“Soy de izquierda y por eso para mí fue un problema ingresar a Nuestro Tiempo”

La abogada Bertha Deleón habla de por qué quiere ser diputada con Nuestro Tiempo, un partido con el que no comulga ideológicamente,  y de su decepción con el presidente Nayib Bukele, a quien caracteriza como antidemocrático. 

Foto FACTUM/Salvador Meléndez


La abogada Bertha María Deleón, quien cobró celebridad nacional en 2015 al convertirse en acusadora particular contra el expresidente Francisco Flores, quiere enfrentar ahora al presidente Nayib Bukele. “Hace falta construir un bloque de oposición”, dice, porque el gobernante que la ilusionó con la esperanza del cambio, se convirtió en una amenaza para la democracia. Por eso aspira a luchar por un escaño legislativo en las elecciones de febrero de 2021, y aunque dice haber buscado caminos alternativos, ha terminado recalando en un partido concebido por dos exdiputados disidentes de Arena. “Estaría ciega si pensara que no tienen un pensamiento de derecha”, admite.

Esta entrevista fue realizada el 9 de julio, 10 días antes de las elecciones internas de Nuestro Tiempo, cinco meses después de que Bertha María Deleón decidiera que valía la pena probar dar un salto de Twitter hacia la Asamblea Legislativa, y un día antes de que su partido desconcertara en redes sociales al lanzar un mensaje en el que plantea que “es tiempo de dejar a un lado la ideología”. Para ella es claro que Nuestro Tiempo es de derechas y, ya que prevé la posibilidad de que en el camino emerjan algunas divergencias importantes, pactó su incorporación al partido a cambio de que le respeten su agenda mínima.

Trata de ser realista y de anticiparse al riesgo de ruptura, aunque cree que es mínimo. Ya se ilusionó antes con Mauricio Funes y con Nayib Bukele –“con Nayib no llegué al nivel de ceguera al que llegué con Funes”-, y espera que esta no sea una tercera gran decepción. Por ahora, añade, lo importante es hacer contrapeso al presidente, con quien hace poco más de un año aún platicaba sobre su posible incorporación al gabinete como ministra de Seguridad y con quien tuvo una cercana relación a lo largo de los últimos años. Apenas en 2019, después de la elección de Bukele como presidente, Deleón fue su defensora en una acusación por calumnia en la que el publicista convertido en político tuvo que pagar 50 mil dólares de compensación al exdirigente efemelenista Eugenio Chicas.

El fuego comenzó a apagarse desde el inicio de la administración actual, en junio de 2019. “Ya vas de aguafiestas, me dijo Nayib cuando le sugerí que cesara en sus despidos masivos humillantes”, recuerda. El quiebre ocurrió el 9 de febrero de 2020, cuando el presidente irrumpió con militares en el salón de sesiones de la Asamblea Legislativa. “Yo tuiteé que el presidente estaba fuera de control haciendo un berrinche y estaba dando un golpe a la democracia, y entonces me bloqueó. Le pregunté por qué me había bloqueado y me dijo que porque lo había insultado. Nunca más volvió a contestarme”.

En todos esos meses Bertha María Deleón llegó a sentir tal confianza con Nayib Bukele que hasta se volvió para él una especie de consejera política. Le advirtió sobre Gana, sobre Gallegos y, ya una vez tomó el poder, le reconvino sobre algunas decisiones. Por eso desde 2018 se atrevió a revelarle su interés en incorporarse a un eventual gabinete de gobierno. Ella quería el Ministerio de Seguridad, pero Nayib Bukele siempre le regateó esa posibilidad. “¿Y la presidenta no querés ser?”, recuerda que le respondió una vez. En esta entrevista detalla lo que platicaban y el tono en que lo platicaban.

Pero llegó el 9 de febrero, y ese día, dice, decidió que tenía que lanzarse a una nueva carrera, y de esa forma Nayib Bukele se convirtió en el último estímulo que necesitaba para que hoy quiera construir un bloque que haga oposición real a Nayib Bukele.

¿Por qué quiere ser diputada?

Mire, yo he llegado al convencimiento de que las mujeres tenemos que buscar posiciones de poder político para incidir de manera directa en la construcción de políticas públicas, en el diseño y elaboración de leyes que tomen en cuenta nuestras necesidades para no tener que esperar a que los hombres lo consideren, que los hombres tomen en cuenta la perspectiva de género para legislar. Si las mujeres no buscamos esos puestos de poder y posicionamos nuestra agenda de acuerdo con nuestras necesidades, nunca veremos esas necesidades incluidas en la ley. Un ejemplo es el tema de la despenalización del aborto, por el que se viene luchando desde que en 1998 se hizo la reforma para prohibirlo absolutamente. Yo he estado en esa lucha como activista y como litigante defendiendo a mujeres que están presas por complicaciones obstétricas, queriendo incidir un poco, y al final siempre se cae. Por ejemplo, hace unos dos años tuvimos un acercamiento con la diputada Lorena Peña para que la bancada del FMLN nos apoyara, y al final no pasó nada.

