El régimen interrumpió el embarazo de Arely

No todas las salvadoreñas tendrán un feliz Día de la Madre. Arely, una joven de 33 años que fue arrestada cuando tenía cinco meses de embarazo, perdió a su hija en agosto de 2022, estando en prisión, y cuando tenía ocho meses de gestación. La madre de Arely no sabe su condición de salud y tampoco recibió una explicación por la muerte de su nieta. 

Ilustración: Victoria Delgado


Susana, de 59 años, se pone la mano en el pecho y le cambia el ritmo de la respiración cuando relata que vio a su hija esposada de pies y manos en el hospital nacional Jorge Mazzini, en Sonsonate, el 10 de agosto de 2022. “Me dolió el alma verla encadenada”, dice. Era la primera vez que se encontraba con ella desde que la capturaron el 5 de junio del año pasado, durante el régimen de excepción, en el puesto de ropa usada donde trabajaba en Altavista, Ilopango. 

Seis horas antes del encuentro con su madre, Arely, de 33 años, había perdido a la bebé que tenía ocho meses de estar gestándose en su vientre. Era niña y ya le había comprado pañales y varios vestidos. 

“Mamá me entierra a la niña”, le dijo Arely a su madre en los diez minutos que le permitieron verla. No tuvieron espacio para hablar solas y tampoco pudieron abrazarse, porque la custodia estaba a la par de la camilla, vigilándolas en medio de su luto. En un impulso, cuando se despidió de ella, Susana le tocó la mano a su hija y pudo sentir su delgadez y angustia.

No recibieron ninguna explicación. La partida de defunción de la bebé únicamente señala que murió a las 4:45 de la madrugada del 10 de agosto de 2022. La causa: “nacida muerta”. Dos palabras que le atraviesan el corazón como un puñal a Susana y le ponen vidriosos los ojos. Se le corta la voz, como cansada de tanto sentir. 

Los empleados de la funeraria no pudieron preparar el cadáver de la niña, pues le dijeron a la abuela que estaba “aguadita, solo pesaba dos libras y regresó a la posición fetal”. 

Susana se había jubilado en diciembre de 2022. Con los $400 que le depositaron de su jubilación, la que gestionó tras 30 años de trabajo como cocinera, pudo pagar el funeral de su nieta, obtener la partida de defunción y comprarle toallas sanitarias y ropa interior a su hija. No le sobró nada. 

La cruz de la tumba de Abigail, como pensaban ponerle a la niña, se la regalaron. No tiene placa, porque no tiene dinero para comprarla. Por el momento tampoco tiene recursos para pagar el impuesto municipal del nicho. 

La tumba de la bebé, en el cementerio municipal de Ilopango, no tiene placa. Solo una cruz donde se lee el nombre que planeaba ponerle su madre. Foto Factum/Natalia Alberto

Arely fue arrestada en su trabajo, cuando tenía cinco meses de embarazo. Estaba emocionada porque iba a ser madre por segunda vez, de una niña. “Viera cómo se puso de mal, lloró y lloró, yo solo le pedí fuerzas a Dios para transmitirles a ella”, relata su madre. La tarde del 5 de junio de 2022, dos policías llegaron al trabajo de Arely y le pidieron el DUI, se lo regresaron y se fueron a arrestar a dos vecinas. Minutos después regresaron por Arely, sin darle explicaciones la esposaron y se la llevaron, según cuenta su madre.

Susana estaba en el culto cuando le avisaron. “Me dijeron se llevaron a Arely y yo solo cerré los ojos. Nunca pensé que eso le iba a pasar a mi hija”, narra. 

Meses después de la captura, Susana se enteró que a su hija “le pusieron el dedo”, una manera popular de referirse  a que alguien señala a otra persona sin pruebas; un patrón que se ha repetido en varios arrestos durante el régimen de excepción que empezó en marzo de 2022. En más de un año de vigencia han sido arrestadas más de 65 mil personas, según los escuetos datos proporcionados por las autoridades de Seguridad. No existe información de cuántas mujeres han sido detenidas en ese período, pues no existe un desglose de las estadísticas. 

La libertad de asociación, el derecho de defensa, el plazo de detención administrativa y la inviolabilidad de las telecomunicaciones son los derechos suspendidos para los salvadoreños desde que empezó esta medida aprobada para contener la violencia desatada en el fin de semana más violento de la historia reciente del país.

A Arely se la llevaron a la delegación Altavista, acusada del delito de asociaciones ilícitas; después fue trasladada a cárcel de Mujeres en Ilopango y, en la actualidad, según las últimas informaciones que tiene su madre, permanece en el penal de Apanteos, Santa Ana. A esa prisión fueron trasladadas todas las mujeres. A la fecha, no se conoce cuántas de ellas están en la cárcel, pues el gobierno de Nayib Bukele mantiene oculta esa información.  

Susana y abogados de una organización de derechos humanos que lleva el caso no saben cuál es el estado de salud de Arely después de que perdió a su hija. Tampoco les han aclarado por qué y en qué circunstancias murió la bebé. 

Susana únicamente sabe que su hija tenía una severa infección en las vías urinarias, una enfermedad que de no recibir la atención médica adecuada puede generar otras complicaciones de salud como fiebre, cansancio, temblores y un padecimiento en los riñones que podría ser irreversible. Su hija se lo dijo en los 10 minutos que le dieron de visita cuando murió la niña.

La audiencia de Arely será en diciembre, pero los abogados de la organización que la apoya consideran que es urgente que sea sometida a una evaluación médica. Ya le hicieron esa petición al juez del caso. 

No hay descanso para Susana

Susana tiene bajo su cuidado a su nieto de 13 años, el hijo mayor de Arely, quien también lloró mucho cuando se enteró de la muerte de su hermana. “El niño me dice que le va a decir a la Arely que haga otro niño cuando salga de la cárcel”, relata. 

Antes de participar en una celebración por el Día de la Madre, organizada por los amigos del lugar donde trabajó durante 30 años, Susana suelta con un suspiro su anhelo más profundo: que su hija sea liberada para  poder dejar de trabajar y al fin descansar. Le duele la rodilla derecha. Y nunca se imaginó que después de su jubilación tendría que regresar a laborar. Los $230 mensuales que recibe de pensión no le alcanzan para comprar los paquetes que debe llevar a la cárcel para su hija. 

Un domingo al mes, la madre de Arely viaja al penal de Apanteos. Llega por la noche para hacer fila y esperar a que amanezca. Coloca una silla afuera del penal y conversa con los familiares de otros reos durante esas madrugadas. Solo así logra entregar temprano el paquete el lunes. A veces es la número 25 de la fila, en otras ocasiones es la 32. Cuando tiene suerte consigue pasar a las 10 de la mañana. No se entretiene demasiado, pues al día siguiente tendrá que levantarse a las 3:00 de la madrugada para salir a trabajar de nuevo, a cocinar platillos con el alma destrozada. 


*Los nombres de Susana y Arely fueron cambiados a petición de una de las protagonistas de este relato.

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