Foto: Cortesía EDH
El politólogo Álvaro Artiga conversó con Revista Factum sobre la participación del cuerpo diplomático en el acto de investidura inconstitucional de Nayib Bukele, el pasado 1 de junio. Artiga considera difícil que los Estados tomen posturas confrontativas: “Los Estados no van a tomar posición de enfrentamiento, si no hay oposición interna”, dijo.
En su discurso, Bukele afirmó que vino “el mayor número de delegaciones que ha tenido este país en sus historia, que este Gobierno ha sido reconocido por el cien por ciento de los países del mundo”. Al evento llegaron ocho presidentes y, en total, 17 delegaciones. En su toma de posesión de 2019, asistieron siete jefes de Estado. Para la investidura del expresidente Salvador Sánchez Cerén, en 2014, asistieron siete presidentes, según un listado elaborado por La Prensa Gráfica. En cambio, para la del expresidente Mauricio Funes en 2009, confirmaron 12 presidentes. En 2004, en la toma de posesión de Elías Antonio Saca, confirmaron ocho presidentes, además de otros representantes de alto nivel.
En la investidura de Bukele, la representación estadounidense fue liderada por el secretario de Seguridad Nacional Alejandro Mayorkas, uno de los funcionarios más importantes en el tema de migración. “Si en El Salvador, el presidente (Bukele) lograra contener la migración, no les importaría qué es lo que él hace. Estados Unidos no se ha caracterizado por defender democracias en América Latina, ha apoyado las dictaduras”, opinó Artiga, en una entrevista concedida antes del 1 de junio, respecto a la participación de la comitiva de Estados Unidos.
¿Qué implica la asistencia de representación de diferentes países a una toma de posesión que, en teoría, es inconstitucional?
Yo creo que el cuerpo diplomático acreditado en El Salvador ha estado en una situación complicada desde que comenzó el mandato anterior, por ejemplo, con esas reuniones privadas que después el presidente hizo públicas, o con esos actos en donde los mantenía de pie o les decía algo. Además, en una relación tensa, con algunos más que otros, por sus posiciones en contra de la toma de la Asamblea el 9 de febrero de 2020 y la destitución de magistrados el 1 de mayo de 2021. No ha sido una relación fácil con el presidente desde el principio.
Con la reelección se ha puesto todavía más difícil, porque si bien es cierto que es inconstitucional, goza del apoyo popular. Hay un problema de legitimidad de esa elección o reelección, porque tiene la legitimidad que le da el voto popular, aunque no tenga la legitimidad que viene del cumplimiento del marco legal. Yo me imagino que para el cuerpo diplomático, especialmente para los embajadores, debe ser difícil asumir una posición.
Puede ser que algunos se hagan presentes con bajo perfil, no necesariamente el embajador. Porque al final de cuentas, como dice la misma palabra, “diplomático”, tienen su propio lenguaje, gestos que tienen algún significado, y lo que menos va a hacer un cuerpo diplomático es enfrentarse directamente. Ni siquiera tenemos el caso en el que un presidente está reprimiendo en las calles a la población, casi no aparece si lo comparamos con los primeros meses de su mandato.
¿No considera que debe primar el marco legal antes que la legitimidad que le pueda dar una elección o el voto popular?
Ese es un buen punto para un diplomático. Uno, internamente, puede decir que debe respetarse el marco legal, pero para un diplomático sería como asumir una posición de enfrentamiento con el que es, por decirlo así, el huésped. Pueden haber otro tipo de intereses que pesen, de tal forma que se evite el enfrentamiento, y se utiliza el argumento de que la gente es la que lo ha puesto ahí.
No ha sido una reelección contra la voluntad popular, aunque no respeta el marco legal. Por eso le digo que no es una situación fácil. Por lo menos, un poco más de tres cuartas partes de la población salvadoreña está de acuerdo, apoya al presidente y no le importa si es inconstitucional. Por eso digo yo que deben haber otros intereses que hacen que tengan que aceptar. Puede ser que haya algunos más autónomos, proactivos, otros diplomáticos que se suman a lo que otros hacen, también depende de la personalidad, lo hemos visto con distintos embajadores de los Estados Unidos, unos más confrontativos que otros con el presidente. Me pregunto si ahora estuviera Jane Manes de embajadora, iría a la toma de posesión.
Algunos gobiernos decidieron enviar a sus delegados en lugar del jefe de Estado. Por ejemplo, Guatemala. ¿Cuál es su opinión al respecto?