Pero aunque en la Asamblea Legislativa hemos visto un incremento gradual de representación de mujeres hasta acercarse a un tercio del total de los escaños, temas como el de la despenalización del aborto no han tenido ningún avance.

Creo que también hay que valorar, y eso también me impulsa a ingresar en la política partidaria, que la norma es actuar desde la doble moral, el doble discurso, la hipocresía de hacer lo que a uno le puede parecer más popular. Somos una sociedad conservadora, religiosa y con la mayoría de gente que no ha tenido acceso a educación que le permita tener un espíritu crítico. Yo presentaré una agenda transparente en caso de ganar una curul. Mujeres como Lorena Peña y Norma Guevara teóricamente estaban de acuerdo con la despenalización del aborto, pero nunca lo asumieron así, por temor a perder popularidad con su militancia o a que las tacharan de abortistas. Esta es una oportunidad para plantear una agenda feminista desde el movimiento feminista. Quiero asumir con transparencia mi candidatura para que quede claro qué se puede esperar de mí y qué no, sin importar lo que quieran decir de mí. Tengo una agenda bien clara en ese punto y ya hasta lo he hablado con la gente de Nuestro Tiempo y les pregunté cómo piensan manejar el disenso porque yo tengo temas que no son negociables.

¿Cuál “gente de Nuestro Tiempo”?

Con Johnny Wright, con Gabriela Trigueros…

Pero Johnny Wright ni siquiera tiene cargo en la dirección del partido…

En el momento en que lo conversé sí era parte de la dirección del partido, y en ese momento yo estaba valorando mi ingreso al partido y no fue fácil porque yo soy de izquierda y para mí eso significó un problema antes de tomar la decisión de ingresar al partido. Y yo lo platiqué con Johnny, con Gabriela, también con Aída Betancourt, y tuvimos una conversación franca y ellos saben que yo quiero manejar una agenda clara desde el feminismo sin que me digan “mirá, si te entrevistan, de esto no hablés”.

Usted dice que es de izquierda, pero Johnny Wright no evoca izquierdas.

Cierto. Por eso era para mí entrar a Nuestro Tiempo constituía un problema y el escenario ideal para mí era buscar una candidatura no partidaria. Yo valoré la situación y platiqué con amigos de confianza y con abogados especialistas en derecho electoral y les dije que quería hacer política partidaria, que quería aspirar a un escaño en la Asamblea Legislativa, y que quería saber si tenía posibilidades reales si lo hacía como independiente. Todos coincidieron en que no es nada fácil y sin recursos financieros es más difícil. Así que valoré esa propuesta que Gabriela Trigueros me hizo hace unos dos años cuando comenzaron a preparar el nacimiento de Nuestro Tiempo, aunque yo siempre le dije que no tenía interés.

¿Y por qué no tenía interés?

Porque mi escenario ideal habría sido construir una nueva opción de centroizquierda, pero como eso no ocurrió, revisé los estatutos del partido Nuestro Tiempo y tras platicar con ellos, decidí incorporarme.

¿Cuándo tuvo esa plática que fue decisiva para que usted aceptara ingresar?

Hace unos dos meses o dos meses y medio.

¿Y desde cuándo había decidido que sí quería ingresar a la política?

Fue este año, justo después del quiebre del 9 de febrero, cuando la irrupción con militares de Nayib Bukele en la Asamblea. Yo pensé que esto no va para ningún lugar y que tampoco podemos estar solo criticando en Twitter, sino que hay que buscar formar un bloque de oposición, y pensé en mis posibilidades, y cuando veo que no será posible como independiente, comencé las consultas sobre Nuestro Tiempo.

¿Y puede precisarnos lo que platicaron acerca del disenso?

Como mi acercamiento al partido fue por Gabriela Trigueros, quien ha apoyado mucho a las mujeres privadas de libertad por complicaciones obstétricas, yo le dije que iba a pensármelo, pero que tenía genuino interés en llegar a la Asamblea Legislativa. Así que le pedí que me pusiera en contacto con el Consejo Directivo del partido. Leí los estatutos del partido y creo que comparto montón de los estatutos del partido…

¿… Y no comparte otra porción de los estatutos?

… En el tema de derechos no me voy a cegar…

¿Y en qué parte de los estatutos cree que se expresa el tema de derechos?

El partido se identifica como una opción de centro humanista. Y tampoco podemos ignorar quién es Johnny, quién es Aída Betancourt, pues la mayoría de ellos son jóvenes que provienen de clase media alta o clase alta…

Y entre sus financistas aparece, claro, el papá de Johnny Wright…

Eso yo lo tengo claro y no comulgo con eso, y por eso en esa reunión yo les decía: “Puntualmente en el tema del agua, nosotros nunca vamos a estar de acuerdo”.

En los estatutos hablan de promover el crecimiento económico y social dentro de un marco de desarrollo sostenible. ¿Eso qué significa?

