‘Rogue One’, Donald Trump y los límites de la resistencia liberal

Durante las vacaciones recién pasadas, tuve la oportunidad de redactar una reflexión en el marco del 25 aniversario de los Acuerdos de Paz en El Salvador. En el transcurso de la investigación que realicé para prepararlo, terminé leyendo un poco sobre diferentes estrategias guerrilleras que se han utilizado en diversos conflictos anti-imperialistas.

Aprendí, por ejemplo, que la doctrina maoísta implica la liberación de territorio estratégico en el campo para rodear las ciudades, a diferencia de la que implementó el FMLN, que coordinaba entre comandos urbanos y frentes rurales; o el caso del foquismo, inspirado por el Che Guevara, que propone la acción de una vanguardia pequeña para impulsar la insurrección masiva.

Con este conocimiento superficial recién-adquirido, fui a ver la nueva película de la franquicia de Star Wars. Debo confesar, quedé decepcionada. 

No me interesa provocar un debate con los aficionados militantes sobre la validez de la rebelión en sus múltiples expresiones históricas a lo largo de la saga hollywoodense: no pretendo ser una especialista de Estar Guars; y humildemente, les pido perdón anticipadamente por cualquier transgresión cometida por ignorancia.

Pero permítanme decir:

Sólo los gringos podríamos concebir esta supuesta resistencia insurgente.

La operación guerrillera que se relata en Rogue One surge de manera casi espontánea. Las instrucciones de batalla se limitan a un par de frases antes de saltar de la nave. La unidad militar está compuesta de unas docenas de ejércitos de uno —un colectivo de héroes extraordinarios que actúa de manera individual para lograr los objetivos de la ofensiva—.

Pero más —mucho más alarmante— es que la resistencia no tiene ideología. La rebelión tiene un enemigo claro, pero no tiene proyecto propio. Los personajes hablan de su creencia en “la causa”, pero ¿qué causa es la que proponen que conmueve a tantos soldados comprometidos a sacrificarse tan espectacularmente? En la película, la causa se limita a unas palabras clichés vacías que supuestamente son suficientes para inspirar a generaciones a luchar. “Esperanza”, dice la estimada princesa al final de la película. ¿Esperanza en qué?

Realmente, mi crítica no es con Star Wars como épica ficticia, sino con el discurso neoliberal de resistencia que el espectáculo propone, porque me parece una reflexión peligrosa del estado de conciencia actual en la cultura dominante estadounidense.

En la imaginación liberal que Hollywood proyecta, las resistencias son luchas solitarias realizadas por individuos carismáticos a través de gestos grandiosos. La aspiración colectiva que concientiza y moviliza una masa crítica se ausenta, igual que el trabajo organizativo de base que lo debe acompañar.

Después de fracasar en todo proyecto contrainsurgente —desde Vietnam hasta Iraq—, quizás no debe sorprender que nuestra insurgencia ficticia favorita sea una farsa. El problema radica, en parte, en que Estados Unidos siempre se imagina al lado del desvalido, mientras actúa como agresor. El país se construyó por genocidio y esclavitud, pero su discurso fundacional es de independencia y libertad. ¿Qué mejor ejemplo que la guerra en El Salvador, en la que el gobierno norteamericano financió un régimen militar represivo y sanguinario en el nombre de la democracia?


El curioso imaginario estadounidense se identifica con las resistencias en la pantalla de sus fantasías y con el imperio en el teatro de su política.


Mientras El Salvador celebra el fin de la guerra civil y la transformación de su insurgencia en partido político, Estados Unidos está por entrar a un período oscuro.

Donald Trump, el presidente electo sin el voto popular por el curioso sistema “democrático” estadounidense, ha propuesto el gabinete más rico en la historia del país y con el mayor número de generales militares desde la segunda guerra mundial. Hoy muchos hablan de resistencia. Algunos, como los manifestantes que están interrumpiendo las audiencias de confirmación de los candidatos al gabinete en el congreso, están demostrando su compromiso de enfrentar a este nuevo gobierno oligárquico-militar. Sin embargo, para cierta población liberal demócrata, parece que el discurso de Meryl Streep en la ceremonia de los Golden Globes constituye su paradigma de lucha.

Este sector se escandaliza más por las palabras groseras de Trump que por los civiles asesinados por los drones de Obama. Se indigna por la posibilidad de una intervención rusa en las elecciones estadounidenses, pero ignora la historia sangrienta de golpes de Estado e injerencia norteamericana contra democracias del tercer mundo. Para ellos, el uso del hashtag #resistence en Twitter será su acto más radical.

La historia salvadoreña nos enseña que las resistencias se construyen y ejercen de manera colectiva, organizada, con una visión compartida de la sociedad que queremos construir juntos. Se hacen a través de movimientos, no de monólogos.

Si quieren construir una oposición seria al gobierno Trump, los liberales estadounidenses tendrán que enfrentar su verdadero ser. Para pasar a la rebelión, primero tendrán que reconocer que ellos mismo son El Imperio.


*Puedes contactar a Hilary Goodfriend en su cuenta de Twitter.

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