“Es posible que nos acerquemos más a un régimen como el nicaragüense”

Amparo Marroquín, comunicadora y académica de la UCA,  considera que el régimen de excepción es una pieza más en un proceso de desmontaje sistemático de ciertas garantías democráticas. Para ella, las políticas actuales solo son sostenibles si el objetivo es transitar hacia una Nicaragua donde el disenso se paga muy caro. 

Foto FACTUM/Elim TV


¿Cuál ha sido el principal legado del régimen de excepción?

El principal legado del régimen de excepción es dejar de lado los derechos humanos. Es decir, mostrarnos que para tener seguridad necesitamos obviar que los derechos humanos existen y que la gente tiene una serie de derechos, a un juicio, justo ser informado por qué es capturado, etc. 

Es decir, parecería que el régimen de excepción lo que nos muestra es que los derechos humanos son un estorbo para construir políticas sociales.

¿Te parece un costo que pagar por la reducción de homicidios, como lo ha tratado de pintar en algún momento el Gobierno?

Yo creo que vamos a pagar muy caro como sociedad el habernos creído esto. Si me decís que habría habido muchos homicidios más, yo creo que no lo podemos leer en este momento, porque homicidio sigue habiendo. Solamente podemos contabilizar los feminicidios, desaparecidos sigue habiendo, entonces yo no estoy segura que el asunto sea un asunto numérico, creo que tragarnos el cuento numérico es justamente uno de los problemas. 

Cada vida es importante. Entonces que él diga que las personas que han muerto en prisión sin haber tenido un juicio justo es una especie de daño colateral, me parece que es muy complicado.

Pero por otro lado sí ha habido un desmontaje de estructuras que no se logró hacer antes, ¿no?

Claro, ha habido un desmontaje de estructuras y eso es lo que la gente que nos está escuchando y la gente que nos está mirando siente. Que ha habido un desmontaje de estructuras. La pregunta es si este desmontaje va a contribuir a un montaje posterior, que también es una de las preguntas que la gente se está haciendo.

Hasta dónde esto realmente es un proceso sostenible, es algo que al menos cinco de cada diez salvadoreños están preguntando.

Dices que la opinión es que los derechos humanos se convierten en una suerte de estorbo. Para un país donde los derechos humanos eran algo difuso y la presunción de inocencia no había estado en las comunidades, ¿crees que la gente siente una diferencia?

Yo creo que la gente que se está viendo afectada por el régimen de excepción ve una diferencia, el resto de la gente no. Somos un país que normalizó la violencia por lo menos en el último siglo. Hemos normalizado la violencia e incluso hay autores que dicen que desde la época de la colonia, que aquí ha sido un lugar muy violento, que estamos acostumbrados a ver muerte. De alguna manera te vas protegiendo y normalizando estos procesos.

Yo creo que es un poco lo que nos ha pasado. Siempre hemos sido violentados, entonces que ahora el régimen de excepción violente a alguna gente… pues, parece que por lo menos eran criminales, entonces ni modo, que los violenten. 

Entonces esta violencia se justifica porque da resultados.

Parecería ser así. Es decir, yo no lo justifico, pero en general, lo que nosotros vemos en la población es que esta justifica la violencia en la medida que hay resultados. Es un poco en la vida cotidiana, pensémoslo como ‘me pega porque me quiere’ o ‘le pego porque lo tengo que educar. Si está maleducado es porque no le pegué lo suficiente’

Hay un elemento de violencia cotidiana que hemos normalizado. Si vamos a otras sociedades, no podemos hacer eso, pero en una sociedad como la nuestra parecería que para entrar en disciplina y para ser una persona exitosa, necesitamos que ejerzan violencia sobre nosotros o ejercer violencia.

Y dentro de esta sociedad violenta, ¿crees que a la gente le interesa siquiera el discurso de derechos humanos?

A mí me parece que no. Me parece que estorba el discurso de los derechos humanos, me parece que desde siempre fue algo que no terminaba de gustar porque porque los derechos humanos obligan, por ejemplo, a los patronos a respetar los derechos de los trabajadores, implica que tenemos vacaciones, que tenés días libres, que tenés un aguinaldo pagado y eso pues tiene costos. También implica que yo no puedo violentar a una persona aunque me parezca terrible lo que está haciendo.