Yo estaría ciega si pensara que no tienen un pensamiento de derechas y que no van a impulsar un modelo de desarrollo desde esta visión, porque eso son, ahí nacieron, pero eso no significa que no estén abiertos a una reforma, y lo han demostrado, como en el tema de los derechos sexuales y reproductivos, en el que incluso han sido más beligerantes que la propia izquierda. Eso me da esperanza, aparte de que independientemente de que sea yo una mujer de izquierda, tengo claro que debemos construir consensos.

Muchas veces el disenso trasciende hasta la esfera pública. ¿Qué le dijeron cuando usted les dijo que tiene una agenda clara que le gustaría impulsar en la Asamblea pero que no necesariamente coincidirá con la del partido?

Esa fue la primera pregunta que les hice: ¿Cómo piensan manejar el disenso? Porque el disenso va a llegar tarde o temprano, les dije, y quiero saber si lo manejarían igual que Nayib Bukele y me lanzarían encima el ejército de troles y a Walter Araujo para que me hagan trizas. Johnny me dijo que tienen claridad sobre mi posicionamiento en temas como la despenalización del aborto y añadió que no tienen problema con eso, pero dijo que sí debe haber cierto núcleo que nos una. Yo también les dije que yo no estaba dispuesta a negociar el tema mediático, porque se ve mucho en política que hablan a puerta cerrada de temas importantes, y se posicionan con condiciones como “sabemos que vos estás en favor de la despenalización del aborto, pero no lo digás públicamente, o si te preguntan, evadí”. Me dijeron que no habría ningún problema en ese tema ni iban ellos a querer ponerme una camisa de fuerza para hablar con los medios.

Los estatutos del partido Nuestro Tiempo no coinciden mucho con lo que le dijeron y, en el punto del disenso, se parecen mucho a los estatutos de otros partidos como Arena, donde se castiga el disenso expresado en público. Por ejemplo, Nuestro Tiempo considera como faltas muy graves hacer manifestaciones públicas que “menoscaben el buen nombre del partido” -con todo lo que “buen nombre” pueda significar- o expresar posiciones abiertamente contrarias a las decididas por la dirección del partido. Entiendo que usted haya hablado de esas cosas con los anteriores dirigentes del partido, pero usted, que es abogada, sabe bien de la diferencia entre el valor de la palabra oral y el de la palabra escrita, y en este caso la palabra escrita suena diferente a lo que platicaron.

Sí, fíjese que cuando hay un concepto tan vago como ese del “buen nombre” no lo vincularía tanto con el tema del disenso, sobre todo porque trato de basarme en los hechos. Para mí, un ejemplo claro de un manejo digno del disenso fue Johnny Wright cuando comenzó a alejarse de Arena y a hablar con respeto a los medios sobre su inconformidad con el partido. A mí, basada en esa actitud y en la de Juan Valiente, me da bastante esperanza, y también que no veo a Nuestro Tiempo con esa maña de ver cómo lo callan, como lo coaccionan, no los veo amedrentándome a mí.

Las personas pasan, pero los estatutos quedan.

Sí, pero los estatutos tampoco dicen que se prohíbe el disenso.

No lo dicen, pero el artículo 70, en su literal L, establece como falta grave “realizar manifestaciones públicas que puedan ser consideradas desleales hacia el partido”.

Sí, son conceptos demasiado vagos. ¿Pero qué entiendo yo cuando hablamos de disenso? A mí me preocupa que, en el supuesto de que lleguen varios diputados del partido, como bloque impongan que un voto será en un sentido y que nadie pueda salirse de eso. Yo les dije que no estaría dispuesta a negociar, empezando con el tema del agua. “Si ustedes presentaran un proyecto que implique algún nivel de privatización del agua, vamos a romper en ese tema”. No significa que habrá insultos o que me apartaré del partido o que me expulsarán.

Entrevista a la abogada Bertha María Deleón, precandidata a diputada por el nuevo partido Nuestro Tiempo, con miras a las elecciones de diputados y alcaldes del 2021, en La Libertad, El Salvador, el 18 de Julio de 2020. Foto FACTUM/ Salvador MELENDEZ

Recapitulemos. Usted, que dice ser de izquierda, se incorpora a Nuestro Tiempo, que según usted es de derechas, y aunque Nuestro Tiempo tiene dos instancias disciplinarias para resolver conflictos, carecen de independencia respecto del Consejo Directivo del partido. ¿No teme volver a pecar de ingenua y decepcionarse al cabo de un tiempo?

Es un riesgo que está ahí y quizás lo clave para mí es que, en ese escenario creo que es más lo que puedo ganar involucrándome directamente o buscando llegar a la Asamblea, que al final haya un desacuerdo de ese tipo y que yo termine expulsada. Vaya, si me expulsan no me da miedo. Incluso ya valoré el escenario de que pierda, y creo que no va a pasar nada.

¿A usted no le resultan los estatutos de Nuestro Tiempo un poco… digamos… “raros”?

Francamente no.

