“(El régimen de excepción) es el sueño de cualquier gobierno autoritario”

Para el pastor general de la Misión Cristiana Elim, Mario Vega, el deterioro de los cuerpos de seguridad, los abusos que estos cometen de forma sistemática y la impunidad en que se encuentran están conduciendo al país a una situación parecida a la de hace cinco décadas, en los albores de la guerra civil. Por otro lado, considera que el régimen de excepción es una medida de corte exclusivamente electoral y cree que, a mediano plazo, desencadenará un resentimiento profundo de las comunidades hacia el Estado.

Foto FACTUM/Elim TV


¿Cuál diría que es el principal legado del régimen de excepción?

Es un poco difícil reducirlo a un solo elemento, pero yo creo que si tuviera que hacerlo, yo diría que ha sido una auténtica mano dura en toda su expresión. Creo que es el sueño de cualquier gobierno autoritario. Por las condiciones muy particulares de El Salvador, hoy se hace realidad y tenemos una paz o una tranquilidad tensa, que no se sabe cuánto tiempo va a durar, pero que en el corazón de la ciudadanía está el sentimiento de que es temporal. 

Hay una percepción de seguridad, según algunas mediciones. ¿Cómo convive esta mano dura con la aparente legitimidad de la población?

Lo que ocurre es que el salvadoreño siempre ha sido muy inclinado a la agresividad, a la venganza y por lo tanto siempre popularmente se pensó que la salida de la violencia era más violencia.

La lógica es que si ellos no respetaron los derechos humanos o los derechos de las víctimas, ¿por qué uno tiene que respetar el de ellos? No se dan cuenta que al hacer ese razonamiento, están volviéndose uno de ellos, actuando como uno de ellos. 

En otras palabras están diciendo, ‘como me trataron, así los voy a tratar’, entonces si el trato de ellos fue criminal la respuesta de la sociedad y en este caso del Estado es criminal. 

Por eso es que es altamente popular porque las personas piensan que esa es la manera como se va a solucionar el problema, pero la violencia lo único que hace es alimentar el ciclo, va incrementándose cada vez más y llegará un momento cuando tendrá que manifestarse probablemente de manera diferente, pero mientras no se cambien o se resuelvan las raíces que provocan la violencia, siempre estará allí latente el problema.

Quienes ejecutan esta agresividad son, al final, los cuerpos de seguridad. En este último año, ¿en qué cree que se han convertido?

Yo pienso que ha sido un retroceso a los años 70 durante la dictadura militar. La policía que se creó con una naturaleza civil y con un respeto hacia los derechos humanos son elementos que se han perdido. 

La dictadura militar y el papel que los cuerpos de seguridad en esa época jugaron sigue todavía muy fresco, porque la historia es reciente, todavía hay con vida muchos salvadoreños y salvadoreñas que experimentaron lo que fue vivir bajo los cuerpos de seguridad y para colmo, también hay miembros de esos cuerpos de seguridad que siguen todavía activos dentro de la policía o del Ejército, de tal manera que no es que nos distancia un gran tiempo y la sensibilidad social que hay al menos de las personas mayores continúa muy viva. 

Entonces son las personas que pueden percibir la similitudes y cómo se están replicando características de aquella época, cuando el allanamiento de la morada, por ejemplo era una cuestión que se veía de manera muy natural, como se ve hoy en día; el hecho de capturas a personas sin que haya una orden judicial; la presunción de inocencia está eliminada, entonces es una reedición de lo que se vivió durante la dictadura militar, es un retroceso.

Los jueces de la calle, según el director de la PNC…

Él está diciendo la manera en que se ven y es en lo que el sistema prácticamente los ha convertido, porque en la práctica así funciona: el policía determina a quién captura o no, y la razón por la cual lo capturan. Y si no hay manera de mostrar esa razón, simplemente se la inventan y realmente los jueces solo están haciendo un papel de ratificar las sospechas que ese policía tuvo, de tal manera que un policía puede capturar a una persona porque le cayó mal, porque quizás actuó un poco irrespetuosamente o porque es un contrincante de una novia, o porque le debe dinero, o porque un vecino lo señaló… 

Cualquier motivo puede ser para que se le endilgue que es un miembro de pandillas, un colaborador o que recogía la renta, o darle el tinte de asociación ilícita, que ahora prácticamente cualquier persona puede ser señalada bajo esa categoría.

¿Cómo se explica que un país que sufrió tanto los abusos de poder los esté volviendo a legitimar?

Es el olvido, la memoria corta que se tiene y pienso que también hubo una falla de parte del Estado en formar y crear conciencia en las nuevas generaciones sobre lo que fue la guerra.

Si uno le pregunta a cualquier joven de bachillerato o de universidad si sabe de la guerra, sí van a saberlo, pero la información que tienen es muy dispersa y no hay una auténtica conciencia de los factores que llevaron a esa guerra, lo que produjo y todo el sufrimiento humano que supuso.  Se ha minusvalorado el periodo de la Guerra y luego lo que los Acuerdos de Paz significaron para nuestro país.

¿Usted cree que estos son los cuerpos de seguridad de un país moderno?

