Fernando Díaz es un historiador que nació después de finalizado el conflicto armado, pero su profesión y haber trabajado en el archivo de Tutela Legal le dio la oportunidad de conocer la historia de la guerra. Es una historia, dice, que va más allá de los bandos y que debe pasar necesariamente por lo que vivieron las víctimas
Foto y vídeo FACTUM/Gerson Nájera
Para Fernando Díaz, un joven de 27 años graduado de Historia, la deuda del país con la reconstrucción de la historia de la guerra civil inició desde la firma de los Acuerdos de Paz, que generaron cambios en El Salvador, pero no hicieron un aporte para la construcción de la verdad, de la memoria y de la justicia del país.
Como si el conflicto solo hubiese tenido dos grandes actores: los bandos en contienda, los acuerdos invisibilizaron lo que vivieron las víctimas, independientemente de su afinidad ideológica, valora Díaz. Por ello, para él, el primer paso real que dio el Estado para reconstruir la historia del conflicto armado fue la declaración de inconstitucionalidad de la Ley de Amnistía de 1993.
A falta de la apertura de archivos militares, hay que trabajar recuperando la tradición oral de los sobrevivientes, señala. Porque la construcción de la historia no tiene que ver con bandos y porque el conflicto armado se planteó como “un combate entre dos fuerzas nada más”, como parte de una político de olvido.
¿Qué falta hacer? Que el Estado ponga como parte de los planes de estudio la historia del conflicto partiendo de lo que vivieron las víctimas, dice el historiador.
Díaz apunta que la falta de conocimiento sobre esta parte de la historia produce una insensibilización de las generaciones que no vivieron la guerra, un fenómeno que no les permite sentir empatía con las víctimas ni repudio por los abusos y violaciones de derechos humanos que se viven ahora y los que se podrían vivir en el futuro.
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