Le menciono algunas cosas. Una, que cuando describen cómo se integra el Consejo Directivo, dicen que este lo forman un presidente y 10 directores. Director de esto, director de aquello otro… nunca hacen una concesión de género para decir, al menos, “o directora”. Le pregunto dónde está la sensibilidad que Nuestro Tiempo quiere vendernos respecto de los derechos de las mujeres.

Yo creo que son perfectibles los estatutos. Esa apertura y esa variedad a la que aluden muchos de los términos (de los estatutos) también ha permitido que mucha gente de izquierda se anime a participar. Yo no veo tanto un riesgo, sino que veo más una opción.

¿No teme que Nuestro Tiempo sea una réplica de un sistema injusto reflejado en otros partidos? Le menciono otro detalle. El Consejo Directivo es presidido por su presidente, pero en ausencia de este puede presidirlo el director de organización, y el Consejo puede sesionar con la asistencia de “la mitad de los directores”, es decir cinco, y las decisiones del Consejo se toman por mayoría simple, que serían tres. Esto significa que basta el voto de tres de ellos para tomar decisiones. Solo tres de 11 miembros.

Igual, los estatutos establecen recursos que pueden presentarse ante decisiones del Consejo.

Cierto, pero son recursos que pueden presentarse ante un tribunal nombrado por el mismo Consejo, y es cierto que puede apelar, pero el tribunal de apelaciones también es nombrado por el mismo Consejo, de tal manera que lo que tienen es una estructura en la que se percibe mucha concentración de poder: tres personas podrían estar tomando las decisiones más importantes de toda la organización.

Al final tiene que haber cierta agenda común entre todos los que van a asociarse. Yo creo que no podemos dejar de tener en cuenta la etapa de desarrollo en que está el partido. Ahorita ellos están en esa etapa en la que están llamando a la gente a que se afilie. Yo creo que no está el partido tan maleado como para expulsar a personas que se salen de lo que plantea el Consejo Directivo. No veo esa amenaza, y en el caso de que existiera, no le veo problema, porque no temo una expulsión.

Usted trabajó en la Fiscalía y ha sido litigante durante años. Hoy está comenzando una carrera política. ¿Cómo se caracterizaría usted a sí misma como política?

Capaz… soy una mujer honesta y soy una mujer valiente.

¿Y por qué cree que podría ser atractiva para el electorado?

Porque he demostrado como litigante que no tengo miedo a asumir incluso desafíos desde una posición desigual de poder, y lo he asumido cumpliendo las reglas y con posicionamiento valiente ante temas que nadie quiere asumir. Lo digo con modestia.

Usted dice que es capaz, honesta y valiente. Y aunque uno entiende que toda persona tiene derecho a la defensa, alguien podría cuestionar su coherencia, si partimos de que usted dice luchar por los derechos de las mujeres, pero salió en defensa de un funcionario, Alejandro Muyshondt, cuando este fue acusado de agredir a unas mujeres.

En este caso, cuando me llamaron para que lo defendiera…

¿Quién le llamó?

La mamá de él. La conocí cuando yo lo defendí por primera vez ante la acusación por calumnia que le hizo Grupo Poma. Esta vez ella me llamó varias veces y yo no le tomaba la llamada, pero ante la insistencia finalmente le respondí. Me contó que Alejandro tenía un problema con unas mujeres y yo le expliqué que estaba ocupada. Él ya estaba en bartolinas y yo no estaba en San Salvador y le sugerí que buscara otro abogado. Me insistió en que Alejandro quería hablar conmigo y yo le dije que iría a hablar con él solo para saber qué había pasado. Conversé con él y revisé las diligencias, y después me reuní con las dos muchachas para escuchar su versión y me pareció que era un caso defendible y que yo, además, podría garantizar que ellas tuvieran un arreglo digno, que no se aprovecharan de ellas. Me pareció que aun representando yo al agresor, podía darle respeto y dignidad a las víctimas. Para mí eso no significa incoherencia. De hecho, ellas incluso pidieron una cantidad de dinero y yo les propuse un poco más. Independientemente de la posición que juegue usted, siempre puede actuar con decencia.

¿Usted ofrecería a Alejandro Muyshondt que la acompañara como su candidato a diputado suplente?

No.

¿Por qué?

No quisiera tener en mi equipo a una persona dispuesta a fisgonear la vida privada de opositores políticos para atacarlos. Tampoco me gustan sus exabruptos, pues considero que es un hombre agresivo.

¿Y eso no le molestó cuando decidió asumir su defensa?

No, porque estoy convencida de que una persona que enfrenta un proceso penal tiene derecho a la defensa y que en mi ejercicio profesional…

… Él tiene derecho a defensa, y usted tenía derecho a no tomar el caso…

Sí, pero en mi ejercicio profesional también he entendido que desde la defensa uno puede lograr un arreglo de justicia.

