Las mujeres que mantienen a flote Los Blancos

La Playa Los Blancos se fue quedando sin hombres debido al régimen de excepción: 25 pescadores fueron capturados en la zona. Para las mujeres que allí quedan no ha existido la opción de parar. Ahora dividen sus semanas en jornadas de distintos trabajos porque uno no es suficiente para alimentar a sus familias, pagar las cuentas, ahorrar para viajes a centros penitenciarios y comprar paquetes de insumos. La carga ya no es solo de ellas, también de sus hijas, que están iniciando su labor como cuidadoras y trabajadoras.

Fotos FACTUM/Natalia Alberto


Alejandra*, de once años, dejó de ser una niña que estudiaba cuarto grado para convertirse, también, en una trabajadora. Brenda*, su madre, no esperaba que ella le pidiera permiso para aceptar un empleo a tan corta edad. La propuesta de este primer trabajo la hizo Maribel, quien conoce la necesidad que la familia de ambas afronta desde que empezó el régimen de excepción, que despojó de padres, esposos, hijos y hermanos a las mujeres de la Playa Los Blancos, en La Paz, donde residen Alejandra y su madre.

El 14 de febrero de 2023, la Asamblea Legislativa aprobó la decimoprimera prórroga del régimen de excepción, en el cual se estiman más de 64 mil capturados, de acuerdo a cifras oficiales. Las organizaciones reportan 90 fallecidos en la cárceles y más de 4 mil denuncias por violaciones a derechos humanos. Christian Guevara, jefe de la bancada Nuevas Ideas en la Asamblea Legislativa, se ha referido al régimen como “un regalo para los salvadoreños”.

Para Brenda y sus hijos está lejos de ser un regalo. Es, al contrario, una verdadera pesadilla. El lunes 6 de junio de 2022 se llevaron a José para ser investigado. Estaban por desayunar, faltaban pocos minutos para las siete de la mañana cuando unos policías se asomaron por la puerta preguntando por el empleo de él. No importó cuánto la familia intentó demostrar que trabajaba en la pesca y albañilería, de igual manera lo capturaron, según relata Brenda. Y así, los 15 días que prometieron los agentes, hoy son meses que solo parecen acumularse. Ese día no solo se llevaron a José, quien era la principal fuente de ingresos para el hogar, con él también se fue la estabilidad emocional y económica que sostenía a Brenda y a sus cuatro hijos, de once, ocho, dos años y la bebé de ocho meses. 

Desde entonces los niños le temen a los hombres uniformados, según Brenda. Lloran al recordar la captura de su papá y explican a detalle cómo recuerdan ese momento: el niño de dos años coloca sus manos atrás simulando el momento del arresto. Alejandra, a sus once años, dice que no puede evitar romper en llanto y preocuparse si los policías están cerca de su casa, pues teme que también se lleven a su madre. En Los Blancos, donde la principal actividad económica era la pesca, fueron capturados 25 pescadores, según los lugareños. Las redes permanecen tiradas desde que inició el régimen.

Las lanchas que utilizaban los pescadores capturados durante el régimen de excepción permanecen en la orilla del estero en San Luis La Herradura, La Paz. Foto Factum/Natalia Alberto

“El país vive un contexto violento e intolerante”, expresó la Resistencia Feminista en la marcha del 25 de noviembre de 2022, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Se manifestaron sobre las capturas arbitrarias de mujeres, entre ellas de lideresas en comunidades, como es el caso de Esmeralda Domínguez.

Con este cartel, Brenda denunció la captura de su esposo en la playa Los Blancos. Hoy lo mantiene escondido por medio a represalias. Foto Factum/Natalia Alberto

La desigualdad antes y después del régimen

“Para hablar sobre las consecuencias del régimen de excepción en las mujeres es necesario plantear un contexto previo”, dice Silvia Juárez, coordinadora del Programa Derecho a una vida libre de violencia para las mujeres de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA). “Ningún hecho social deja de estar atravesado por las desigualdades previas que arrastran ciertos grupos sociales”, añade. 

Las mujeres enfrentan condiciones de desigualdad y precarización, dice Juárez; por eso acciones como la suspensión de garantías constitucionales las coloca en graves desventajas y las afecta de manera negativa y diferencial. 

Lorena Valle Cuéllar, economista feminista, señala que las desigualdades estructurales condicionan a las mujeres en el mercado laboral y en la economía, mucho antes del régimen de excepción. Para el año 2021, las mujeres dedicaron 25 horas semanales más que los hombres al trabajo doméstico no remunerado, según lo indica el informe “El Salvador un país de cuidados. Ingreso básico, reducción de la brecha salarial entre mujeres y hombres, y una reforma no contributiva para las mujeres”. Esto evidencia la amplia diferencia: mientras el 75% de actividades de trabajo doméstico y cuidados no remunerados lo realizaron las mujeres, el 25% restante lo desarrollaron los hombres.