No se la juegan a enfrentarse, por eso mandan delegados. Tanto el cuerpo diplomático acreditado en el país, como los jefes de Estado, entienden que ha sido una elección inconstitucional. Yo creo que solo tienen claro, pero no se está enfrentando a un gobernante que se ha impuesto contra la voluntad del pueblo, que es cuando yo pensaría que se manifiestan de manera más frontal (…)
¿Cree que por eso han sido más confrontativos con Nicaragua u otros países como Venezuela, porque la represión ha sido todavía más evidente?
Sí. Es más claro el carácter autoritario en Nicaragua y Venezuela (…) Es más fácil tener una posición confrontativa, porque quisieran otro resultado u otro escenario en esos países.
Si no fuera por algunas noticias, entrevistas o declaraciones de organizaciones pro defensa de los derechos humanos, ni siquiera se hablaría del régimen de excepción, que es como la mancha que tiene internamente en ciertos sectores, pero de ahí el presidente pasa como el que está haciendo bien las cosas. Entonces, esos países no se van a enfrentar porque además tienen relaciones recíprocas, enfrentarse puede tener consecuencias posteriores en otro escenario que ahorita no controlen, entonces es mejor jugar así, a lo ambiguo (…)
En Venezuela, hay un sector de oposición grande, incluso hay sectores empresariales que se oponen al presidente actual e incluso, en su momento, a Chávez. Cuando estaba Chávez había un componente ideológico, en términos de izquierda, revolución bolivariana, y todo lo que eso podía implicar a los Estados que tienen relaciones con nuestros países, pero que están en la órbita capitalista y entonces van a defender ese orden.
¿No le parece que son suficientes las violaciones a los derechos humanos para que actúen de manera más radical?
No me parece que sea suficiente, porque (Bukele) goza de ese apoyo popular, antes y después de las elecciones. Sería como ponerse en contra, digamos, de esa población. Esa es la diferencia. Aquí no hay sectores más que minoritarios, más que todo en términos de cualidad, de calidad, no tanto cuantitativo, es decir, no son sectores que pueden salir a la calle masivamente y expresan el descontento.
Son entidades organizadas. Digamos, pueden ser algunos medios de comunicación algunos periodistas, pueden ser con una que otra universidad o con las organizaciones, ahí está, digamos la oposición, entonces como es minoritaria, no es lo mismo pues Venezuela y mucho menos el caso Nicaragüense. Ahí ha habido asesinados, expulsados, hay gente en la cárcel…
¿Los diplomáticos tienen que esperar a que pase eso?
Pienso yo que podrían tener la expectativa de que la cosa puede cambiar, y entonces, como puede cambiar, pueden ellos girar hacia esa alternativa, pero aquí no la hay, o sea, es como pelearse con el presidente con el Estado salvadoreño…
Cuando aquí no hay otra posibilidad de cambio…
Sí. Entonces, la pregunta es ¿Por qué? Incluso, podrían pelear cuando hay intereses de esos Estados en peligro, entonces en defensa de ese interés. Por ejemplo, Estados Unidos puede pelear con Venezuela por el tema petrolero, ¿pero con El Salvador?
¿Le parece políticamente adecuado que participen?
Es entendible, en términos políticos. Y le recalco, por algo le llaman a toda esa esfera “diplomacia”. En el mundo de las relaciones humanas, dicen “sé un poco más diplomático”. ¿Qué quiere decir eso? Que no nos enfrente directamente. Es más un tema de gestos y no de enfrentamiento. Cuando se escala un nivel de enfrentamiento entre Estado es porque hay algo ahí que al Estado que está reclamando algo le está afectando lo que está haciendo el otro Estado.
El presidente está bien asesorado, y tiene, como dicen, la sartén por el mango, por eso es que para el cuerpo diplomático en el país es complicado.
Y los informes que han de enviar a sus respectivos países, han de ser bastante claros de cómo está la situación acá, pero no pueden asumir una posición confrontativa, incluso a veces esperan a que un algún país tome la iniciativa y uno de esos países podría ser Estados Unidos y acuerparse, pero la postura de este país está en esa situación ambigua.
¿Puede detallar más la postura de Estados Unidos? Era más confrontativa que ahora.
Me parece que tiene que ver con las personas, con la personalidad de cada uno.
¿Y por la postura política del país?