Bertha: usted quiere llegar a la Asamblea Legislativa. Tomando en cuenta la crisis por la pandemia de Covid19, la conducta del presidente, el cambio climático, la violencia y la emigración interminable, ¿cuáles deberían ser las prioridades temáticas de una eventual bancada legislativa de Nuestro Tiempo?

Creo que el tema de mujeres y despenalización del aborto. El otro fundamental es el de educación, y el otro es salud.

¿En educación qué cree que puede hacerse desde la Asamblea?

Impulsar una reforma que incluya la formación en el tema de derechos sexuales y reproductivos, dadas las estadísticas de embarazo adolescente y de violencia sexual en niños, niñas y adolescentes, que son de escándalo. Si solo les facilitáramos herramientas de educación sexual y reproductivas podrían bajar mucho esas cifras, y eso incide también en el tema de igualdad de derechos. Además, hace falta más inversión en infraestructura, así que hay que trabajar en lo presupuestario. En cuanto al de salud es evidente el abandono del sistema y por más que quieran maquillarlo y ocultarlo, está a la vista el deterioro del sistema. Podría retomarse lo que muchos plantearon desde la UCA, como tener un sistema único de salud pública, que ya no estuviera el ISSS por un lado, y la Salud Pública por otro. Yo también creo que no podemos hacer una plataforma para arreglar el mundo, sino que podemos comprometernos a unos tres puntos, como son salud, educación y derechos de las mujeres.

En materia de financiamiento para educación, lo que tenemos es un país altamente endeudado y con graves problemas de corrupción, y gobiernos como el anterior, que prometen duplicar la inversión y al final del quinquenio no la han incrementado nada. En este escenario, ¿cómo podría destinarse más recursos para la educación?

Si buscamos solo por los números, mejor apaguemos las luces y vámonos, y todo apunta a que Nayib Bukele seguirá endeudándonos, y lo peor, sin un rumbo claro. Pero hay mucho dinero de cooperación que sigue fluyendo y lo que hace falta es un buen plan. Claro, se necesita también voluntad y pensar distinto…

¿Qué es “pensar distinto”?

Pensar en una reforma educativa. Resistencias siempre va a haber y a mucha gente favorece ese déficit de calidad de la educación, y por eso yo creo que lo que hace falta no es promover liderazgos individuales, sino que grupos de personas que compartan los mismos principios e impulsen un cambio. Ya fracasamos pensando que Nayib sí iba a iniciar un cambio…

… Lo valora como fracaso cuando aún le faltan cuatro años…

… Quisiéramos que ya hubiera terminado sus cinco años, ja, ja, ja… está claro que no es el comienzo del cambio que el país necesita. Estoy convencida de que fue otro fracaso y que solo seguirán agudizándose la crisis económica, la crisis social y la división del país…

¿No será que Nayib Bukele actúa como actúa porque lo que precisa es una mejor correlación en la Asamblea Legislativa para 2021-2024?

Rotundamente no. Por eso yo estoy tratando de motivar a más gente que nunca ha participado en política a que se involucre para hacer un bloque de oposición. Para mí, si Nayib obtiene mayoría simple en la Asamblea, será una gran amenaza, un gran retroceso. Ya no estaríamos hablando de temas como el aborto, sino de democracia básica, y no me imagino la serie de abusos y de nivel de corrupción y de persecución de opositores que tendríamos.

Tal vez Nayib no tiene la intención de minar la democracia, sino que su irrupción militar en la Asamblea Legislativa y su práctica sistemática de insultar a opositores es parte de su esfuerzo por impulsar su agenda de gobierno…

Ya no es el tiempo de pensar en intenciones: él ya tiene un año en el poder y ya ha realizado actos concretos que ponen en riesgo la independencia de poderes, que es fundamento de nuestra democracia. Eso me parece muy preocupante, pero más preocupante es que haya gente que le da el beneficio de la duda y dicen que tal vez se equivocó o que tal vez sí llegó solo a orar a la Asamblea Legislativa. Yo no veo dentro de su gabinete personas capaces y valientes para hacer valer sus puntos de vista bajo criterios técnicos y dirigir al país bajo esa ruta. Yo veo un gabinete de súbditos, como se ha mostrado en las cadenas de televisión.

¿Entonces usted está convencida de que el presidente no es solo que esté actuando un papel y haciendo un show?

Ha actuado ya socavando la débil institucionalidad y actúa así todo los días en Twitter, todos los días se la pasa acosando e intimidando. Es como el típico bullying de bachillerato, que está azuzando a las masas para poner apodos y denigrar y humillar a todo aquel que le dice “no” o que le da una opinión contraria.

