Para todos hay un Roque. Lo hubo para el ERP, para quienes fue un traidor que trabajaba para la CIA. Lo hubo para la RN, para quienes fue un mártir. Para los gobiernos de Arena también había uno: un poeta que, a pesar de identificarse, como Monseñor Romero, con los más pobres -con el agravante de ser marxista leninista confeso- se le podía obtener algún tipo de lucro al publicar su primera antología, algo impensable para un gobierno de derecha. Para los gobiernos del FMLN había una fusión de Roques: por un lado, lo enaltecían, hasta declararon el 14 de mayo el Día Nacional de la Poesía; pero, por el otro, mantuvieron en sus dos administraciones a uno de sus supuestos asesinos con un cargo en el Ministerio de Gobernación, este último Roque era incómodo, pues sus herederos en todo momento les recordaban esa enorme incoherencia.
Para este régimen -porque no le llamaré gobierno- también hay un Roque: el autor del que pueden valerse para “saldar una deuda histórica” que no es otra que la impunidad de su asesinato. El común denominador de todos los gobiernos, de muchos partidos políticos e incluso de organizaciones es el mismo: el aprovechamiento del nombre del poeta en beneficio de sus propias agendas. Roque Dalton quizá sea el salvadoreño más instrumentalizado en la historia de El Salvador. Incluso más que Monseñor Romero. Su nombre es usado por propios y extraños para beneficio personal.
Ahora resulta, por ejemplo, que su asesinato por fin saldrá de la impunidad. Un amparo vigente en la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, al parecer, podrá ser el detonante para que se deduzcan responsabilidades penales en un futuro cercano. Interesante. No porque Roque no se merezca el esclarecimiento de su cobarde asesinato (Roque es el más indócil de todos), sino porque será una Sala de lo Constitucional impuesta, derivada de un golpe de estado al Órgano Judicial el 1 de mayo de 2021, la que estime el amparo pendiente. Una Sala de lo Constitucional impuesta por un gobierno que, más allá de autocrático, es fascista, por mucho que queramos discutir los tecnicismos de lo que significa o implica el fascismo. Una Sala de lo Constitucional que también permitió, sin habérselo solicitado en el proceso, la posibilidad de reelección cuando la Constitución claramente lo prohíbe. En fin, una Sala de lo Constitucional y una Corte Suprema de Justicia que se parece más a la de Nicaragua por ser genuflexa al Órgano Ejecutivo. Paradoja de paradojas para Roque Dalton. Pobrecito poeta que era y todavía es. Si Dalton no se revuelca en su tumba es porque no tiene. Me preguntarán si no deseo que se esclarezca su asesinato. Por supuesto que eso es lo que deseamos todos. Pero los costos de la verdad, considerando el régimen que nos desgobierna, pueden ser elevados para un pueblo que Roque defendió en sus poemas más políticos.
Porque así es el populismo y el caudillismo: mantienen adormecidos a todos los sectores si estos obtienen lo que quieren, ya sea en concepto de dádivas, promesas o, como podría ser en este caso, por medio del sistema judicial.
A 47 años de su asesinato, uno esperaría que se sepa la verdad, que se castigue a sus autores intelectuales y a sus ejecutores. Lo verdaderamente lamentable será que el ciclo de impunidad lo rompan unos magistrados que, derivados de un golpe, fueron impuestos por el régimen. Desde este punto de vista, la legitimidad en la persecución de la verdad se pierde. La verdad, en este sentido, será el ‘fruto del árbol envenenado’, como lo suele establecer una doctrina penal.
¿Celebrar el rompimiento del ciclo de la impunidad? Tal vez. Pero sin olvidar de dónde proviene la dádiva, el pan, el circo. Roque no se revuelca en su tumba porque no la tiene, pero seguramente seguiría siendo igual de indócil al saber que el principio del esclarecimiento de su asesinato proviene de los menos fascistas de entre los fascistas.
*Alfonso Fajardo nació en San Salvador, en 1975. Es abogado y poeta. Miembro fundador del Taller Literario TALEGA. Su cuenta de Twitter es: @AlfonsoFajardoC
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