Dentro de dentro de esta normalización, hay un punto en el que los derechos humanos ya le empiezan a importar a las personas. ¿Cuándo se llega a eso?

Los tiempos nuestros son cíclicos, o sea, decir la cosmovisión indígena en eso me parece fundamental. Son cíclicos como las cosechas en verdad, esta sensación de temporalidad. También este tipo de sensación de que la violencia nos está tocando cuando empezamos a darnos cuenta que la violencia toca a los inocentes, en ese momento creo yo que tenemos como un choque cognitivo y ya no normalizamos la violencia. Eso mi generación lo vivió durante la época de la guerra y creo que las nuevas generaciones otra vez, en un tiempo cíclico, volverán a descubrir que la violencia termina tocándonos a todos de alguna manera y que eso no es bueno.

Dentro de este ciclo, ¿qué rol le ves a los cuerpos de seguridad? Se suponía que habíamos empezado una etapa democrática que habíamos empezado en la etapa de respeto de derechos humanos y 30 años después estamos retornando a ese pasado sangriento del que veníamos, ¿cómo se explica volver tan rápido?

Somos una sociedad profundamente autoritaria, creemos que la violencia es un proceso de reforma social. Yo quiero creer que muchas personas que están en los cuerpos de seguridad y que de pronto nos escuchan, son personas que tienen buena voluntad, sin embargo siempre cualquier poder y cualquier autoridad necesita tener límites. 

Cuando uno como autoridad no tiene límites. Yo soy profesora, por ejemplo, y si a mí no me dicen que los estudiantes tienen ciertos derechos, quizá yo no respete esos derechos. 

Entonces, ¿cuál es el rol de los cuerpos de seguridad? Es que en la medida en que no les estás poniendo derechos, en la medida en que decís que ellos son los jueces de la calle que pueden hacer lo que quieran, pues eso eso se vuelve muy complicado porque nosotros entendíamos en los procesos democráticos que para ser juez tenés que tener una cierta información, un juez de la calle es como una especie de contradicción, necesitas tener como un proceso detenido en donde escuchas una parte, escuchas a la otra. Si estás en la calle, ese no era el rol de los cuerpos de seguridad lo que hacen es contener una situación determinada en la sociedad, pero no deberían ser los jueces.

En la medida que le quitas los deberes a los cuerpos de seguridad, en la medida en que le quitas las fronteras y los límites de lo que pueden hacer, las posibilidades de abuso de ese poder se vuelven cada vez mayores. 

A partir de eso, ¿las capturas arbitrarias, torturas, etc.?

Para mí también eso tiene que ver con un sistema de seguridad que no es creación de este gobierno, es una herencia de los gobiernos anteriores y que nunca le apostó a la profesionalización de los cuerpos de seguridad. Profesionalización no quiere decir darles nuevos uniformes o más armas. Profesionalización quiere decir, por ejemplo, estudiemos criminalística, entendamos cómo se hace la investigación científica de un proceso criminal. 

Nosotros, como lo han venido denunciando muchos expertos pero también los periodistas desde los últimos 30 años, tenemos un proceso de captura basado en la denuncia y cualquier persona que haya visto cualquier serie de televisión se da cuenta que, en general, en las series policíacas los procesos de captura no se dan cuando alguien denuncia, sino cuando hay un proceso de investigación criminalística científica que te muestre ciertas pruebas que involucran a un sujeto.

Entonces, en 30 años nuestro sistema de seguridad sigue utilizando la denuncia anónima, además como posibilidad de captura. ¿Cuál es el gran problema de eso?, que en un país tan violento, con tantos problemas viejos que venimos arrastrando, si a mí me cae mal alguien yo puedo denunciar a esa persona y eso va a ser arbitrario, pero yo le estoy arrogando al cuerpo de seguridad que sea el juez y el juez va a actuar solamente a partir de una denuncia anónima, allí es donde a mí me empieza a dar problema todo este asunto. 

Por años, las encuestas mostraron que los salvadoreños están mayoritariamente dispuestos a sacrificar la democracia para solucionar problemas. ¿Te parece que el régimen de excepción es la muestra palpable de esto?

Creo que sí, y creo que este gobierno lo ha sabido leer muy bien.

