Al presidente (con minúscula) le gusta hablar de farsas. Para él, los Acuerdos de Paz y la guerra que provocó la sangre de miles de salvadoreños fueron una farsa. Para él, la democracia que hemos vivido desde los Acuerdos de Paz –débil, pero al fin democracia– también constituye una farsa. En su discurso de victoria de las elecciones presidenciales de 2019, de forma unilateral, declaró que, con su triunfo, la posguerra salvadoreña había finalizado. Al parecer, para Bukele, la historia empieza y terminará con él, porque el pasado es una gran mentira, una estafa que le contaron al salvadoreño.
Este pensamiento anacrónico es muy propio de los dictadores. Ellos se creen los reyes salvadores de los pobres e ignorantes súbditos. No hay un solo dictador que no se considere el “elegido” por su Dios. Basta recordar la invasión militar a la Asamblea Legislativa, cuando el presidente declaró que Dios le había pedido paciencia para no “apretar el botón”, en una clara alusión a un Golpe de Estado que terminó concretando el 1 de mayo de 2021, cuando sus diputados destituyeron a la Sala de lo Constitucional y al Fiscal General de la República. “Hablar con Dios” o con otras entidades, por cierto, tampoco es algo nuevo para los dictadores. Famoso es el caso de Nicolás Maduro, cuando dijo haber hablado con un pajarito.
La acumulación de poder y la eliminación de los enemigos también constituyen características del dictador, y como todo dictador, este necesita que ese poder permanezca en el tiempo. Fue por ello que la Sala de lo Constitucional impuesta por Bukele, en una sentencia espuria, estableció que la reelección presidencial inmediata no es inconstitucional; o dicho de otra manera: que no hay obstáculo constitucional que impida la reelección presidencial inmediata, cuando en realidad hay seis artículos dentro de la Constitución que la prohíben.
El sistema para acceder a la reelección presidencial inmediata es el mismo que también aplicaron otros dictadores de la región, como Daniel Ortega, en Nicaragua; o la «narcodictadura» de Juan Orlando Hernández, en Honduras: utilizar a los magistrados impuestos y leales al régimen para que, por medio de una interpretación constitucional, se permitiera semejante aberración.
Ese adefesio jurídico no tiene ningún asidero, ni en la Constitución ni en leyes secundarias. Prueba de ello es que han tenido que crear o instaurar un procedimiento para que el actual presidente pudiera ser candidato, procedimiento que no estaba establecido en ninguna Ley por la simple y sencilla razón de que la reelección presidencial inmediata está prohibida. Sin embargo, ni aún con el procedimiento absurdo creado por ellos mismos han podido esconder la flagrante farsa de que la Constitución permitiera una reelección presidencial inmediata. Se suponía que, a través de ese procedimiento absurdo, el presidente debía solicitar un permiso y encomendar a un delegado la presidencia de la República. Además, se suponía, también, que durante seis meses, Bukele no podría ejercer las facultades de la presidencia. Pero esto no ha sido más que otra estafa al pueblo salvadoreño; otra burla en la cara de la gente que, hipnotizada por los alcances en materia de seguridad, le celebra absolutamente todo.
Prueba de esa farsa o estafa es que muchos funcionarios han declarado abiertamente en sus redes sociales que están siguiendo instrucciones de Bukele. Es decir que este aún sigue ejerciendo la presidencia, vulnerando el mismo procedimiento absurdo instaurado por ellos mismos. Así, por ejemplo, el director de la Policía Nacional Civil, Mauricio Arriaza Chicas, informó a su personal el pasado 19 de abril de 2024, mediante su cuenta de X, que “el pago correspondiente a este mes ha sido depositado. Así mismo, los $200 adicionales que otorga el Sr. Presidente…”.
Así como este, hay muchos “tuits” del Sr. Arriaza en los que refiere seguir órdenes de un presidente que, supuestamente, no debería estar ejerciendo la presidencia. Lo mismo sucede con el Ministro de la Defensa, el Sr. Merino Monroy, quien ha continuado refiriéndose a Bukele como «el Sr. Presidente». Por ejemplo, en su tuit del 24 de marzo de 2024, el Ministro informaba lo siguiente: “5 mil elementos de la Fuerza Armada, junto a mil miembros de la PNC han instalado por orden del Sr. Presidente… cerco militar al sur del departamento de Chalatenango”…
Más claro no puede estar: la influencia que el bachiller Bukele ha seguido ejerciendo sobre la presidencia de la República vulnera, incluso, al absurdo e ilegal procedimiento instaurado por ellos mismos; todo para que pudiera ser candidato y acceder consecutivamente a la presidencia; y todo avalado, además, por los cobardes magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE).
Entonces, al seguir ejerciendo las facultades de la presidencia, queda demostrado que el procedimiento de renuncia de la presidencia realizado seis meses antes de las elecciones no fue más que una farsa, una estafa, un timo al pueblo salvadoreño, a quien le han asegurado que la reelección presidencial inmediata es permitida. Tal es el engaño, la estafa o el timo, que el Bachiller sigue utilizando, por ejemplo, el Batallón Presidencial. Estos son solo tres ejemplos de lo absurdo del adefesio jurídico instaurado por la Sala de lo Constitucional impuesta, y una muestra clara de que la reelección presidencial inmediata está y sigue siendo prohibida por una Constitución a la que, como hemos visto esta semana, también ya abrieron las puertas para ser reformada según sus intereses.
Eso ya lo sabemos y no hace falta repetirlo. Ante dicha farsa, ante dicha estafa, personas como el excandidato presidencial Luis Parada han señalado y subrayado el hecho. Sin embargo, lo cierto es que a estas alturas esos reclamos pierden validez, pues es tan absurdo aceptar el procedimiento instaurado para permitir la candidatura inconstitucional, como reclamar la vulneración de algo que de por sí era ilegal y que los mismos diputados del oficialismo ayudaron a validar.
Los partidos políticos que participaron en la contienda presidencial ayudaron a legitimar las inconstitucionales elecciones. Los partidos políticos de oposición debieron abstenerse de participar y debieron haber reclamado a nivel internacional aquella ilegalidad. Muchos argumentan que haber hecho eso implicaba “darle facilidades al régimen”, “dejar el camino libre de obstáculos”, pero lo cierto es que mejor hubiera sido un escándalo internacional, con todas las sanciones previstas a El Salvador por vulnerar la carta democrática de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que legitimar algo que por su naturaleza era un quebrantamiento del orden democrático del país.
Al presidente, que le gusta hablar de farsas, le queda bien esta nueva estafa, este timo hacia el pueblo salvadoreño y hacia la comunidad internacional: la gran farsa del sigo XXI en El Salvador. La oposición política, por su parte, sigue dando facilidades para que el régimen se perpetúe en el poder. En el país de las farsas, el gran farsante es el rey (con minúscula).
*Alfonso Fajardo nació en San Salvador, en 1975. Es abogado y poeta. Miembro fundador del Taller Literario TALEGA. Su cuenta de Twitter es: @AlfonsoFajardoC.
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