La nueva vida no es para los que cuentan centavos para llegar a fin de mes. No es para los que tienen suelo de tierra y paredes de cartón. No es para los proveedores del gobierno que todavía esperan que les paguen. La nueva vida es para los que llegaron con la bandera de la “nueva política” y que hoy viven mejor que nunca… gracias a tu dinero.
La más reciente investigación de Factum revela una historia que indigna por lo que significa. El protagonista esta vez es el diputado Caleb Navarro, el subjefe de la bancada de Nuevas Ideas. El número dos del batallón de sirvientes que Bukele tiene en la Asamblea Legislativa.
En 2021, según la declaración patrimonial que Navarro presentó a la Corte Suprema, el diputado no tenía propiedades. Pero de hecho tenía una, una casa en Nuevos Horizontes, en San Martín, que Factum encontró y que el diputado intentó esconder.
No fue el único acto de magia. La investigación de Factum muestra cómo, en tan solo nueve meses y ya siendo diputado de la bancada que se vende como más honesta de la historia, Navarro dio un enorme salto de vida: compró seis propiedades, con un apartamento en la Escalón y terrenos en el Golfo de Fonseca incluidos, valorados en medio millón de dólares.
De San Martín a la Escalón. El precio de perder la dignidad nunca fue más evidente.
Una nueva vida que se aleja por completo de la que tenía antes de entrar a la política. Un salto tan grande que para cualquier trabajador honesto sería imposible, incluso en toda una vida. Otro acto de magia con el sello de Nuevas Ideas.
¿De dónde sale ese dinero? Las investigaciones periodísticas, como la de Factum, llevan tiempo señalando el mismo patrón: funcionarios leales a Bukele —que no hacen nada sin su permiso— han convertido al Banco Hipotecario en su caja chica. Préstamos millonarios con condiciones especiales para ministros, diputados, presidentes de autónomas… y hasta familiares directos del dictador.
Un banquete exclusivo, pagado con recursos públicos, al que la ciudadanía nunca estará invitada. Una ciudadanía que, encima, ha sido silenciada por el miedo.
Eso hasta donde sabemos. El periodismo aún tiene que investigar si esos préstamos son pagados, de dónde viene ese dinero para hacerlo -si es que lo hacen- o si hay otras fuentes ilícitas para financiar estos cambios de vida. Pero todo está oculto. Toda la información, que debería ser de la ciudadanía, está secuestrada.
El periodismo hace su labor, a pesar de las mordazas, del acoso, del temor de las fuentes. Pero en este panorama de oscurantismo y corrupción desbordada, conviene preguntarse: ¿dónde está la Corte de Cuentas? ¿El Tribunal de Ética Gubernamental? ¿el Instituto de Acceso a la Información Pública? ¿Y la Fiscalía?
Y en medio de este brutal contraste, el pasado 11 de agosto entró en vigor la nueva Ley Anticorrupción. Suena bien hasta que uno recuerda el fin que tuvo la CICIES cuando Bukele descubrió, vaya novedad, que la Comisión había encontrado corrupción en su propio gobierno.
La nueva ley, salvo se demuestre lo contrario, apunta ser un truco para convencer a la gente de que este gobierno se toma en serio la lucha contra la corrupción, cuando en realidad es dirigido por un personaje con múltiples señalamientos y rodeado de funcionarios que se enriquecen a su sombra y con su venia.
Tal vez caiga algún “sacrificado” para la foto, como ya pasó con la alcaldesa de Soyapango. Tal vez Caleb Navarro o algún otro actor de reparto. Pero los verdaderos capos de esta mafia, como Bukele y sus cercanos, seguirán intocables.
Nuevas Ideas llegó al poder prometiendo acabar con las viejas mañas de Arena y el FMLN. Pero lo que ha hecho es heredar sus vicios y perfeccionarlos.
Hoy vemos el mismo patrón de enriquecimiento personal, el mismo uso de las instituciones para beneficio privado. La corrupción cambia de colores, de logos y de discursos, pero lo único que no cambia es a quién le ven la cara, a quién le roban y quién, encima, sigue aplaudiendo.
Opina