“House of the Dragon”: La reina que siempre fue

(Alerta de spoiler: la siguiente columna comenta detalles del episodio final de la segunda temporada de la serie de televisión “House of the Dragon”)

El diccionario de americanismos de la Real Academia Española (RAE) define a la expresión «meh!» cómo una interjección que “expresa protesta o sorpresa”. Y esa exclamación fue la que me salió cuando mi esposa me preguntó sobre el final de la segunda temporada de House of the Dragon. En realidad, más que una protesta o sorpresa, mi «meh!» expresaba algo entre la decepción, el tedio y la indiferencia.

Por ahí vi un tuit que lo describió bastante bien:

  • Final de la primera temporada: ‘Ahora la guerra comienza’.
  • Final de la segunda temporada: ‘Ahora la guerra comienza’.

La primera temporada terminó con los Verdes sentándose en el Trono de Hierro y los Negros en el exilio. La segunda termina con los Verdes desmoronándose y traicionándose y los Negros con sus fuerzas consolidadas. Pero las dos terminan diciéndonos: “La guerra viene. Ya casi. Ahí merito”.

Aegon II ya no está en el Trono de Hierro. Yace en una cama. Una mitad de él vive; la otra es solo el plato que te sirve un mal parrillero: con carne y chorizo quemados. Parecía que el reino no podía gobernarse peor que cuando Aegon reinaba, pero desde que su hermano, Aemond, usurpó el trono bajo el título de Príncipe Regente, demostró que en los procesos del mal gobierno nunca hay un fondo que tocar.

Larys, preocupado por el gobierno del tuerto, convence al rey de que se levante de la cama y huyan. Le propone que cuando Aemond y Rhaenyra se conviertan mutuamente en cenizas, Aegon podrá regresar al Trono de Hierro bajo el título de «El Reconstructor». Al final del episodio lo vemos huyendo en una carreta, junto a Larys. 

Aemond se ve disminuido ante el inesperado crecimiento bastárdico de la Fuerza Aérea de los Negros. Intenta nivelar la mesa al reclutar a Haelena para que monte su dragón y se sume a la guerra, pero la reina lo rechaza. Además, le reprocha al tuerto que ella, en sus visiones místicas, fue testigo de cómo ordenó a Vhagar quemar a Aegon, su rey, su propio hermano.

Alicent también hace su parte en dejar solo a Aemond en el bando de los Verdes. Se escabulle a conferenciar con Rhaenyra. Sintiéndose derrotada, le propone la rendición, abrirle las puertas de King’s Landing. Incluso llega a aceptar que la paz termine de sellarse con la cabeza de Aegon, su hijo. Por cierto, esta conspiración de Alicent es algo relevante en esta historia, pero es un ingrediente propio de los guionistas de HBO. Nada de eso aparece en los libros de George R.R. Martin.

En fin, la segunda temporada nos deja a los Verdes en desbandada. Aemond queda solo en el Trono de Hierro. Bien dicen que la victoria tiene muchos padres, pero la derrota es huérfana. Parece que su última esperanza de que el estandarte de los Verdes siga flameando en King’s Landing reside en el pacto que finalmente sella con la Triarquía. Todo apuntaba a que en este último episodio veríamos a la Triarquía navegando en el tablero, pero HBO prefirió terminar su temporada con una vulgar pelea en el lodo.

Contrario a los Verdes, por el lado de los Negros las cosas pintan muy bien. No solo terminan la temporada con tres dragones más. Parece que sumarán a un cuarto: Sheepstealer. En la serie nos muestran que es Rhaena quien descubre al dragón suelto en el Valle de Arryn; y parece que será ella quien lo montará. En Fuego y Sangre es otra bastarda, llamada Nettles, quien doma a la bestia tras alimentarle con ovejas todos los días. 

En Harrenhal, Daemond comenzó y terminó la temporada con sus sueños crípticos. En este episodio tuvo uno que le muestra el desenlace de la serie Juego de Tronos: el Cuervo de Tres Ojos, la amenaza de Los Otros desde el norte más allá del Muro, y una Daenerys emergiendo como Madre de los Dragones. Si el sueño fuera más preciso, le mostraría que ni Daenerys, ni el Jon Snow Targaryen terminarán venciendo a Los Otros, sino que será Arya Stark, a quien los guionistas de HBO colocaron en la escena cúspide a manera de Deus ex machina. Con cositas así fue como la serie Juego de Tronos construyó el mal final del que tanto se ha hablado.

En fin, el punto es que esa visión hace que Daemond reconsidere su ambición de sentarse en el Trono de Hierro. Resuelve que hay algo más importante y que lo trasciende. De ahí que cuando Rhaenyra llega a Harrenhal, Daemond decide arrodillarse ante su reina-sobrina-esposa, y pone a su disposición el ejército que finalmente formó en Riverlands. Rhaenyra ya tiene asegurada para la tercera temporada una robusta Fuerza Aérea, caballería e infantería.

La última escena nos mostró una serie de imágenes sueltas. En ella aparece el ejército Stark cruzando el Cuello y dirigiéndose a King’s Landing; pero también aparecen los Lannister marchando hacia al mismo destino, en apoyo a los Verdes.

Lo mejor de ese collage de imágenes es que aparece Otto Hightower siendo despertado en una celda. Tal vez fue su genio político lo que faltó durante toda esta temporada. Ojalá que dentro de dos años Otto regrese a mover sus piezas en este Juego de Tronos. Tal vez así tendremos una tercera temporada tan buena como la primera.


*Daniel Olmedo es abogado salvadoreño. Máster en Derechos Fundamentales por la Universidad Carlos III de Madrid. Ha trabajado en gremiales empresariales, firmas de abogados y en la Sala de lo Constitucional. Fue profesor de Derecho Constitucional, Derecho Administrativo y Derecho de Competencia. Ha sido directivo del Centro de Estudios Jurídicos y del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional-Sección El Salvador. Escribió el capítulo La Constitución Económica en la obra conjunta Teoría de la Constitución, editada por la Corte Suprema de Justicia.

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