¿Viajar al penal, comprar paquetes o comer?

Brenda comenzó a buscar la manera de subsistir y, además, ahorrar para los viajes hacia el penal La Esperanza, en San Salvador, y para los paquetes de insumos para su pareja. No fue suficiente contar solo con un trabajo. Al principio dividió su tiempo entre ventas informales, trabajos domésticos y tortillería. 

Fachada de la vivienda donde sobreviven Brenda y sus cuatro hijos luego de la captura del pescador que les proveía de alimentación. Foto Factum/Natalia Alberto

Empezó por vender las ocho gallinas y los veinticinco pollos de engorde que tenía en su casa, hasta que no quedaron más. Después hizo tortillas, pero notó que el humo de la leña estaba afectando su salud y así se lo confirmó un doctor de la clínica municipal, quien le recomendó parar el negocio. Por último, puso a disposición de sus conocidos los servicios de lavado y planchado, algo que ya había realizado antes. Brenda solía cobrar $1.50 por lavar doce prendas de ropa, pero debido al incremento de la canasta básica decidió aumentar $0.50 centavos. En un día normal de trabajo lava 72 unidades, que le dejan $12. Y combina todo esto con el cuidado permanente de sus cuatro hijos. 

Pero el dinero no llega a diario, ya que no la llaman todos los días a trabajar. Y a veces, aunque cumpla su jornada, le dicen que le pagarán la próxima vez que llegue. Por esa razón tomó la decisión de vender artículos propios: lo primero que liquidó fue una licuadora, según recuerda. Aún así, Brenda cuenta que hay días en que no les alcanza ni para comprar comida. Le resulta un lujo cambiar su menú habitual de frijoles y tortillas, y solo cuando existe la posibilidad compra un dólar de pupusas que reparte entre los niños.

Alejandra también intenta que su familia no pase hambre. A sus once años se siente responsable de suplir las necesidades de las que se encargaba su padre. Inició trabajando los fines de semanas en un comedor: barriendo, limpiando mesas, lavando trastes y haciendo tortillas cuando fuera necesario. Recibía $10.00 por dos días, en un horario de 7:00 de la mañana a 4:00 de la tarde. Pero tuvo que dejarlo porque se enfermó. Dice que durante esos días solo deseaba recuperarse para volver a trabajar. Después sus venías empezaron a buscarla para trabajos domésticos. La paga era de $2.00 por lavar trastes, barrer o trapear. Durante sus “vacaciones” se volvió trabajadora a tiempo completo en un rancho de la zona, con un sueldo de $5.00 por día. 

“Se me hace duro ver que trabaja a su edad”, dice Brenda. 

El 23 de febrero de 2023 las hijas de Brenda no habían iniciado sus clases presenciales, porque no tenían zapatos para ir a la escuela. Foto Factum/Natalia Alberto

El 23 de febrero de 2023 las hijas de Brenda no habían iniciado sus clases presenciales, porque no tenían zapatos para ir a la escuela. Foto Factum/Natalia Alberto

“La desigual distribución de las responsabilidades de trabajo doméstico y de cuidados que recae mayoritariamente en las mujeres opera como una barrera de participación y reproduce desigualdades en el mercado laboral”, se lee en la publicación “Oportunidades y desafíos para la autonomía de las mujeres en el futuro escenario del trabajo” de La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

La diferencia es, según la economista Valle Cuéllar, que ahora las mujeres tienen que “rebuscarse para realizar actividades que les permitan complementar esa parte significativa  de los ingresos del hogar que se perdieron con la captura de sus compañeros o familiares”. Esta situación no solo incrementa la pobreza, también aumenta el tiempo de trabajo no remunerado que dedican día con día, entre las tareas de cuidado e ir al penal para buscar información, explica. 

“No solo es una mayor carga para las mujeres jefas de hogar, sino también para las niñas, que en vista de que la jefa de hogar debe retirarse para hacer las labores de apoyo a las personas que están capturadas, ponen un paro a sus procesos de educación y actividades que contribuyen a su desarrollo para asumir un rol de cuidadoras de manera no remunerada”, dice Valle Cuéllar. 

Silvia Juárez señala que una niña, o alguien con menores oportunidades de estudio, enfrenta la posibilidad de encontrar un trabajo precario. “Estamos condenando a la dependencia económica y por lo tanto emocional y física de otras personas. Es decir, estamos también fomentando el trabajo infantil”, señala. De acuerdo al documento “Del trabajo precario al trabajo decente, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)”, “el trabajo precario despoja a las personas de la estabilidad que necesitan para tomar decisiones a largo plazo y para planificar sus vidas”. Y el trabajo infantil puede impedir la escolarización, ya que aumentan las posibilidades de abandono o mezcla de estudios y trabajo, frente a la necesidad de llevar ingresos a sus hogares. 

