Sobre la base de explotar las frustraciones y la ira del electorado, Donald Trump aplacó a su rival demócrata. Poco importó para millones de estadounidenses la serie de comentarios racistas y misóginos del magnate inmobiliario. Para El Salvador, hay enormes riesgos pues Trump ha prometido deportaciones masivas y más políticas que afectan a las minorías étnicas.
Tras una intensa y polarizada campaña, y a pesar de múltiples señalamientos en su contra, el aspirante republicano Donald Trump derrotó a la actual vicepresidenta y candidata demócrata, Kamala Harris.
Alrededor de la 1:30 am (hora de El Salvador), cuando se oficializó el resultado en los estados péndulo de Georgia, Carolina del Norte y Pensilvania, Trump se autoproclamó como presidente electo para gobernar el país norteamericano desde enero de 2025 y por los próximos cuatro años. A esa hora, Trump salió a ofrecer su discurso de aceptación ante cientos de sus seguidores y financistas en Mar-A-Lago, su mansión de Florida. Pese a que aún no había superado el umbral de 270 votos del Colegio Electoral, en ese momento era imposible para su rival remontar su ventaja.
Flanqueado por su familia y la de su compañero de fórmula, el presidente electo afirmó que lidera “el movimiento político más grande de la historia, no ha habido uno más grande. Y alcanzará niveles más altos porque ayudaremos a nuestro país a sanar”. Segundos después reiteró su promesa principal de campaña: “Arreglaremos la frontera, dejará de venir gente y quien quiera entrar deberá hacerlo legalmente”.
Durante meses, el ahora ganador fue constantemente acusado de misoginia, racismo y hasta de pretender utilizar las instituciones de gobierno para venganzas personales. Estos señalamientos estaban amparados en declaraciones del mismo Trump. Asimismo, a finales de mayo fue encontrado culpable de 34 casos de fraude fiscal en una trama que involucra pagos a una actriz de cine para adultos. Estos escándalos, sin embargo, fueron insuficientes para detener una campaña que logró explotar los temores, incertidumbres y resentimientos de gran parte del electorado estadounidense.
Durante su campaña, Trump repitió hasta el hartazgo que votar por su rival demócrata implicaba votar por continuismo de la gestión Biden, altamente impopular. Además, insistió en culpar a Harris y los demócratas de la inflación y la incertidumbre económica, y atribuyó las alzas en criminalidad, algo que no queda del todo demostrado por la evidencia, al agravamiento de la situación migratoria en la gestión Biden.
Como previeron analistas previo a las elecciones, parte del triunfo de Trump responde al voto masculino, particularmente en la generación Z, y a muchos latinos que comulgan con su mensaje pese a su retórica divisiva. Según una medición del New York Times de octubre, Harris no logró consolidar el apoyo latino, al tiempo que muchos hispanos, al escuchar los mensajes xenófobos del expresidente, no consideraban que se trataba de ellos.
Trump, que perdió por un estrecho margen en 2020 y se negó a reconocer el resultado electoral, volverá a la Casa Blanca tras cuatro años de retórica incendiaria. Un gran reto para Estados Unidos será preservar la solidez de sus instituciones que, en los primeros cuatro años de gobierno de Trump, fueron puestas a prueba y en ocasiones cedieron ante sus caprichos autoritarios, como el uso de su mansión personal para eventos oficiales o los intentos de conseguir información sobre sus adversarios utilizando presión diplomática.
¿Qué implica esto para El Salvador?
Si bien El Salvador no figuró como un tema de esta campaña presidencial, sí hay temas que preocupan al país en torno a esta elección. En particular, la migración.
En concreto, el candidato republicano prometió profundizar lo que hizo en sus cuatro años al frente del gobierno estadounidense, cuando usó su poder para cerrar puertas a la migración (incluso la regular), presionar a los países del Triángulo Norte a cerrar sus fronteras e incluso a aceptar los solicitantes de asilo de otros lugares.
Para su segundo mandato, Trump promete deportaciones masivas de millones de indocumentados, así como deshacerse por fin del Estatus de Protección Temporal (TPS) y el Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA). Miles de salvadoreños están amparados bajo ambos programas.
Por otra parte, durante su campaña, el ahora vicepresidente electo JD Vance ha introducido una iniciativa para establecer impuestos a las remesas que desde Estados Unidos se envían hacia diversos países, incluyendo El Salvador. Esto supondría un duro golpe a la economía salvadoreña, que recibió en 2023 más de $8 mil millones en remesas (casi un 25% de su producto interno bruto) y un 93% de esto provino de Estados Unidos.
En cuanto a los abusos de poder de la gestión Bukele, el panorama también luce sombrío. En su primer gobierno, Donald Trump ya hizo caso omiso de los mismos. Su embajador en El Salvador, Ronald Johnson, dio de hecho múltiples espaldarazos al mandatario salvadoreño, pese a que antes de su salida, en enero de 2021, ya había habido golpes a la institucionalidad (como la toma militar de la Asamblea Legislativa) y signos de opacidad en el manejo de fondos públicos (particularmente durante la primera etapa de la pandemia).