Bertha De León, defensora de última hora de Nayib Bukele, ordena los billetes que sumaban $50 mil dólares que Bukele pagó para conciliar en el juicio donde fue demandado por calumnia por el ex Secretario de Comunicaciones de Casa Presidencial, Eugenio Chicas.
Foto Archivo FACTUM/ María Cidón

Cuando Nayib Bukele era alcalde de San Salvador, entre 2015 y 2018, prohibió a periodistas de El Diario de Hoy que llegaran a sus conferencias de prensa, y también en esos días hizo un mitin para ir a amenazar al fiscal general con que si la Fiscalía no hacía lo que él creía que debía hacer, “el pueblo” iría a sacarlo de su despacho. En noviembre de 2018, ya como candidato presidencial, en un mitin en la Universidad de El Salvador lanzó una amenaza similar pero a la Asamblea Legislativa: advirtió que una vez él fuera presidente los diputados no tendrían más opción que aprobar lo que él les enviara, porque que si no lo hacían, el pueblo iría a sacar a los diputados y estos no podrían auxiliarse de la Policía Nacional Civil ni de la Fuerza Armada porque él estaría a cargo de ellas. Usted hoy dice que el presidente es una amenaza, ¿pero no era clara su actitud antidemocrática antes de que asumiera la presidencia?

En aquel momento me preocupaba más la posible utilización del sistema de justicia para impedir la candidatura de Nayib. De hecho, yo estuve en ese tarimazo afuera de la Fiscalía, y yo era testigo de cómo estaban utilizando la Fiscalía para procesarlo, porque no solo lo amenazaron por el caso “trollcenter”, que resultó que no era delito, sino que también tenía una serie de amenazas en las que le decían que lo iban a capturar, que no iban a dejarlo competir… entonces a mí me preocupaba más ese tema y quizás por eso no veía lo de su discurso. Creo que, al final, esa victimización sistemática le benefició e hizo que la gente se enganchara con él. A mí él no me parecía peligroso porque lo veía en el papel de víctima. No vi esas señales. Ahora cambia totalmente la cosa porque él tiene el poder y todo lo que está haciendo me parece grave.

¿Y ni siquiera le pareció una mala señal que él dijera “con Gana jamás seré candidato, por principios”, y que evidenciara que tenía otros principios porque a la vuelta de la esquina fue el candidato de Gana, el partido del que el actual vicepresidente dijo hace un tiempo y lo ratificó en campaña que “representa lo más podrido de la política salvadoreña”?

Mire, honestamente… yo sí… primero, quiero aclarar que yo estaba cerca de ellos, con Nayib, Conan Castro y Ernesto Castro, y les estaba asesorando en el tema penal, y así fui testigo de que la Fiscalía allanó la casa de Ernesto Castro por el tema “trollcenter”. Esa serie de abusos y de utilización del sistema de justicia para perseguir personas por cosas que no son delitos, me parecía grave. Esa era mi principal preocupación esos días. Ahora que veo hacia atrás y veo el comportamiento actual de Nayib, su irrespeto, su arrogancia, su vulgaridad, su patanería, yo digo que es un tipo acostumbrado a usar a la gente. Le digo algo: yo no busqué a Nayib y le ofrecí mis servicios para defenderlo. Nayib me escribía a mí por mensaje privado y hablábamos del fiscal Luis Martínez. A raíz del caso Flores, en el que yo fui querellante, él comenzó a escribirme para decirme que le parecía buena mi participación y que él estaba en contra de la corrupción. Entonces él me busca y me dice que le gustaría que le asesorara en el área penal por el problema con La Prensa Gráfica. Yo había tuiteado como una opinión profesional, que ese ciberataque no era tal cosa y que se estaba usando a la Fiscalía como herramienta de persecución política. Entonces él me contacta y me dijo que quería que formara parte de su equipo. ¿Entonces quién usa a quién, ahora que yo veo hacia atrás? Me integra a su equipo y yo casi era la vocera del caso.

Una de las primeras publicaciones que aparecieron en esa página que simulaba ser La Prensa Gráfica era una presunta entrevista con José Roberto Dutriz, cuyo titular planteaba que él aceptaba que no pagaba impuestos y que eso no le preocupaba. Si eso no es ataque, ¿qué es? La Constitución garantiza el derecho al honor.

En todo caso estaríamos hablando de un problema de tipificación del delito, y yo creo que lo mejor hubiera sido que fueran por el camino de una difamación o una calumnia… creo que direccionaron mal el caso.

¿Y Nayib Bukele estaba detrás de esas publicaciones?

Sí, obviamente que sí.

De nuevo, estoy tratando de entenderla a usted. Con todas esas señales, ¿usted no estaba preocupada por la posibilidad de que llegara a la presidencia alguien que estaba dispuesto a hacer ese tipo de cosas?

Mire, yo me incluyo entre esa gran parte de la gente cuyo hartazgo me llevaban a decir “bueno, probemos con este, tal vez…” Sí, veía conductas con las que no estaba de acuerdo, pero también veía conductas que me daban esperanza, por ejemplo, el trato de Nayib con sus empleados… Yo pensaba que tenía buenas intenciones, que estaba joven, y que se podía rodear de personas capaces. Además, yo esperaba que Félix Ulloa le hiciera un buen contrapeso. Yo me dije: “Félix Ulloa es un hombre que viene de la escuela de derechos humanos, constitucionalista, muy respetado, mayor, que lo va a centrar y lo va a aconsejar”. Nunca pensé que Félix Ulloa iba a llegar a ser tan irrelevante.