Estado de resiliencia

Para las demás mujeres no ha sido más sencillo. Blanca*, Jocelyn* y Amalia* se dedican a la venta de tortillas. Con eso sobreviven ellas y dos menores de edad. De su casa se llevaron  a cinco familiares: cuatro hombres y una mujer. Los paquetes de insumos que llevaban a los penales tenían un costo de $75.00, al mes eso resultaba para ellas en $375.00, más el gasto de los viajes a la cárcel. 

Maribel, quien le dio trabajo por primera vez a Alejandra, tomó el liderazgo en la comunidad y en múltiples ocasiones organizó a las demás mujeres, diez aproximadamente, para visitar los centros penales. Ella también tuvo a su esposo capturado y explica que era cuestión de aprovechar que los hombres se encontraran en un solo centro penitenciario para realizar el viaje juntas. Con el tiempo iniciaron los traslados. A unas les tocaba ir a San Salvador, a otras a Sonsonate o deambular en distintas bartolinas del país al no recibir información sobre sus privados de libertad.

“El régimen se resolvió en casa. Lo resolvieron las mujeres”, dice Juárez,  quien comenta que son las mujeres quienes han desarrollado múltiples roles: las que buscan información, las que hacen sostenibles sus hogares, las que se encargan de las labores de cuidado, hacen el trabajo de defensoría al buscar los arraigos de sus familiares y se organizan para movilizarse juntas. Realizar todas esas labores significa perder un día de ingresos. 

Las mujeres de Los Blancos cuentan que formaban grupos para cubrir un presupuesto de $80.00 y movilizarse cada vez. Brenda inició viajando con cinco mujeres más, pero la última vez solo pudo organizarse con otra vecina. Dejó de ser una alternativa pagar por los diferentes trayectos y menos comprar un paquete para sus familiares. 

Brenda ha encontrado algo de consuelo en su iglesia desde que su esposo fue capturado. Fue José quién escribió “Dios es amor, Cristo te ama” en la única pared de ladrillos que tiene la casa donde vive su familia. Foto Factum/Natalia Alberto

La última vez que Brenda llevó un paquete fue el 24 de agosto de 2022. Con ayuda reunió $75.00 para comprar lo necesario sin saber que tres días después iban a trasladar a José. Cuando ella solicitó información solo le entregaron un pequeño papel con la nueva ubicación y la dejaron con la tarea de investigar el nuevo paradero de su pareja. Al preguntar por el último paquete respondieron que no podían brindarle detalles. Ella lo dio por perdido. 

El régimen de excepción, según comentan estas mujeres, parece haber desaparecido a los hombres de su comunidad, la mayoría pescadores, colocándolas a ellas en un permanente estado de resiliencia. Las mujeres de Los Blancos reconocen que en su comunidad había presencia de pandillas y que el régimen ayudó a que disminuyan sus apariciones, pero lamentan los arrestos arbitrarios de sus familiares. También consideran que no es cierta la frase popular “el que nada debe, nada teme” porque defienden la inocencia de los suyos, y dicen que aunque ellas tampoco deban nada temen ser las siguientes en ser apresadas. 

Este papel es la única información que Brenda ha recibido por parte de las autoridades desde la captura de su esposo. Ella no sabe qué significa. Foto Factum/Natalia Alberto

Abandono, soledad y fe

Brenda ha perdido la confianza en las autoridades pero mantiene su fe en Dios. A su hija le repite que mientras tanto tiene que aprender a “sufrir con paciencia”, en medio de la pobreza, el temor y la incertidumbre. Recalca que en El Salvador no hay oportunidades para las mujeres, que es un país que solo les ofrece “lavar o planchar”.

La familia empezó el año 2023 sin José. El 6 de febrero iniciaron las clases presenciales del sistema educativo público; un día después Brenda se encontraba velando junto a sus dos hijos menores, de noche, afuera de El Penalito en San Salvador. Ella vio el nombre de su compañero en una lista de personas liberadas, pero al solicitar información le dijeron que él seguía detenido. Asegura que nada se lo garantiza, “solo espero que esté con vida, no quiero recibir malas noticias”, dice. 

Brenda, a sus once años, dice que quiere ser abogada para ayudar a gente que enfrente capturas como la de su padre. Foto Factum/Natalia Alberto

“Desde que se lo llevaron todo ha sido un verdadero desastre”, dice con pesar, y llora contemplando una frase que escribió José en la única pared que sostiene la casa, al lado de su cama, “Dios es amor, Cristo te ama”. Su llanto desató las lágrimas de sus hijas mayores y en ese momento nadie más habló. El silencio y los sollozos se apoderaron de aquel lugar, marcado por la sobrevivencia. 

El jueves 23 de febrero las hijas de Brenda todavía no iniciaban clases de manera presencial porque no contaban con zapatos para ir. La niña de 8 años repetirá el grado y Alejandra cursará quinto. Dice que en el futuro quiere ser abogada para defender a los inocentes.


*Los nombres de las protagonistas fueron cambiados porque ellas aún temes represalias.

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