(Alerta de spoiler: la siguiente columna comenta detalles del cuarto episodio de la segunda temporada de la serie de televisión “House of the Dragón”)
Comenzó la guerra nuclear. El dragón rojo es Meleys. Su jinete, Rhaenys Targaryen, la Reina que Nunca Fue. El dorado es Sunfyre. Su jinete, Aegon. Para los Verdes es el rey, el segundo de su nombre. Para los Negros, El Usurpador.
Pero hay un tercer participante en este primer baile de la Danza de los Dragones. Es Vaghar, la más vieja y grande de todos los dragones vivos. Tiene 181 años. Es la única que no nació en Westeros. Viene de la Antigua Valyria, esa civilización que el cataclismo borró del mapa y de la que solo escapó el linaje de los Targaryen. Vaghar llegó a Westeros cien años antes de los eventos que vemos en la serie. Lo montaba Visenya, la hermana-esposa de Aegon El Conquistador. Varios jinetes han pasado por su lomo. Hoy lo monta Aemond Targaryen, El Tuerto.
Hace unas semanas decía en esta columna que cuando HBO nos contó la historia de Queso y Sangre la serie perdió frente al libro. Este round lo ganó la serie.
El particular encanto de todo este cuento es cómo lo escribió George R.R. Martin. Fuego y Sangre está redactado como si fuera un texto de historia, un escrito de un antiguo maestre llamado Gyldayn. Él cuenta toda la historia de Westeros desde que fue conquistada por los Targaryen. Pero cuando llega a los episodios de la Danza de los Dragones (que es lo que estamos viendo en House of the Dragon), el maestre cita diferentes fuentes:
- El maestre Orwyle (el del Consejo de los Verdes que en este episodio vimos dándole un té abortivo a Alicent).
- El septón Eustace
- El bufón Champiñón
Este último es quien cuenta los acontecimientos con más morbo y picante, fiel a esa máxima de las ciencias históricas: la historia es chisme; y el chisme es vida.
En fin, el punto es que Fuego y Sangre está redactado con un marcado sesgo a favor de los Verdes. La magia de George R.R. Martin al escribirlo así, fue hacer que, como ocurre en nuestro mundo, leamos la historia de siglos anteriores a través del borroso reflejo de sus escritores. Pero es inevitable que la verdad real, sus aristas y complejidades, permanezcan ocultas a nuestros ojos.
Eso justifica que en esta ilusión en que nos ha imbuído Martin, lo que verdaderamente ocurrió en La Danza de los Dragones nos es vedado; así como ocurre con la historia en nuestro mundo. Por eso, lo que hace HBO es contarnos una versión distinta a la que escribió el maestre Gyldayn. Eso explica que Fuego y Sangre inclina al lector a apoyar a los Verdes, mientras que la mayoría de la audiencia de HBO es #TeamNegro.
Perdón por perderme en todas estas explicaciones inútiles. El punto al que quería llegar es que lo que vimos en este episodio es distinto a lo que nos contó el maestre Gyldayn. Pero guarda una coherencia maravillosa para el rumbo al que nos lleva la narración.
Las tropas de los Verdes evaden dirigirse dirctamente a Harrenhal, que sería la opción militar lógica, y se enfrascan en sitiar Rook’s Rest, un castillo menor que está muy cerca del cuartel de los Negros. Parece que los incautos Verdes se dirigen a la boca del dragón. Pero es una emboscada.
Los Negros caen en la trampa y aprietan el botón nuclear. Envían a un dragón a destruir a esas tropas en una batalla que parece fácil. Rhaenyra se niega a que su hijo combata, y en su lugar envía a su tía, Rhaenys, montada en las escamas rojas de Meleys. Hasta ahí todo coincide entre HBO y el maestre Gyldayn.
El cambio aparece en cómo y quién ha diseñado la estrategia de los Negros. En Fuego y Sangre únicamente se nos dice que el plan consiste en que, cuando aparezca «La Reina que Nunca Fue», Aegon y Aemond la sorprenderán montando sobre sus dragones. HBO nos dice que la trampa únicamente involucraba a Aemond, y que había sido preparada por él y Criston Cole a espaldas del rey.
Aegon II (o El Usurpador, para los #TeamNegro) aparece en el cielo sorprendiendo no solo a Rhaenys, sino también a Cole y a Aemond. “Este imbécil no se quedó en King’s Landing”, habrá pensado Cole. Pero Aemond vio una oportunidad. Mantiene a Vaghar escondido entre el bosque y deja que su hermano pelee solo contra su tía. Es hasta que ambos se han hecho daño cuando Vhagar se une a la Danza de los Dragones.
El maestre Gyldayn nos cuenta que los tres dragones se enredaron en la batalla aérea y cayeron al suelo. Vhagar y su jinete tuerto fueron los únicos que salieron sin daños de esa melé. HBO nos contó una versión mas interesante.
Aemond no solo dejó que su hermano peleara sólo en la batalla aérea durante unos momentos. Cuando finalmente decide unirse a la fiesta, lo hace lanzando fuego indistintamente tanto a Rhaenys como a su rey. En los episodios anteriores, HBO nos ha ido mostrando como Aemond gesta en su corazón un resentimiento hacia su hermano. Lo desprecia. Sabe que él sería un mejor rey que ese inútil. El Dracarys que ordena a Vhagar es la oportunidad que había buscado de quitarle el trono. ¿Lo logró? Lo sabremos el próximo domingo.
En fin, HBO hizo que la batalla de Rook’s Rest no solo fuera una épica escena de acción y estrategia militar. La convirtió en un movimiento de una guerra más siniestra. Una que no se pelea con dragones ni espadas, sino con intrigas palaciegas. No se juega contra los enemigos, sino que entre los propios.
La traición es traición porque la hacen los aliados, los amigos, los hermanos. Los enemigos no traicionan. House of the Dragon nos contó que el juego de tronos más peligroso para un gobernante no es el que lo enfrenta a sus enemigos, sino la conspiración silenciosa que se gesta en el corazón de alguno de sus hermanos.
*Daniel Olmedo es abogado salvadoreño. Máster en Derechos Fundamentales por la Universidad Carlos III de Madrid. Ha trabajado en gremiales empresariales, firmas de abogados y en la Sala de lo Constitucional. Fue profesor de Derecho Constitucional, Derecho Administrativo y Derecho de Competencia. Ha sido directivo del Centro de Estudios Jurídicos y del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional-Sección El Salvador. Escribió el capítulo La Constitución Económica en la obra conjunta Teoría de la Constitución, editada por la Corte Suprema de Justicia.
Opina