Bueno, pues usted lo apoyó. ¿Qué siente hoy sobre eso?

Primero, profunda decepción por haberlo apoyado, porque yo públicamente le di mi respaldo y dije que él era la mejor opción. Hasta me siento frustrada porque sembrar esperanza, después de la esperanza que había sembrado Mauricio Funes…

¿Usted apoyó a Funes?

Sí. Y yo no solo voté por Funes, sino que lo defendía los primeros tres años de su gobierno. Hasta decía “Púchica, estos de El Faro, ¿qué les pasa?”, ja, ja, ja… Era del club de indignadas cuando comenzaron a publicarle sobre temas de corrupción a Mauricio Funes. Pero eso sí, con Nayib no llegué al nivel de ceguera que alcancé con Mauricio Funes, porque siempre lo vi como una persona muy inmadura, muy impulsiva, y mi apuesta era que se rodeara de asesores capaces.

Apoyó a Funes durante los primeros tres años de gobierno. Apenas tenía siete meses en el cargo cuando El Faro publicó tres reportajes que mostraban claros indicios de corrupción, y en ese momento usted era fiscal, y se supone que una fiscal es una persona con cierto olfato para detectar o sospechar de irregularidades…

Lamentablemente la política genera mucha pasión y no me da pena admitirlo.

Volvamos a lo de Nayib Bukele: cuando él se convirtió en candidato de Gana después de que había dicho que nunca lo haría, ¿usted qué pensó? ¿Dijo “hasta aquí llego” o qué?

No, yo estaba cerca de él en ese momento en mi calidad de abogada. Yo siempre le dije mi opinión hasta febrero de este año, cuando seguía escribiéndole para expresarle lo que yo opinaba. Yo le dije: “Si te vas por Gana estarás rompiendo el discurso que has tratado de construir, eso de ‘los mismos de siempre’ y ‘devuelvan lo robado’”. Además, ¿cómo te vas a ir con Gana si ahí está Gallegos”, le dije, porque en ese momento él aún rehuía a tomarse fotos con Gallegos. Le sugerí que no tomara esa opción, pero él se cerró a que no había otra opción y que ya había llegado demasiado lejos en su proyecto y que no estaba dispuesto a declinar. Entonces ahí comenzó a evidenciarse más su voracidad por el poder.

Después del triunfo de Nayib Bukele el 3 de febrero de 2019, usted tuvo una serie de conversaciones con él sobre la posibilidad de integrarse al equipo de gobierno.

Desde antes de que él ganara nosotros habíamos conversado sobre mi interés por conducir el Ministerio de Justicia y Seguridad. Yo puse el tema sobre la mesa y le dije que yo creía que yo podría estar al frente del Ministerio. Al inicio fue como un asunto de risas, pero luego él dijo “bueno, de pronto sería un boom ante la opinión pública que por primera vez una mujer dirija el Ministerio de Seguridad”, él siempre viéndolo desde la óptica de imagen. Yo le dije luego que no estaba bromeando y que si a él no le parecía descabellado, yo podría comenzar a elaborar un plan. Él me respondió que no había decidido nada sobre el tema, “pero a mí me parece que podrías hacer un buen trabajo ahí”. Antes de la elección me aclaró que veía complicada la posibilidad de nombrarme en el Ministerio de Justicia, pero que en cambio podríamos hablar de estar al frente de la Policía Nacional Civil. “Si no tenés ningún problema, puedo tuitear ya que vos serás la directora de la PNC si gano”, me dijo. Yo le respondí que no, porque en primer lugar no era el tiempo para estar haciendo esos anuncios, y en segundo lugar, porque en el tema de seguridad, si yo no tendría la capacidad de dirección y de rodearme de los asesores y asesoras indicadas, a mí no me interesaba. Entonces todavía bromeábamos y me dijo: “¿Y la presidenta no querés ser?”

Usted creía que si la nombraba directora de la PNC, usted no podría tomar decisiones en materia de seguridad pública.

Sí. Incluso creo que hoy, Rogelio Rivas, el ministro, no toma las decisiones.

¿Quién las toma?

Las toma Nayib, y no basado en conocimiento o evidencia. Ningún ministro tiene autonomía técnica para hacer su labor. En el caso de Rogelio, por ejemplo, él es ingeniero, nunca ha trabajado en penales, no conoce el sistema de justicia, carece de cualquier experiencia en territorio y en leyes como para tener ese cargo, pero ahí lo tiene. Otro ejemplo: Osiris Luna, como director de Centros Penales… si él era digitador de Centros Penales, ¿cómo va a poder administrar las penitenciarías si ni siquiera conoce lo más básico sobre derechos de los privados de libertad, como acaba de demostrar exhibiendo la foto de un privado de libertad bañándose desnudo?

