Cortinas

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Los malos hábitos mueren lento. Y hay particularmente dos que, lejos de morir, se han arraigado en la corruptela política salvadoreña: las aprobaciones de leyes a escondidas, de madrugada, en fechas festivas, todo para que la gente no se fije demasiado. O no se fije nunca. Y dos: el enorme despilfarro de recursos públicos para desviar la atención residual.

El gobierno ha demostrado una habilidad particular para torcer y controlar la narrativa pública, desviando la atención de temas cruciales mediante una hábil orquestación de eventos y reformas legales.

Así terminó 2024 y así inició 2025. Con el cinismo, con la incompetencia, con el oscurantismo, con la corrupción más vigentes que nunca. Porque no se fueron; solo cambiaron de dueños. Ahora visten de cian y se hacen llamar Nuevas Ideas. La ironía de los que no tienen vergüenza: vender como nuevo el hurto eterno al que ha sido sometido El Salvador.

Los madrugones en la Asamblea no los inventó Nuevas Ideas. Pero es bastante preciso decir que la clase política reinante perfeccionó lo que heredaron de Arena y el FMLN. Esa, por cierto, será su propia herencia: superar a los corruptos del pasado es todo un hito.

El Salvador despidió 2024 echándose la soga al cuello. El regreso de la minería metálica no sólo significa abrazar a la muerte -un país contaminado aprobando leyes para contaminarse aún más-, sino también el enriquecimiento de un grupo familiar y sus cómplices a costa de los escasos recursos naturales y del agua de todo un país.

La avaricia desmedida de la familia presidencial no solo demuestra que la explotación de todos los recursos posibles será la constante -hasta que estos acaben-; también que no les importa las consecuencias que provocarán sus actos.

El ejemplo más reciente es el endurecimiento de las penas por conducción temeraria, una medida que, aunque necesaria, ha sido utilizada como cortina de humo para silenciar el debate sobre otras decisiones legislativas de gran impacto, como la aprobación de la Ley de Minería Metálica y la concentración de la recolección de desechos sólidos en manos del Estado.

La reforma de tránsito, aprobada con celeridad y unanimidad en la Asamblea Legislativa, fue efectiva para desviar la atención pública de otros temas más controvertidos. Resulta difícil de creer que Nuevas Ideas, que desayuna, almuerza y cena corrupción, tenga una preocupación real por el cumplimiento de las leyes. Las de tránsito, la Constitución o cualquiera. La legalidad, está claro, les da alergia.

El truco es sencillo: sustituir una polémica que les daña por otra que pueden controlar. Una polémica que, en cualquier caso, desvíe la atención del saqueo público.

La aprobación de ambas leyes, minería y recolección de desechos sólidos, muestra una estrategia gubernamental que prioriza la centralización del poder y el control de los recursos. Por alto pasará el debate público y las preocupaciones de la sociedad civil. O los empleados públicos que fueron cesados sin explicaciones. Lo único cierto, porque ambas leyes lo permiten, es que el negocio de las minas y la basura permitirá elegir a dedo, sin controles, a los que se lucrarán a costa de ello.

No estamos sentados en un trono de oro. Lo único cierto es que nuestra agua y los escasos recursos naturales sufrirán mientras nos sentamos a esperar las ganancias doradas. Todo, mientras discutimos si es justo o no que te multen por conducir un vehículo luego de haber tomado una cerveza.

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