Asamblea, la verdadera fábrica de empleos

1072 Vistas |  1

Todo partido político, en su coqueteo con los electores, prometegenerar empleos. Y todos, de alguna forma, cumplen. Pero no como la gente quisiera y necesita.

No de forma masiva y sostenible. Y tampoco para los más vulnerables o siquiera para quienes sí están preparados.

Las fábricas de empleo de quienes nos han gobernado lucen más como un pago de favores políticos a quienes “sudaron la camiseta” en la campaña. A las rémoras de la política.

En muchas ocasiones, los cargos en el Estado no están reservados para los más capaces y se llenan de lacayos del poder, cuyos méritos tienen más que ver con la capacidad de adular y lamer las botas de los que gobiernan.

Nuevas Ideas no ha sido la excepción. Pese a que quisieron ocultarlo y lo negaron, hasta que el presidente de facto los desmintió, los diputados de Nuevas Ideas también usaron decenas de miles de dólares al mes para asesores y personal del cual sabemos muy poco.

De ese mismo beneficio también se bañaron los diputados y partidos de oposición, cuyas críticas esquivan los temas a los que no le pueden sacar provecho. La coherencia no puede valer 20 mil dólares al mes.

En medio de una crisis económica, tratar al país como piñata de cargos inmerecidos es una burla directa a la ciudadanía. Especialmente a la más vulnerable que teme por su alimentación y, muchas veces, por su vida, mientras personajes que se arrastran por migajas de poder se convierten en la nueva élite de El Salvador.

Una que lacta del Estado mientras no aporta mayor cosa al resto de salvadoreños.

¿Y qué van a aportar si les tienen prohibido el pensamiento crítico y cuestionar?

¿De qué sirve tener ejércitos de asesores si las únicas tareas de un diputado cian son seguir, sin cuestionamiento alguno, instrucciones y luego salivar en redes sociales?

¿Cuántos asesores se necesitan para presionar un botón? Aparentemente muchísimos.

Ahora que El Salvador tiene hambre y su población está más vulnerable que nunca, el Palacio entendió que emplear aplaudidores, aduladores y sobalevas va a golpear los índices de popularidad del presidente de facto, el único indicador de éxito que importa.

Entonces, con una orden inapelable y que humilla a sus lacayos, el presidente ordenó reducir esos presupuestos inflados y esas plazas innecesarias.

Y lo curioso es que esta orden, esta supuesta transparencia, solo es aplicable para la cortina de humo de esta semana: la Asamblea Legislativa. ¿Cuándo veremos esa transparencia en Casa Presidencial? Probablemente nunca.

Este insólito arrebato de austeridad y cordura, sin embargo, llega tarde y luce malogrado. Más parece, de hecho, un intento de desviar la atención del Palacio y de embarrar de la crisis a su bancada legislativa, aparentemente feliz de sacrificarse por su líder, el fusible de turno ante la escasez de enemigos naturales.

¿Cómo es posible que, en su omnipresencia en las filas del Estado, Nayib Bukele no supiera que sus diputados repartían decenas de miles de dólares sin controles ni transparencia?

Aquí solo hay dos explicaciones posibles:

O los diputados le vieron la cara a su amo y este tardó en descubrirlos;

O siempre lo supo pero, como todo en su gestión, solo actuó cuando la crisis era viral.

Cuando ya era obvio que su fábrica de empleos, como las de sus antecesores, era una estafa a los salvadoreños. Otra más. 

Deja un comentario

Your email address will not be published.