House of the Dragon: Iluminamos el camino

En el quinto episodio comienzan a definirse los bandos dentro de la corte. Pero ahora las naturales diferencias con el libro podrían quitarle un poco de brillo a la historia.

Foto Factum/Retomada de House of the Dragon

*Alerta de spoiler


La escena clave en este episodio es la entrada de la reina Alicent vestida de verde. Los guionistas quisieron asomar la importancia del asunto con un comentario aislado de entre la masa que explica el significado del color verde. Pero creo que el énfasis fue insuficiente.

En la reseña de hoy voy a alejarme un poco de lo visto en el episodio, y paso a relatar cómo maneja el asunto George R.R. Martin en “Fuego y Sangre”. Mi propósito no es ponerme en plan talibán de los libros, sino tratar de poner acentos en puntos que considero claves para que todos le saquemos más jugo a la historia en los próximos episodios. Como el título de este episodio, solo pretendo iluminar un poco el camino para el resto de la temporada. Y como desconozco qué ocurrirá en los próximos episodios, es probable que a continuación haga algunos spoilers. Queda advertido.

Olvidémonos un poco de lo ocurrido en la serie, y volvamos al punto en que Daemon peleaba la guerra en Peldaños de Piedra.  En el libro, mientras eso ocurría, el rey Viserys despojaba a Otto Hightower de su cargo de mano del rey. Así nos cuenta Martin cómo estaba el ambiente en palacio en esos días: «Aún después del regreso de ser Otto a Antigua, seguía existiendo en la corte ‘el partido de la reina’, un grupo de poderosos señores partidarios de la reina Alicent que respaldaban los derechos de sus hijos. A ellos se contraponía ‘el partido de la princesa’. El rey Viserys quería tanto a su esposa como a su hija y detestaba el conflicto y la disputa».

Así estaba el ambiente cuando se celebró el quinto aniversario del matrimonio real entre Viserys y Alicent. Para celebrarlo se realizó un torneo. Esto ocurrió ahí: «En el banquete inaugural, la soberana lució un vestido verde, mientras que la princesa se aderezó teatralmente con el rojo y negro de los Targaryen. Se tomó debida nota, y en lo sucesivo, se convirtió en hábito referirse a los ‘verdes’ y los ‘negros’ para designar respectivamente, a los adeptos de la reina y los de la princesa (…) No obstante, había uno que no iba de verde ni de negro, sino de oro y plata: el príncipe Daemon había regresado al fin a la corte. Ceñido con una diadema y presentándose como el rey del mar Angosto, apareció sin anunciarse en los cielos de Desembarco del Rey, a horcajadas sobre su dragón y trazó tres círculos sobre el solar del torneo…, pero cuando tocó tierra se postró ante su hermano y le ofreció su corona como muestra de amor y su lealtad».

Más alla de que el retorno de Daemon resulta más espectacular en el libro que lo que vimos en la serie, lo importante es que en ese momento, a la sombra de la incompetencia del rey, ya se habían definido dos partidos: los “verdes”, de la reina; y los “negros”, de la princesa. La entrada de Alicent que vimos el domingo pasado es, en efecto, la declaración de guerra a Rhaenyra. Y es toda la corte la que se divide en dos bandos.

Criston Cole, con la estupidez propia de los enamorados, era el primero en encabezar el partido de los ‘negros’. Y, como vimos en la serie, cuando le propone a Rhaneyra dejar el trono para irse a vivir de besos, pan y cebolla al otro lado del mar, la heredera al Trono de Hierro naturalmente reacciona recordándolde que: «Era de la sangre del dragón (…) y había nacido para algo más que vivir como la esposa de un simple mercenario. Además, si [Cole] arrumbaba sus votos de guardia real, ¿por qué cabía esperar que respetara los matrimoniales?».

Criston Cole se enteró de que Rhaenrya no lo veía como su enamorado, sino solo como su espada (en todos los sentidos). Y lo más duro para Cole es que hay otro que también tiene su espada al servicio de la princesa: Harwin Strong, apodado el Quebrantahuesos. Pues tras todas esas intrigas palaciegas es que viene la escena de la boda que vimos en el episodio.

En el libro la boda no se celebra con una fiesta, sino con un torneo. Así nos cuenta Martin lo ocurrido: «El casamiento se celebró con siete jornadas de festejos y justas, el más lujoso torneo organizado en muchos años. Entre los competidores se contaban los hermanos de la reina Alicent, cinco hermanos juramentados de la Guardia Real, Quebrantahuesos y el favorito del novio, ser Joffrey Lonmouth, conocido como el Caballero de los Besos. Cuando Rhaenyra otorgó la liga a ser Harwin, su reciente esposo rio y entregó una de las suyas a ser Joffrey. Carente de los favores de Rhaenrya, Criston Cole recurrió a la reina Alicent».

Rhaenyra primero humilló a Cole rechazando su ingenua propuesta de abandonar el poder por el amor. Luego, frente a todos, le repudia entregando la liga a su competencia de alcoba. Ahí es cuando Criston Cole se muda al bando de los ‘verdes’. La reina Alicent le ofrece su liga y él la recibe.

«Luciendo su prenda [la de la reina Alicent], el joven lord comandante de la Guardia Real derrotó a cuantos lo retaron con enconada fiereza. Dejó a Quebrantahuesos con la clavícula quebrada y un codo destrozado, pero fue el Caballero de los Besos quien sintió más que nadie la medida de su ira. El arma favorita de Cole era el mangual, y los golpes que hizo llover sobre el adalid de ser Laenor le partieron el yelmo y lo dejaron inconsciente en el lodo. Después de que lo evacuaran ensangrentado del campo, ser Joffrey murió en seis días sin recobrar la consciencia».

Con esto solo quiero destacar cómo “Fuego y Sangre” y “House of the Dragon” nos muestran que resulta muy fácil que una dinastía monolítica e invencible implosione. El rey mantiene oficialmente la sucesión en su Rhaenyra, pero eso no impide que su propia esposa, su mano y la mitad de su corte conspiren para que el poder quede en alguien más.

Y es que en Westeros no existen desfiles, aplausos, cadenas televisivas, ni atractiva propaganda dirigida a presentar una imagen de unidad granítica que logre contener el apetito por el poder entre las propias filas del gobierno. Este episodio nos mostró que en un régimen autocrático los partidos “negro” y “verde” no surgen desde las filas de la oposición, sino que se cuecen desde las traiciones e intrigas del mismo gobierno. El Trono de Hierro es tan cautivador que no hay tabla roca, ni luces led que detengan las traiciones que murmuran los mismos cortesanos del rey.

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