Quedarse no es opción después de cuatro años

Más salvadoreños salieron del país en los últimos cuatro años. Desde 2019 la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos registra un aumento de salvadoreños que trataron de ingresar a ese país. Sofía, una mujer de 51 años, está a la espera de que sus hijos lleguen a EUA, porque quedarse en El Salvador no era una opción para ellos.

Ilustración: Victoria Delgado


Sofía*, de 51 años, despierta todos los días a las 3:00 de la madrugada. Se levanta y hace una oración: cree que no hay otra manera de enfrentar la vida. El pasado viernes 26 de mayo, a diferencia de todos los días, a esa hora no se encontraba orando. Ese día le estaba dando el último abrazo a sus dos hijos que estaban por salir rumbo a Estados Unidos.

Sus hijos, Vladimir*, de 31 años, y Adriana*, de 28, salieron esa madrugada hacia Guatemala. Hubo llanto, sollozos y después incertidumbre. Las razones por las que se fueron sobran, pero Sofía lo resume con las siguientes palabras: persecución y pobreza. 

Adriana dejó a sus dos hijos: un niño de tres años y una niña de ocho. Ambos quedaron bajo el cuidado de su abuela, que se dedica a vender tortillas. Adriana trabajaba como cuidadora de un niño de dos años. En un mal día de trabajo, entre ella y su esposo llevaban $3 a casa. En sus mejores días, $20.  

En El Salvador, un país donde el salario mínimo es de $365, la canasta básica ronda los $250 para la zona urbana y los $190 en el campo. Hay gente que ha tenido que eliminar un tiempo de comida o reducir el consumo de carne o huevos por el incremento de precios.

“Las cosas van más caras y pues sí, en el estudio se gasta. Había veces que ni para la comida tenía y le entraba una desesperación horrible”, comenta Sofía, quien asegura que Adriana no halló otra opción para el bienestar de sus hijos más que irse.

Desde el año 2019, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos ha registrado un aumento de salvadoreños detenidos en la frontera sur. Ese año las cifras evidencian la detención de 92,351 salvadoreños. El año de la pandemia por Covid, cuando todos los países cerraron sus fronteras, la cifra bajó a 17,165. Pero en 2021, la migración alcanzó niveles récord: 98,690 salvadoreños fueron apresados. En 2022, la cantidad se mantuvo por encima de las cifras de 2019, con 97,030. Y hasta abril de 2023 iba un total de 35,901 interceptados. 

“Yo nunca le he puesto mucha atención a eso de la migración, pero ahora que ellos decidieron irse…”, dice Sofía y no puede terminar la frase. Toma aire y sus ojos se llenan de lágrimas. Luego explica que no deja de pensar en el peligro que enfrentan sus hijos: posibles detenciones, asaltos e incluso pasar hambre en el camino. 

Vladimir, el otro hijo de Sofía, era soldado. Su madre cuenta que lo vigilaban los pandilleros afuera de su casa. El régimen de excepción interrumpió la vigilancia durante un tiempo, pero después, según ella, continúo. Sofía dice que está vivo de milagro. En una ocasión, hace cuatro años, le dispararon a unos metros de su vivienda. Para ella no había paz. Dice que observaba que todas las noches se asomaban diferentes hombres para acecharles. La última vez que los vio fue hace 15 días.

“Lo vigilaban por ser militar. Nos dimos cuenta al final, en 2022, que a él sí lo habían mandado a matar”, dice. 

Aunque lamenta su ausencia, considera que lo mejor fue que Vladimir migrara. “Ya mi hijo corría peligro aquí. Él decidió irse por miedo”, menciona. 

Sofía sufre de hipertensión y con la partida de sus hijos siente que ha empeorado. El insomnio no la deja descansar. Duerme aproximadamente dos horas cada día. Y cree que solo mejorará hasta tener noticias de sus hijos, hasta saber que están a salvo. 

Para ella, el panorama empeoró en los últimos años. “El régimen ha hecho que más gente se vaya migrando, por miedo, por cómo está la economía. Hay muchas necesidades y dinero no hay, no hay trabajo. Nosotros los de afuera, aquí en el campo, no tenemos respaldo de nadie”, dice, desde un cantón del departamento de San Salvador.

Este 31 de mayo, pasada la una de la tarde, Sofía solo ha vendido $3 de tortillas. Eso ya está reservado para el día siguiente: $1.25 para el microbús que transporta a su hija de 13 años y lo demás para la alimentación de la niña. De lo que quede de la venta en su pequeña tienda, guardará para los recibos de agua y luz y para sus medicinas. 

Más tarde se enterará que el esposo de Adriana, quien se quedó para sostener económicamente a los niños,  se quedó sin trabajo. Era conductor. 


*Los nombres fueron cambiados por petición de la entrevistada. 

¿TE HA GUSTADO EL ARTÍCULO?

Suscríbete al boletín y recibe cada semana los contenidos en tu email.