Ahora El Salvador está hablando de oro. ¿Por qué? Porque alguen que cree que Dios le habla, que resulta ser el presidente, lo ha metido en la agenda pública. Quiere que todo el país hable de si es conveniente o no envenenar el agua para supuestamente volvernos ricos. La gran pregunta es ¿por qué quiere que hablemos de esto? ¿Por qué ahora?
Nuevas Ideas podría simplemente apretar el botón y desaparecer la ley que prohíbe todo tipo de minería metálica. Ya lo han hecho en el pasado. Sin discusiones, sin raciocinio, sin dar explicaciones, como ocurrió con los primeros cambios a la Constitución, los nuevos millones en deuda o los recortes presupuestarios para lo que verdaderamente importa. Así pasa cuando la democracia se esfuma.
Pero antes de que cambiáramos del bitcóin al oro, El Salvador había recibido varias noticias amargas. La más cruel venía desde la frontera sur de Estados Unidos con México.
Las detenciones de migrantes salvadoreños en la frontera han disminuido en los últimos meses. Eso es una realidad. Pero también es cierto que la migración continúa porque no todos pueden sobrevivir únicamente con árboles gigantescos o la iluminación navideña del centro histórico.Hay que tener un techo donde dormir, agua limpia para tomar, y una buena atención médica . Hay que comer.
Una niña de dos años y un niño de diez, ambos salvadoreños, fueron encontrados esta semana por patrulleros de Texas en la frontera sur de los Estados Unidos. Ambos viajaban sin familiares, junto a coyotes, y fueron abandonados. Dos y diez años.
La situación debería ser motivo de indignación colectiva. Y no contra la madre o el padre. Eso bien lo saben los miles de salvadoreños que han tenido que salir de El Salvador para poder sobrevivir. Pasan los años, cambian los gobiernos, se malgasta lo poco que se tiene y El Salvador continúa expulsando a su gente. A los excluidos del reparto de las élites. Porque los sueños, la Ciudad Dorada y el oro no serán para todos.
Es insensato hablar de riqueza enviada por Dios cuando una niña de dos años, que recién empieza su vida, debe abandonar su país. Pero la mentira debe prolongarse.
La otra noticia de la semana también tiene que ver con prácticas del pasado que no acaban. Una nueva filtración de un grupo de hacktivistas reveló que la unidad de inteligencia de la policía funciona como policía política. Fichas e información relevante de opositores políticos, activistas, sociedad civil y de críticos al régimen son recolectadas por una policía que hace años perdió el rumbo civil que aún muestra en su nombre. Es lo esperable para un gobierno que se vale del miedo como método de control.
En medio de estas noticias llegó el oro. Y más allá de los tuits presidenciales, está muy claro que la minería no debería regresar a El Salvador. Eso lo saben en Nuevas Ideas, los aliados del gobierno y hasta en la misma familia presidencial, que antes de llegar al poder pregonaban contra la minería.
El Salvador ya vivió estragos con la minería y no debería estar dispuesto a que lo contaminen más. El malabar presidencial, que ni su padre permitiría, no debería desviar nuestra atención de los demás problemas que no quieren que veamos. Que hay hambre y represión. Que la historia regresa, repitiéndose eternamente como farsa. Que No todo es oro.
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