Pueden ser las dos cosas, pero no quitaría que hay personas como Mari Carmen Aponte, más directa, más confrontativa. En ese sentido, ella y Jane Manes han sido más confrontativas que el que estaba antes. El que ha llegado ahora es como, no nos vamos a pelear porque al final de cuentas no queremos ahondar la crisis en El Salvador porque eso tiene un impacto en las migraciones, la gente que se va por Estados Unidos y entonces ahí tienen un interés. Si en El Salvador el presidente lograra contener la migración, no les importaría qué es lo que él hace. Estados Unidos no se ha caracterizado por defender democracias en América Latina, ha apoyado las dictaduras.
¿No debería sorprendernos?
No debería sorprendernos. Yo creo que quienes están en la oposición, tanto política, partidaria o social, en el país buscan en algún lado lo que no pueden hacer ellos, que le den golpes al presidente, y tienen la esperanza, de cuando ven que de repente hay un diplomático que dice algo, pero eso es una falsa esperanza porque en realidad, mientras no haya una alternativa política al actual gobierno… Estar esperanzados de que afuera va a venir el golpe que va a cambiar las cosas no es acertado, porque esos Estados no van a tomar esa posición de enfrentamientos si internamente no hay una oposición.
¿Son suficientes las acciones que ha tomado, por ejemplo, Estados Unidos, que ha hecho la Lista Engel, que ha castigado de alguna manera a algunos funcionarios corruptos?
Ese es un lenguaje también, diplomático, en el sentido de que podrían mencionar al presidente, pero claro, no lo quieren hacer porque pueden tener el temor de que, como están los chinos de por medio, entonces eso le sirviera como un pretexto o facilitar el acercamiento del gobierno salvadoreño y del Estado salvadoreño a la esfera de influencia de los chinos. Hay que tener claro que los Estados tienen sus intereses ya sean su intereses políticos propios o los intereses de las empresas que están en los países, donde tienen un cuerpo diplomático acreditado, y van a defender esos intereses o en términos globales.
Si tenemos relaciones con el mundo capitalista, todos esos países van a defender ese orden, y si hay un presidente que se pone en contra de eso, es probablemente que contra ése van a ir. Porque hay una amenaza a un interés de los derechos humanos, ahí ya digamos, puede ser que hay en unos países que es lo que toman más en serio y otros no.
Y entonces comienzan a aparecer todas esas posturas ambiguas, que sí, pero no. La esperanza que tienen algunos de que, bueno, cuando algún día salga el presidente del poder, entonces Estados Unidos va a hacer lo mismo que hizo con Juan Orlando Hernández en Honduras, puede ser que sí, puede ser que no. Pero eso es estar teniendo expectativas afuera ante la ausencia de una alternativa interna. Casi es una frustración en la oposición, ante su fracaso de no poder cambiar el balance de fuerzas. Busca afuera lo que no puede tener adentro.
Entonces, en concreto, ¿Cuál debería de ser el papel de la comunidad internacional en un contexto antidemocrático como éste?
Es difícil. Porque sería como pensar que la comunidad internacional defiende la democracia.
Y cada país, como ha dicho, tiene su particular interés.
Cada país tiene su particular interés. Y puede pesar más que la democracia.
No hay una respuesta concreta a esa pregunta…
Por ejemplo, el tema de Israel y Palestina. Hay una resolución de las Naciones Unidas (ONU), pero ¿cuál es la fuerza de eso en términos internacionales? Israel va a terminar sacando a todos los palestinos. Porque de repente hay unos intereses de sus países, o tal vez grupos judíos que tienen influencia sobre todo en Estados Unidos, en Inglaterra… Tienen un peso importante en la política exterior de esos gobiernos hacia Israel. Todo eso de la democracia, en el caso de Estados Unidos y en Inglaterra, puede pasar al segundo plano. También en el tema de Ucrania y Rusia… Tampoco es que el presidente de Ucrania sea un gran demócrata, y sin embargo, lo están apoyando por su enfrentamiento con Rusia. No sabemos si además es por un complejo industrial militar que necesita vender sus productos, que son las armas; hay que crear guerras donde sea, porque si no, ¿De dónde viene la ganancia para ese sector importante en las economías que producen armas? En un contexto de descrédito global de la democracia, no va a ser un valor que hay que defender a toda costa.
A pesar de que en sus países, internamente sí defienden su democracia.
Vamos a ponerlo de otra forma. China no es una democracia, pero todos esos países tienen relaciones con China. Porque, de seguro, hay empresas de todos esos países en China. Uno puede decir: ¿Cómo es posible que tengan una relación con un gobierno autoritario? El comportamiento de los países respecto de Cuba y China es diferente, porque China tiene más peso. Lo que le quiero decir es que, en la política de los países democráticos, no necesariamente no están en primera línea los interés democráticos.