No, es todo lo contrario, es un retroceso a los años cincuenta o sesenta que se vivieron en Latinoamérica.

Lo que ocurre es que cuando la nueva generación no valora el tema de la democracia, es porque la democracia no les ha dado salida ni respuestas a situaciones que vivieron como la falta de empleo, falta de oportunidades, vivienda precaria, etcétera. 

Entonces ellos piensan: ‘si la democracia no ha podido satisfacer mis necesidades básicas, entonces podemos probar con algo más’, y como hay una tendencia al caudillismo y al autoritarismo que es cultural en Latinoamérica, cuando aparece una persona con estas características, entonces piensan que es un camino que vale la pena probar, olvidando las lecciones del pasado.

¿Existe la posibilidad del del dictador bueno, del caudillo benevolente?

No, no es posible, no hay un dictador bueno. Todo dictador comete abusos, es autoritario, es irrespetuoso del derecho, precisamente por eso es que se convierte en un dictador. 

Hay dictadores que han logrado ciertos avances económicos, Singapur, por ejemplo, que llegó a ser lo que es bajo la férrea mano de una persona muy autoritaria, pero uno no puede dejar de ver el abuso de los derechos humanos, a las libertades y al respeto a la persona humana que se perdió y todavía sigue bastante limitado en Singapur. 

Lo que ocurre es que las personas ven los jardines, ven los edificios, ven las carreteras, ven el dinero, pero no ven hacia las otras condiciones que, a la larga, son las que realmente cuentan para el bienestar humano.

En el caso, ¿qué es eso que la gente está viendo que aprueba tanto y cuál es esa otra realidad que está eligiendo no ver?

Esa es la gran paradoja, en términos de desarrollo no hay nada que uno pueda señalar y sin embargo, popularmente y según las encuestas, las personas piensan que hoy la educación está mejor, cuando todos los índices muestran lo contrario; piensan que la salud está mejor, cuando cualquier persona usuaria del sistema público o del Seguro Social sabe perfectamente que no hay cambios, no hay medicinas, como el mismo Seguro Social lo ha dicho; yo diría que el único elemento notorio ha sido la desarticulación de las pandillas bajo las condiciones que hemos mencionado ya. 

Pero lo que ha ocurrido es que las pandillas han sido cambiadas de lugar, se sacaron de los barrios para tenerlas ahora en los diferentes penales, pero las condiciones que hicieron que estos niños y jóvenes en su momento se volvieran violentos continúan intactas.

No hay mejoras sustanciales en salud y educación, pero ya no están los muertos…

Los muertos se han reducido, pero siguen existiendo todavía. Solamente hablando de feminicidios, en estos dos meses y medio que van del año ha habido más de 12 feminicidios. Estamos hablando de más de uno por semana. 

Entonces la violencia sigue y sigue de otras maneras: en 2022, donde la mayor parte del año fue ya bajo régimen de excepción, y según el mismo Ministerio de Justicia y Seguridad, hubo 2,907 violaciones a niños, a menores y casos de estupro, entonces vemos que la violencia sigue viva y a eso me refiero, que cuando las raíces no son cambiadas, entonces la violencia va a adoptar otras modalidades, pero siempre va a estar ahí. 

Por lo tanto, este es un paréntesis de relativa calma que se está viviendo en tanto llegan las siguientes elecciones y luego después no sabemos qué ocurrirá.

¿Le parece que el régimen de excepción es una medida simplemente de tinte electoral?

No tengo ninguna duda, así se ha manejado toda la vida, desde hace décadas la seguridad ha sido una carta para ganar réditos electorales que los diferentes partidos políticos en su momento jugaron y este no es la excepción.

¿Qué opina del aparente cambio que ha habido entre un gobierno que ha dado indicios de negociar con pandillas a ahora un gobierno que da indicios de ir en un combate frontal?

Todo tiene su lógica porque hay ya suficiente evidencia como para saber de que hubo una negociación con las pandillas y esa evidencia son documentos que vienen del mismo estado, de Centros Penales, hay vídeos, hay audios y hay también una causa judicial que se ha montado en el Distrito Este de Nueva York precisamente por conversaciones, pactos y acuerdos con pandillas para favorecerlas de las diversas maneras que han sido ya mencionadas. 

Entonces ese es un hecho, pero también es un hecho de que antes que viniera el régimen de excepción hubo tres repuntes de violencia que se dieron en diferentes momentos y que, según los mismos audios que han circulado de funcionarios de Estado, lo explicaban como una medida de presión para que el gobierno cumpliera con las condiciones que había pactado. 

Una de ellas era la de no extraditar a cabecillas de pandillas señalados por crímenes en los Estados Unidos. Entonces, para el tercer repunte de violencia que fue precisamente hace aproximadamente un año es que se da el giro y entonces se impone el estado de excepción, como diciendo “no me van a estar presionando” y según reportes periodísticos, esas fueron las palabras del presidente, “a mí nadie me va a estar presionando”. 

Entonces la respuesta fue el régimen de excepción, entonces bajo esa lógica tiene una coherencia completa el tema de las negociaciones con lo que ahora es una represión generalizada.

