Tras ser juramentado como presidente, pese a la prohibición constitucional, Nayib Bukele pidió a la ciudadanía que lo respalde sin titubeos ni disenso. Poco antes de su discurso, decenas de militares desfilaron ante el Palacio Nacional, algo inédito en El Salvador de la posguerra. Y en poco menos de 40 minutos, Bukele mencionó a Dios 20 veces.
Foto Factum/Natalia Alberto
En su primer discurso como presidente inconstitucional, pues este segundo mandato viola la Constitución, Nayib Bukele hizo especial énfasis en que los salvadoreños deben aceptar su agenda sin quejas ni disenso.
Al filo de las 10 de la mañana de este 1 de junio, Bukele salió al balcón del Palacio Nacional y se dirigió a la ciudadanía por primera vez después de haber sido juramentado por el presidente de la Asamblea Legislativa, Ernesto Castro. En este discurso, tomó prestados muchos de los puntos a los que aludió hace cinco años, cuando arrancó su primer mandato.
En 2019, sus palabras giraron en torno a la “medicina amarga” que debía tomar El Salvador para corregir sus principales problemas. Cinco años después, se comparó a sí mismo con un doctor que logró curar a El Salvador de un cáncer terminal: la violencia de las pandillas.
“El cáncer había desaparecido prácticamente por completo. El paciente estaba curado. La persona decidió confiar en el doctor, sin quejarse, apoyándolo, siguiendo la receta al pie de la letra, y todo, gracias a Dios y al tratamiento, comenzó a mejorar hasta que se curó del cáncer que todos le habían dicho que era terminal”, dijo Bukele.
Sin embargo, en sus palabras aludió a nuevas enfermedades que agobian al país, incluyendo la economía que, hasta hoy, es el principal problema para los salvadoreños. Una encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública de la UCA mostró, en enero de este año, que para el 70% de salvadoreños, la economía es la principal preocupación.
Al igual que en la seguridad, Bukele advirtió medidas impopulares en materia económica: “En este nuevo tratamiento para sanar la economía, quizá también haya que tomar medicina amarga. Pero así como el enfermo que se curó del cáncer y ahora quiere curarse del corazón, el país ya se curó de las pandillas y ahora quiere curarse de la mala economía”, dijo.
El presidente de facto no detalló su plan económico ni adelantó algunas medidas para el país. Lo que sí enfatizó es la importancia de la obediencia y la militancia de la ciudadanía: “Ya votaron por nosotros masivamente el 4 de febrero, pero no es suficiente con votar. Es importante defender cada una de las decisiones que se tomen sin titubeos. Así como lo hicimos con la inseguridad. Exactamente como hicimos este país seguro, vamos a hacer este país próspero. Pero para eso necesitamos que cada quien defienda cada una de las decisiones que se tomen”.
Más adelante en su discurso, y al igual que en 2019, Bukele pidió a los asistentes a la plaza Gerardo Barrios, en el centro de San Salvador, levantar su mano y hacer un juramento. Y al igual que en su primera toma de posesión, este giró sobre la responsabilidad de la ciudadanía de defender las acciones de su gobierno.
“Juramos defender incondicionalmente nuestro proyecto de nación, siguiendo al pie de la letra cada uno de los pasos, sin quejarnos, pidiendo la sabiduría de Dios para que nuestro país sea bendecido de nuevo con otro milagro”, dijo desde el balcón a los asistentes. Estos, a su vez, repitieron cada una de sus palabras.
Pero exigir la lealtad no fue suficiente. Además les pidió comprometerse con “nunca escuchar a los enemigos del pueblo”. Esto también fue repetido en coro y sin vacilaciones. Este mensaje es consistente con su principal aspiración, expresada el 4 de febrero, en ese mismo Palacio: “Sería la primera vez que en un país existe un partido único en un sistema plenamente democrático”, dijo cuando se autoproclamó ganador de la elección presidencial, pese a que el Tribunal Supremo Electoral no había oficializado ningún dato.
Con Dios y los militares
Pocos minutos después de la segunda juramentación de Bukele, decenas de elementos de las Fuerzas Armadas desfilaron frente al Palacio Nacional, en un hecho inédito en El Salvador de la posguerra. Este acto, breve pero muy simbólico, coincide con una de las características que marcaron el primer periodo de Nayib Bukele: la creciente militarización de la seguridad pública y el involucramiento de los militares en la política. Esto último fue particularmente notorio cuando el mandatario incursionó con un pelotón fuertemente armado en el Salón Azul de la Asamblea Legislativa el 9 de febrero de 2020. Un mes y medio después, en una conversación con el rapero puertorriqueño Residente, admitió que lo hizo para “presionar” a los diputados, entonces de mayoría opositora, por un crédito.
Además de la simbología militar, las alusiones religiosas fueron protagonistas del discurso de toma de posesión.
En poco menos de 40 minutos, el presidente inconstitucional de El Salvador hizo referencia a “Dios” en 20 ocasiones. Algunas, para agradecerle por estar ahí, otras para destacar su rol en la derrota de las pandillas, y algunas más como elemento fundamental en la superación de los retos que vienen para el país.
“El Salvador necesita tres cosas para curarse de la economía, para arreglar la economía. Uno, la guía de Dios. Dos, el trabajo incansable del gobierno. Y tres, que el pueblo vuelva a defender a capa y espada cada una de las decisiones que se tomen”, dijo.
Más allá de pedir la fe de la ciudadanía, en Dios y en su gobierno, Bukele no ahondó más en qué contiene su plan económico. Ese que, según prometió, será el eje de este segundo Gobierno.
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