ellas, como lo escribe en “Ficciones”, dos libros idénticos. Los libros son la prueba concreta de la evolución del ser humano, en ellos se encuentra el ADN de nuestro conocimiento heredado por siglos y milenios. El libro, más que un producto cultural, es el espejo de la vida: allí está el conocimiento científico que nos permite descubrirnos, allí, el ojo de agua en el que se reflejan nuestras tribulaciones y pasiones. Destruir un libro, tirarlo a la basura, o permitir su destrucción por omisiones, equivale a un crimen en contra de la humanidad, porque es la negación de uno mismo como depositario de toda la información que la evolución nos ha entregado. Por ello, desalojar a los libreros de la Avenida España, sin brindarles una solución o alternativa, es una forma de despreciar la cultura y toda la información que los libros reúnen.
A tan solo unas cuadras de los libreros de la Avenida España se está construyendo una nueva Biblioteca, allí se destruyó el patrimonio cultural que era el edificio que albergaba la antigua Biblioteca Nacional. Si de verdad le interesara la cultura a este Gobierno, en lugar de permitir que los libreros vendan sus libros como papel reciclable, deberían comprarles todos aquellos libros que vale la pena tener en una Biblioteca Nacional. Pero recordemos que a este Gobierno no le gustan los libros viejos, quizá por eso nunca veremos un gesto de esta naturaleza.
A ninguno de los Gobiernos anteriores les ha interesado la cultura, ni a las administraciones de derecha ni a las de izquierda. Parece irónico, pero si comparamos las diferentes gestiones en el tiempo, las administraciones de derecha de principios del siglo XXI fueron las que mejor gestionaron la cultura salvadoreña. Pero ella, la cultura, nunca ha dejado de ser vista como un ornamento por los diferentes Gobiernos, la cultura siempre ha sido considerada como un mal necesario dentro de la carga administrativa del Estado. Pero en este quinquenio asistimos con horror a la destrucción de la cultura y a la cultura de la destrucción. No es un simple juego de palabras. Es la destrucción de la cultura, porque no les importa deshacerse de bibliotecas enteras ni demoler patrimonio cultural; y es la cultura de la destrucción porque es el modus operandi de cómo gestionan lo que para ellos es la cultura: destruir para disque construir.
Asistimos a la imitación que la vida hace del arte, de repente nos convertimos en esa sociedad reflejada en Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, de repente tratamos a las bibliotecas como a la antigua Alejandría. Los libreros de la Avenida España ya han buscado nuevo lugar, pero han tenido que vender muchos de sus libros a una recicladora, y mientras tanto, el monumento a la ostentación que es la nueva Biblioteca Nacional se sigue construyendo en el suelo donde existía un patrimonio cultural. Por eso es que esos rostros del Bulevar Venezuela son una metáfora de la cultura de El Salvador: allí están Matilde Elena López e Ítalo López Vallecillos con sus rostros macilentos, derruidos, maltratados por la indiferencia del tiempo y olvidados por quienes se supone son los encargados de rescatar, preservar y proteger la cultura.
Opina
1 Responses to “La destrucción de la cultura y la cultura de la destrucción”
Muy valida tu proecupacion y triste el desisnteres y la ignorancia de las nuevas administraciones, no que las pasadas se hayan interesado, desafortunadamente la cultura en nuestro pais nunca ha sido apreciada como para hacer propuestas que apoyen, rescaten y valoren lo nuestro o lo que podria ayudar a una sociedad a salir del consumismo y la ignorancia.
Gracias Fajardo por compartir y dar a conocer esta triste realidad.