Hemos sido una sociedad que no ha vivido, sino que ha sobrevivido, la gran mayoría de la población, ha sobrevivido mes a mes, viendo como de su salario pagan todos su gasto y además la renta que los pandilleros pedían y esos son problemas súper serios. 

Ahorita es como que te hubieran hecho un aumento de 100 dólares al mes, porque no estás pagando la renta y eso es muy importante para mucha gente. Si eso implica injusticias, si eso implica pérdida de libertades, pues perdone, pero a mí me alcanza por fin para llegar al mes, ahora mis hijos pueden salir a jugar fútbol a la calle, otra gente paga, ni modo. 

Cuándo va a venir el truene, cuando empecemos a ver cada vez más personas inocentes más personas que nos tocan de cerca a nosotros y nos demos cuenta que esa gente no tiene nada que ver. 

Es un poco lo que pasa también con las poblaciones migrantes es decir, nosotros los salvadoreños cuando emigramos, hay mucha gente que no le molesta que nos violenten los derechos humanos a nosotros, hasta que se vuelven nuestros amigos. Entonces ahí sí les molesta que violenten los derechos humanos de un migrante conocido.

¿Te parece que este entramado de cuerpos de seguridad que abusan cada vez más del poder, de leyes exprés punitivas, de jueces que son tramitadores de lo que pasa en la calle se puede eventualmente transformar en algo para silenciar críticas y para finalidades políticas?

Yo creo que sí. Una vez que abriste la puerta ahí pueden entrar muchas cosas. Nosotros no teníamos un sistema democrático consolidado. Nosotros ya teníamos problemas con los jueces, ya teníamos juicios que no habían sido bien llevados, pero en la medida en que había límites y que había un cierto contrapeso, un ciudadano podía recurrir a otras instancias que le permitieran buscar un proceso lo más justo posible. En este momento eso no se vuelve posible y abriste la puerta, por tanto después podés usar esta puerta para otras cosas.

¿Es el régimen de excepción una pieza dentro del desmontaje democrático?

Un error ha sido leer todo esto como una cuestión improvisada. A mí me parece que lo que nosotros estamos viendo es un desmontaje sistemático de ciertas garantías democráticas que tardamos años en conseguir y que en este momento se está viendo que no son necesarias. 

Hay, dentro del imaginario político de nuestros países, la idea del autócrata benevolente. ¿Te parece sostenible esta idea?

Hay mucha gente que piensa que vivimos ahorita bajo el mandato de un autócrata benevolente. Los estudios que se han hecho desde la universidad lo que nos muestran es que la gente mira que este gobierno ha dado muchas ayudas monetarias y materiales a la población, y que eso es muy importante. La gente dice, ‘nos dio 300 dólares durante la pandemia, nos dio después las canastas alimentarias, después nos dio 30 dólares en Bitcoin, hemos tenido benevolencia en este sentido y tenemos a alguien que se preocupa por lo que nosotros hemos estado viviendo’. No estoy segura si esto va a ser sostenible, pero en este momento lo es, yo creo que esa es una realidad de facto.

¿Cuál es la contraparte de esta benevolencia? ¿Es el silencio, la obediencia, la aceptación?

Yo creo que en este momento la gente más que silencio u obediencia tiene una actitud muy celebratoria, hay una parte muy importante de la población que vive este proceso con mucha esperanza, sintiendo que las cosas van a ir mejor y hay otra parte de la población que vive esto más bien con silencio y con susto, sintiendo que lo que nosotros estamos viviendo es una bomba de tiempo que nos desactiva el proceso democrático y que eso no es de ninguna manera positiva. 

Si no es sostenible esto, si van a ser al final parches temporales el descontento va a crecer en algún momento. ¿Te parece que han creado la infraestructura para limitar la libertad de expresión?

El Gobierno ha construido un control territorial a través justamente de las fuerzas armadas, de las fuerzas policiales, que les permite en el momento en el que haya un descontento social mayor, reprimir. No ha pasado y ojalá yo me equivoque, sueño con equivocarme, pero la posibilidad de que en algún momento el poder cuando se sienta cuestionado ataque de manera directa, silencie de manera directa es muy grande. Tenemos un régimen de excepción que suspende las garantías constitucionales, que permite actuar de facto de una manera muy arbitraria.