Naturalmente, esto llevó a que el presidente Nayib Bukele y miembros de su círculo expresaran vínculos con los republicanos. En junio de 2024, cuando asumió su segundo mandato inconstitucional, Bukele sostuvo encuentros con Donald Trump Jr. y con el legislador Matt Gaetz, un representante ultraconservador de Florida, investigado por presunta conducta sexual inapropiada y otras faltas éticas. Asimismo, el presidente salvadoreño ha lanzado numerosos ataques al presidente Biden y otros voceros demócratas.
Poco antes de que se confirmara la victoria de Trump, de hecho, Nayib Bukele lo reconoció como presidente electo y expresó sus felicitaciones. “Felicitaciones al presidente electo de Estados Unidos de América, Donald Trump. Que Dios lo bendiga y lo guíe”, tuiteó en inglés el mandatario salvadoreño de facto.
A diferencia del gobierno de Trump, desde su llegada al poder en enero de 2021, la administración Biden intentó abordar las violaciones a derechos humanos y los golpes a la institucionalidad, los cuales identificó como factores que motivaban la migración irregular. Diversos enviados diplomáticos y voceros desde Washington condenaron medidas como la destitución de magistrados y fiscal general, el aval a la reelección o el régimen de excepción. Sin embargo, años después moderaron el tono y volvieron a acercarse a Nayib Bukele.
Ana María Méndez, Directora para Centroamérica de la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos, expresó en su cuenta de X que la agenda de política exterior no va a variar mucho gane quien gane. “La política exterior de Estados Unidos hacia Centroamérica es pétrea e innegociable en temas claves tanto para demócratas como para republicanos: proteger la relación comercial, alejar a China, frenar la migración, combatir el narcotráfico que afecta su seguridad nacional”.
Sin embargo, admite que una administración Trump supondría un mayor desdén a las normas democráticas y a temas como Estado de derecho y el respeto a los derechos humanos.
A juzgar por sus abiertos y explícitos apoyos a los republicanos, es posible inferir que en la Casa Presidencial salvadoreña hoy se celebra el resultado electoral estadounidense. Nayib Bukele pareció encontrar en Trump un aliado que lo protege a pesar de su deriva autoritaria. Un nuevo mandato del republicano le resulta muy conveniente mientras él también inicia su segundo periodo, esta vez inconstitucional.
¿Qué hizo ganar a Trump?
A lo largo de la campaña, los temas que resaltaron fueron la economía, la seguridad, la inmigración irregular, el derecho al aborto y el apoyo a la democracia. Salvo los últimos dos, la agenda lucía más complicada para la fórmula demócrata, que debió convencer a los estadounidenses de suponer un cambio cuando la candidata a la presidencia lleva casi cuatro años siendo vicepresidenta.
De hecho, por meses Trump martilló con un solo mensaje: los errores de la gestión Biden, profundamente antipopular, son también errores de Harris. Eso lo apuntaló pese a numerosos escándalos y fue parte esencial de su retorno a la Casa Blanca.
Harris prometió garantizar el derecho al aborto, lo cual le ganó la lealtad de muchas mujeres, particularmente de la generación Z, mismas que vieron como los hombres de su generación se volcaron a apoyar a Trump y Vance. Además, repitió consistentemente el mensaje de que Trump, un controvertido magnate inmobiliario, es una amenaza para la democracia y que usaría su influencia en La Casa Blanca para cobrar venganza contra los que percibe como adversarios políticos.
Pero hacia el final de la campaña, Trump relajó su discurso sobre el aborto e incluso recibió el apoyo de su esposa, Melania, quien en un libro ofreció una postura moderada que aplacó los miedos a que, en una segunda administración, él impusiera medidas más restrictivas para las mujeres.
En cuanto a la economía, un tema que de entrada le desfavorecía por los altos niveles de inflación, Harris no logró convencer a suficientes estadounidenses de que su plan busca apoyar a las clases medias. El desencanto y la frustración inclinaron la balanza al bando republicano que, apoyado por votantes de capas bajas y menos escolarizadas, convirtió la incertidumbre en votos.
Según la casa encuestadora Axios, a mediados de septiembre la candidata demócrata cerró la brecha con respecto a la economía, pero no fue suficiente para darle vuelta a un Trump disciplinado en su mensaje: un gobierno de Harris será igual que uno de Biden.
El medio especializado YouGov, por su parte, diseccionó la confianza en ambos candidatos en torno a la economía. Su análisis muestra que la inflación, la deuda y los impuestos eran preocupaciones de los potenciales votantes de Trump. Por otro lado, quienes apoyan a la actual vicepresidencia se preocupan más por la inequidad, los programas sociales, la vivienda asequible y protecciones a los consumidores. Los primeros temas terminaron pesando más en el electorado.
Al cierre de esta nota y con el triunfo de Donald Trump recientemente anunciado, parece que el electorado estadounidense restó importancia a los temores de un declive institucional y apostó nuevamente por la mano dura en materia migratoria y de seguridad. Eso es lo que, al menos de momento, significa para ellos el lema de “Volver a Estados Unidos grande otra vez”.
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