¿Usted cree que estamos conviviendo de nuevo con la naturalidad o la normalización de la tortura, del arresto arbitrario?

Sí. Yo creo que ha habido casos de tortura, las mismas Naciones Unidas se han expresado acerca de ello y ellos no van a dar una declaración de este tipo sin tener fundamentación y sin tener base. 

Hay capturas arbitrarias, yo en lo personal conozco casos de hombres y mujeres que han sido capturados y que, en algunos casos, nunca en su vida tuvieron relaciones con pandillas y en otro caso las tuvieron pero 10, 15 o 20 años atrás y ahora han sido recapturados; o personas que cometieron un delito en su pasado, cumplieron su pena, salieron libres porque ya habían cumplido la pena, vivieron una o dos décadas en una vida, nueva dentro del Evangelio y ahora por haber sido privados de libertad hace décadas atrás, por esa sola causa están nuevamente detenidos. 

Todo eso es arbitrario y se sabe que las condiciones dentro de los penales nunca fueron humanas, pero hoy mucho menos con el disparo en un hacinamiento inimaginable, entonces eso provoca descuidos como por ejemplo que las personas no reciban sus medicamentos a tiempo y ahí donde vienen muertes que están en manos del Estado, porque ellos son los responsables de garantizar la vida e integridad de los privados de libertad.

Para un país cuyas comunidades tampoco experimentaron sistemáticamente la presunción de inocencia, que no experimentaron una policía y fuerzas armadas amigas, ¿por qué debería preocuparles el régimen de excepción si nunca han convivido con una policía democrática? 

Si se vivió una una diferencia una diferencia, por ejemplo personas de mi edad nunca nos acostumbramos, yo nunca pude ver a la policía, aunque era de naturaleza civil y aunque conozco a miembros hombres y mujeres de la Policía que somos amigos, pero yo nunca llegué a sentirme totalmente confiado con la Policía Nacional Civil. 

Ese temor es parte de las vivencias que se tuvieron, la nueva generación que creció bajo estas nuevas condiciones, con una policía que era un poco más respetuosa de los procedimientos y de los derechos humanos, no vivieron aquello y creo que van a continuar pensando de que no ha habido mayor cambio, que las cosas no se han deteriorado hasta que le llegue su turno, hasta que llegue el momento en que ellos o algún familiar o algún conocido tenga que sucumbir ante los abusos que hoy se están cometiendo.

Usted que conoce la realidad de las comunidades, ¿cree que esto puede generar futuros resentimientos contra el Estado o caldo de cultivo de conductas antisociales o de reiniciar ciclos de violencia?

Yo estoy seguro de que en este mismo momento hay ya resentimientos y es un resentimiento muy hondo, muy interno dentro de las personas. Estoy hablando, por ejemplo, del caso de las comunidades, donde una buena parte de la juventud, casi toda ha sido capturada y yo no tengo duda que entre esas capturados hay miembros o colaboradores o simpatizantes de pandillas, pero también jóvenes que no tenían nada que ver y cuyo único elemento por el cual fueron detenidos es vivir en esos lugares pobres. 

Entonces estas familias que son las más afectadas sí muestran exactamente eso, un resentimiento y cuando la población ve como peligro o como enemigo a la policía, ahí estamos en un problema serio que va a traer repercusiones más temprano que tarde.

Las pandillas fueron por muchos años los grandes violentadores de las comunidades. ¿Le parece que esa brutalidad y esa violencia está ahora siendo sustituida por los cuerpos de seguridad?

Sí, yo creo que los que controlan el territorio hoy son los policías y el ejército, pero también hay que ser justos y yo creo que la dimensión es diferente, porque el control de las pandillas pues era para extorsionar, para moverse ellos con libertad, en tanto que los ciudadanos no podían hacerlo. El ejército y la policía hoy tiene presencia en los territorios, en realidad no tienen con quién disputársela, pero sí hay abusos, hay persecución, hay detenciones arbitrarias, pero tampoco se ha llegado a las condiciones que se tenían antes. Pero sí existe un peligro, porque cuando no hay control ni hay fiscalización del trabajo de alguien que anda armado legalmente, es muy fácil, es solo un paso más para llegar a los abusos.

Dentro de este camino sin controles, dentro de este autoritarismo como el que hablaba al inicio, ¿cree que en algún momento todo este poder que se le da a los cuerpos de seguridad puede transformarse en que se conviertan en actores políticos? ¿En garantes del silencio y que no haya descontento generalizado?

Sí, yo creo que el ejército desde que inició este gobierno tiene un rol político. El ministro de Defensa es evidente que tiene un rol muy político, el director de la Policía es un poco más entre bambalinas, pero también lo tiene, y yo pienso que darle demasiada fuerza y demasiado poder, es decir sacar al ejército de sus cuarteles, que es donde los Acuerdos de Paz los enviaron, será un peligro aún para los mismos gobernantes porque ellos pueden continuar sintiéndose cada vez más y más fuertes hasta que finalmente toman el control de los países como sucede en el pasado.

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