“House of the Dragon”: La reina que siempre fue
El final de la segunda temporada de «House of the Dragon» me dejó con una sensación entre la decepción, el tedio y la indiferencia.
El final de la segunda temporada de «House of the Dragon» me dejó con una sensación entre la decepción, el tedio y la indiferencia.
Un escándalo ha roto las tradiciones de Westeros. Ahora priva el pragmatismo. Lo que importa es ganar la guerra. Rhaenyra es «bilardista», no «menottista».
Rhaenyra entiende el juego del populismo. El sexto episodio de House of the Dragon nos recuerda que el amor del pueblo es traicionero. Hoy odian a quien ayer amaban.
House of the Dragon nos contó que el juego de tronos más peligroso para un gobernante no es el que lo enfrenta a sus enemigos, sino la conspiración silenciosa que se gesta en el corazón de alguno de sus hermanos.
Es entretenida la historia de Martin y HBO, pero esa pantalla negra es el espejo de una realidad terrible. Si aquí ocurriera una «Danza de Dragones», todos terminaremos perdiendo.
La guerra enfrenta a hermano contra hermano. Así es en Westeros, así fue aquí. Ambos se aman, pero son solo peones descartables en el juego de tronos de otros.
Hace casi dos años terminamos la primera temporada de “House of the Dragon” pensando que venía la guerra en Westeros. Pronto veremos que estábamos equivocados. No es la guerra lo que se avecina, es la locura.
Nos quedan varios años y tres temporadas para saber cómo solucionarán los Targaryen su laberinto bélico. Para los impacientes hay un atajo: los libros.
Cuántos ejemplos hay de casos en que se les fue otorgando poder a los militares hasta que ellos pasaron a decidir quién se sienta o se levanta del trono.
Aunque un sujeto se lance a tomar el poder violando las reglas fundamentales, inventará que hay algo que sí lo autoriza para ocupar el poder.
Una de las mejores escenas de esta temporada: la pelea pasa de los niños a los adultos. Y creo que en esta escena HBO le ganó una batalla a Martin.
El Trono de Hierro es tan cautivador que no hay tabla roca, ni luces led que detengan las traiciones que murmuran los mismos cortesanos del rey.
Tal vez el mensaje que nos deja este episodio es que en la vida hay que escoger a los amigos, pero hay que tener aún más cuidado y sabiduría para elegir a los enemigos.
De esos rencorosos polvos surgen los lodos de oposiciones internas. Y dentro de todas las oposiciones, esas son las más peligrosas.
Aquí ya vimos qué tan caro se paga la falta de enfrentamiento decisivo y oportuno ante amenazas tan graves a los cimientos de una sociedad. House of the Dragon nos lo muestra.