House of the Dragon: El Consejo Verde

Muerto el rey, viva el rey. ¿Pero cuál? Con el episodio nueve finalmente comienza La Danza de los Dragones: la más sangrienta guerra civil que jamás vio Poniente.

Foto Factum/Retomada de House of the Dragon

*Alerta de spoiler


Veinte años (y ocho episodios) atrás, Viserys nombró a Rhaenyra como su sucesora en el Trono de Hierro. Todos los señores de Poniente le juraron lealtad. La pública voluntad del rey estaba bastante clara.

Muerto el rey, los verdes Hightower saben que la ascensión de Rhaenyra, su enemiga negra, les hará perder el poder, y tal vez hasta sus cabezas. Son ellos quienes verdaderamente ejercieron el poder todos estos años por debajo de la pudrición e incompetencia de Viserys. Su única opción es huir hacia adelante. Sobre el cadáver aún caliente del rey comienzan a ejecutar el plan para sentar en el trono a Aegon, el hijo mayor de Alicent.

Tienen apenas horas antes de que la noticia pase los muros de la Fortaleza Roja. Si llega hasta Rocadrágon, Rhaenyra volará de inmediato sobre el lomo de Syrax a reclamar el Trono de Hierro. Deben moverse rápido.

Buscan al joven por todo Desembarco del Rey. No lo encuentran en su habitación con su hermana-esposa y sus hijos-sobrinos, sino en los lupanares de Lecho de Pulgas. Horas después, el joven es coronado como Aegon, el segundo de su nombre, Rey de los Siete Reinos, Rey de los Ándalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres.

En el episodio destacan dos diferencias importantes respecto a los libros. Una es de cal y otra de arena.

El cambio malo es la presentación de Alicent como ajena, y hasta adversa, a la conspiración de nombrar a su hijo como rey. En la serie aparece convencida de que el reclamo del trono a favor de su hijo es legítimo por un balbuceo del rey en su lecho de muerte. De manera que la presentan hasta indignada con su padre y los miembros del consejo cuando le dicen que ya tenían listo un plan de sucesión desde mucho antes.

Parte de la magia de George R.R. Martin es que no pretende dibujar héroes en sus personajes. Para la historia y su mensaje, no corresponde que nos quieran presentar a una digna y buena Alicent. La reina debe estar tan dispuesta como su padre a llenarse de mierda y sangre para mantener el poder en su familia. Así nos la presenta Martin.

Pero el cambio de la serie que sí mejoró lo que cuentan los libros fue cómo el júbilo de la coronación se interrumpió con la bestia saliendo debajo de las tablas (tal como se lo predijo a su madre/suegra la princesa, ahora reina, Helaena). No solo fue una escena dramática y adrenalínica, sino que nos presentó cómo los Hightower advertían que su viveza no saldría gratuita. Traería como consecuencia la Danza de los Dragones.

Un detalle muy importante en los libros y en la serie es que quien coloca la corona sobre Aegon es un militar. Ser Criston Cole es miembro de los Capas Blancas. La Guardia Pretoriana, le llamarían los romanos; el Estado Mayor Conjunto, nosotros. Por ese acto a Cole se le conocerá con el mote de Hacedor de Reyes.

Más allá de la historia de Martin, la nuestra (y particularmente la de Roma) nos enseña que nunca es buena idea dar tanto poder a los militares. Con las armas en las manos emerge la tentación de dejar de ser una pieza para pasar a ocupar la posición de jugador.

Cuántos ejemplos hay de casos en que se les fue otorgando poder a los militares hasta que ellos pasaron a decidir desde los cuarteles quién es el que se sienta o se levanta del trono. En este siglo XXI, esos países que entusiastas escalan su militarización harían bien en escuchar esas lecciones de la historia.

Pero creo que el principal mensaje de este episodio está impreso en la cara de desconcierto de los verdes cuando, frente a las fauces de Meleys, están apenas a un “Dracarys” de Rhaenys para convertirse en carbón. Pasaron todo el episodio ejecutando un ardid para burlar la voluntad sucesoria del rey Viserys. Muy vivos se creían. Pero cuando más se se regodeaban en el éxito de su bribonada, emergió la bestia del suelo.

Los verdes hicieron su circo de poder sobre una peligrosa cárcava: el pozo de los dragones. Muy tarde se enteraron de que eso de acudir a vivezas para burlar las reglas y mantenerse en el poder no es una buena idea. No lo es en Westeros, ni acá.

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