@revistafactum #EditorialFactum |🔴Hemos sufrido amenazas –con este gobierno y con el anterior– y hemos alertado del peligro que representa al país cuando se identifica al periodismo como enemigo. Seguiremos haciendo las preguntas incómodas,fiscalizando, porque este no es tiempo para cobardes. #NayibBukele #Bukele #ElSalvador #Elecciones2024 #Factum #RevistaFactum ♬ sonido original – Revista Factum
Este 28 de octubre, Factum cumplió 9 años. Casi una década donde hemos mantenido intacto nuestro compromiso con la comunidad: periodismo útil, revelador e irreverente. Un periodismo que fiscaliza al poder siempre estará contra el miedo.
En los últimos años hemos encontrado gente que siente miedo: en las calles, en despachos ministeriales, en la sociedad civil. Gente con miedo a decir lo que piensa o con miedo a disentir. Pero también hemos encontrado gente valiente que sigue desafiando ese miedo. No podemos sucumbir.
Hace más de dos años, en mayo de 2021, cuando el Bukelismo consolidó su proyecto, es decir, cuando cumplió su objetivo de acabar con la independencia judicial y la separación de poderes del Estado para crear una finca moderna a su antojo, Factum escribió en su editorial que la democracia había muerto en El Salvador.
Y no nos equivocamos. El país se quedó sin controles, y desde entonces la corrupción se profundizó, haciéndose costumbre, un legado que se transformará en sinónimo del apellido Bukele en el futuro. Y se quedó sin transparencia, porque además de desaparecer fondos públicos, los funcionarios de este gobierno también desaparecieron la información pública que nos permitía saber en qué gastan nuestro dinero.
Hace dos años, con el golpe de Estado al sistema judicial ya cocinado, fue muy evidente que tiempos oscuros vendrían. Desde Factum advertimos que habría linchamientos digitales, uso arbitrario de las fuerzas de seguridad y desinformación, un cóctel creado para desanimar la participación ciudadana. Ahora, con una reelección inconstitucional inminente, sabemos que los tiempos oscuros se agravarán.
Y por eso era y sigue siendo fundamental no quedarse en silencio. Ante la falta de instituciones de control, y un ejército de serviles al ataque, la sociedad civil debe ser el contrapeso.
El régimen de excepción no es otra cosa que el esquema de control represivo de un estado autoritario para mantenerse en el poder. Vivimos nuevamente en un país militarizado, que ha interiorizado, con una aprobación cada mes, que los errores y las críticas se pagan caro. El “te vamos a aplicar el régimen” se ha convertido en la amenaza real para cualquiera que se atreva a pensar.
Los miles de inocentes detenidos injustamente -a los que nadie pedirá perdón- son prueba de ello. O los presos políticos, ex aliados o no, que se pudren en cárceles u hospitales por pensar diferente o saber demasiado.
El país vive un momento histórico, una repetición de viejos vicios que atentan contra la democracia. Y en cada uno de ellos ha sido necesario enfrentar al miedo. Hemos sufrido amenazas –con este gobierno y con el anterior– y hemos alertado del peligro que representa al país cuando se identifica al periodismo como enemigo.
Hemos tenido miedo, pero sabemos que no somos los únicos. Poblaciones excluidas y actores sociales que no sirven a los intereses de la propaganda viven cada día bajo amenaza. El miedo es parte de su rutina, pero deciden enfrentarlo, deciden desafiarlo. Los y las periodistas no podemos traicionar al oficio y sucumbir ante el miedo.
Seguiremos haciendo las preguntas incómodas, las preguntas necesarias, fiscalizando, porque este no es tiempo para cobardes.
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