Pesan más los económicos…
Los económicos, los geopolíticos, y lo democrático en la medida en que eso mantiene el campo de dominio de esos países.
¿No tiene ninguna implicación que asistan a ese evento?
Sí tienen implicación, porque en términos simbólicos es como decirle a la oposición:”miren, nosotros tenemos el apoyo de todos estos países”. Además, en un contexto, externamente, en el que sí, la batalla la ha estado perdiendo el presidente. Afuera debe estar más claro lo que ha hecho contra la toma de la Asamblea, en febrero de 2020, o la destitución de los magistrados en 2021, todo la concentración de poder, eso está claro afuera, y eso se entiende como autocracia en las mediciones que hacen ciertos organismos internacionales sobre la calidad de la democracia a nivel global, sea Freedom House, sea The Economist o el Instituto de Gutenberg, todos esos puntean actualmente a El Salvador como un autocracia, como un país no libre o parcialmente libre. Eso es negativo para el presidente en la feria internacional. También hay un esfuerzo el cuerpo diplomático salvadoreño extendido en el mundo para tratar de hacer cosas que generen esa imagen de que el presidente es el más cool del mundo.
Que haya una asistencia de altos representantes de países o de alto nivel genera esa legitimación internacional. Pero por eso algunos Estados no mandarán a su presidente y vicepresidente, puede ser que manden o que se hagan presente a través del cuerpo diplomático. No se van a exponer a que les manipule de esa manera.
¿Pero los presidentes que sí asisten sí están sentado una postura política?
Sí, claro, por supuesto. Se pueden encontrar las afinidades o las alianzas posibles.
Sería complicado que viniera Ortega (presidente de Nicaragua), aunque de repente haya presencia del cuerpo diplomático acreditado en el país de la Embajada de Nicaragua. No creo que el presidente salvadoreño se sintiera cómodo, porque internacionalmente aparece como un dictador, claramente. Pero que venga el de Guatemala, por ejemplo, que ha tenido un respaldo internacional… para el presidente salvadoreño podría ser fabuloso. Por eso incluso le reclamaron al presidente guatemalteco cuando felicitó al presidente salvadoreño. Una metida de pata que quizás ahora quiere corregir.
¿Le pareció una metida de pata?
Supongo, puesto que ahora no viene… Pero todos estamos en la misma región, todos entienden que es importante tener buenas relaciones.
En los foros internacionales, si El Salvador presenta posiciones ambiguas o se abstiene de una votación en la que van a condenar a Nicaragua, está enviando un mensaje, pero espera reciprocidad. “Cuando pase algo similar conmigo, tú no te metas”.
El mundo de las relaciones internacionales está lleno de simbolismos que, a veces, para el que no está en ese mundo, es difícil entender.
¿Su conclusión es que no esperemos posturas radicales de la comunidad internacional, y que la oposición busque soluciones internas?
Las medidas que vaya tomando el presidente, él mismo irá creando su oposición, porque hay desalojos, en el campo por las construcciones o en la ciudad por el reordenamiento… Son sus propias políticas las que van a ir creando espacios, abriendo puertas para el desarrollo de una oposición, y ahí es donde tiene que trabajar la oposición en lugar de solamente estar esperanzada en que se haga desde afuera.
No digo que no haya que tener buenas relaciones hacia afuera, porque en algún momento serán necesarias. Los Estados lo van a hacer porque calculan que la alternativa que exista les puede garantizar mejor los intereses comerciales, financieros, etc. (…)
Ante quien está violentando los derechos humanos, ante quien se reelige, ante quien probablemente está malversando fondos, etc., pues sí, uno diría que no lo deberían de apoyar, porque si lo apoyan sigue haciendo eso y hay miles de personas que lo padecen. Yo diría que esa postura es de principios y, desde ese punto de vista, yo diría que es válida, pero puede estar encubriendo el fracaso interno de la oposición. Empezando, si vamos hacia atrás, al ser incapaces de presentarse en una sola alternativa política en las elecciones, o incapaces de tomar la decisión de no participar. Si reclaman que era una candidatura inconstitucional, entonces ¿Para qué participaron? Ellos mismos participaron y legitiman el resultado. Entonces, ¿Cómo quieren que los otros de fuera no participen (en el evento)?
Opina