El presidente y su círculo han logrado creer esta narrativa de que la libertad de expresión también es un estorbo, porque es herramienta de los medios opositores, de los mismos de siempre y demás, ¿pero a quién realmente afecta la falta de libertad de expresión y de prensa?

Nos afecta a todos otra vez. La falta de libertad tiene que ver con que a mí no me informan de qué es exactamente lo que está pasando. 

Si alguien viene y dice, ‘denme todo el dinero y no voy a decir quién tiene cuánto’, en realidad más que los medios de comunicación que son quienes nos informarían qué es lo que están haciendo, el rol de los medios de comunicación es informarnos lo que está pasando, por supuesto que afecta a los medios de comunicación porque no nos pueden contar o tienen que tienen que dar una vuelta muy larga para lograr contarnos, pero nos afecta sobre todo a la sociedad. Cómo uno va a funcionar si uno no sabe cómo o quién está llevando las cosas de la casa. 

Bueno, pensemos en nuestra sociedad como una casa más grande. Necesitamos que nos digan cómo están queriendo llevar la casa, para dónde la quieren llevar y de qué manera.

Dentro de esta normalización de la violencia del Estado, ¿te parece que se está generando el caldo de cultivo para que se vuelva a iniciar un ciclo de grupos que están antisistema o resentidos con el Estado?

No estoy tan segura de esto, porque las realidades sociales de este momento han cambiado, y las formas de construir otro proyecto de vida, son distintas. 

Lo que nosotros sí vemos es mucha más migración, ha sido una gran ventana de oportunidad para mucha gente, entonces es muy posible que cada vez tengamos más migración, pero también 

Es posible que nos acerquemos más a un régimen como el nicaragüense. En el régimen nicaragüense, las posibilidades de que un grupo proteste son realmente mínimas. Entonces a mí me parece que nos estamos jugando en escenarios en donde una posibilidad es Nicaragua, otra posibilidad es un espacio intermedio de un régimen menos autoritario, pero que haga que mucha población salga del país y otra posibilidad sería que logremos convencernos entre todos que necesitamos los procesos democráticos y que los procesos democráticos en realidad nos van a beneficiar a todos y que no nos habían beneficiado porque no se habían establecido de la manera correcta.

Dentro de este esquema, lo que el presidente parece estar diciendo es que no era necesario inversión social para la marginalidad, inversión social en programas de salud o educación, sino militares y policías en las comunidades. ¿Qué tan sostenible va a ser esto?

Depende de para dónde queremos llevar el país, si lo queremos llevar hacia lugares más autoritarios, pues esto es sostenible. Eso es lo que necesitamos, que nadie hable. Si nosotros queremos en efecto una sociedad más libre, más abierta, pues en realidad eso no es sostenible. 

Necesitamos invertir socialmente y de hecho escuchemos los discursos del presidente en sus inicios en la vida política: son discursos en donde él va a insistir en la necesidad de la inversión social y todos los que nos están escuchando que votaron por él, votaron por él por ese discurso inicial de inversión social, o sea, lo que él decía era hay que profundizar los procesos democráticos, hay que crear una CICIES que permita la rendición de cuentas, hay que parar los procesos de corrupción y hay que mejorar las escuelas, los hospitales. 

Él dijo que no quería más cárceles, que lo que necesitamos eran escuelas, que no necesitamos procesos positivos sino una inversión social y la gente que votó por él votó por eso, ¿no? 

No podemos divorciar todo esto que está pasando del calendario electoral que tenemos frente a nosotros. ¿Te parece que el régimen de excepción juega un un rol político o un rol electoral?

En general las políticas de seguridad en este país son políticas electorales. Desde mano dura, la súper mano dura, la mano dura con guante, la tregua de Mauricio Funes es decir todas son políticas en el fondo electorales que buscaban soluciones cortoplacistas. 

Entonces, ¿qué es lo que va a pasar a largo plazo? No nos importa, lo que importa es que voten por nosotros, lo que yo miro con el régimen de excepción es que va a durar por lo menos hasta las elecciones. Ojalá me equivoque, pero yo tengo la impresión de que va a durar hasta las elecciones porque el régimen de excepción es, ante todo, una medida electoral. 

Si nos preocupa la violaciones de los derechos humanos, lo que va a pasar después, no importa, porque lo que necesitamos es un proceso de reelección, entonces es una medida a corto plazo.

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