Usted ha tenido experiencia como litigante particular, pero también estuvo en la unidad contra delitos de crimen organizado en la Fiscalía. Y a pesar del grave problema de inseguridad de este país, en el radar de Nuestro Tiempo hasta ahora no aparece ese tema, y usted no lo mencionó como parte de su agenda legislativa.

Mire, es importante potenciar la independencia, la autonomía de la Inspectoría de la PNC. Es fundamental dotar de autonomía y presupuesto propio a la Inspectoría, y lo mismo pediría para la Fiscalía en el caso de la figura del auditor fiscal. Porque la Fiscalía también está corrompida y eso ayuda a explicar los letargos del sistema de justicia.

Un sistema de justicia en el que la Corte de Cuentas y la Fiscalía, hoy lo sabemos, dejaron ir cientos de millones de dólares en actos de corrupción de los presidentes Flores, Saca y Funes, y las cabezas de esas instituciones son nombradas por la Asamblea Legislativa a la que usted quiere llegar.

Para nadie es un secreto que esas instituciones contraloras del Estado nunca han tenido titulares independientes. El requisito fundamental para que alguien llegara a la silla principal de la Corte de Cuentas y de la Fiscalía ha sido su cercanía con los partidos que se han repartido esas cuotas. Ahora lo vemos claro en la Fiscalía con Raúl Melara, que hasta aparece en un vídeo cantando el himno de Arena, y la Sala de lo Constitucional ratificó ese nombramiento. Lo mismo pasó con Garrid Safie, con Ástor Escalante, con Romeo Barahona, con Luis Martínez. Y en el caso de la Corte de Cuentas, ni se diga, porque ahí el PCN era el que reinaba y decidía desde los tiempos de Hernán Contreras… Nunca se ha discutido bajo criterios técnicos esos nombramientos. Por eso es fundamental la elección legislativa del próximo año. ¡Imagínese usted a la bancada de Nuevas Ideas decidiendo quién será el próximo fiscal general! Vea por ejemplo al presidente Bukele replicando al abogado Nelson García… imagínese a Nelson García de fiscal general… esas cosas no son descabelladas.

Volvamos a sus pláticas con Nayib Bukele. ¿Al final por qué se rompieron las conversaciones?

Eso fue en junio de 2019, cuando él ya había asumido y él volvió a sugerir el tema de la Policía. Yo le dije categóricamente que yo no tenía interés en asumir la dirección de la Policía. Luego seguimos hablando sobre algunos nombramientos que hizo. Por ejemplo, cuando supe que había nombrado a Gustavo Villatoro en Aduanas. Entonces le escribí y le pregunté: “¿Qué hiciste? ¿Por qué nombraste a Gustavo Villatoro como director de Aduanas? ¿Sos ingenuo o es una cuota de Gana?” Entonces me respondió que no había personas con conocimientos en el tema de Aduanas, es bien complejo. Yo le dije que cualquier persona podría desempeñarse mejor, y que la honorabilidad de esta persona estaba comprometida desde que había sido fiscal de crimen organizado. Me respondió que era una decisión difícil y que ya estaba tomada y ya. Volví a comunicarme con él cuando hizo los despidos masivos por nepotismo. Yo le dije: “Mirá, detenete con ese tema. Está perfecto que hagás una limpieza y reduzcás la planilla del Ejecutivo, pero hay un gran problema legal: tenés que garantizarles el debido proceso y el derecho de audiencia y defensa, si no, vas a tener que reinstalar a esas personas, pagar salarios caídos y se te hará un problema gravísimo, aparte de que podrán demandarte por daños morales con esa exhibición que estás haciendo de que ‘se le ordena’ y mencionándolas con nombre y apellido”. Entonces me dijo: “¡Ay, ya vas de aguafiestas!” No, le dije, es un tema legal que a mí me preocupa y que tus asesores deberían advertirte. Además, no está bien eso de humillar a las personas con nombre y apellido, pensátelo. Ya no me dijo nada.

¿Entonces se rompió definitivamente su relación con él?

No. Nos fuimos distanciando poco a poco, pero el distanciamiento total ocurrió después de mis tuits del 9 de febrero de este año, el día cuando lo vi en el Salón Azul, a la par de Guillermo Gallegos… Yo ya me esperaba cualquier cosa. Pensé que él iba a dar por iniciada la sesión de la Asamblea Legislativa. Entonces comencé a tuitear que ese era el fin de la esperanza que habíamos tenido en él, que ese era un golpe a la democracia, que era un berrinche de alguien que no estaba en control de sí mismo y que tendríamos que aguantar cuatro años más. Entonces él me bloqueó, porque yo lo etiqueté directamente. Entonces le pregunté por qué me había bloqueado y me respondió que él no entendía por qué yo lo había insultado y que por eso me había bloqueado. Yo le dije que con lo que estaba haciendo iba a perder más que lo que podía ganar, y ya no me contestó. Yo entendí que cualquier acercamiento ya era estéril, ya no podía yo seguir esperando algo distinto de él, creo que está embelesado con el poder y que siga su propio curso y que pague las consecuencias de lo que está haciendo.

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