Tras la salida de Donald Trump, la diplomacia entre los gobiernos de El Salvador y Estados Unidos se ha enfriado. Luego de meses en que el presidente Nayib Bukele llamaba “aliado” y “socio confiable” al país norteamericano, y de una amistad cercana con el exembajador de Estados Unidos en El Salvador, Ronald Douglas Johnson, ahora las cosas son diferentes: este miércoles 7 de abril, Bukele rechazó una reunión con Ricardo Zúñiga, el enviado especial para el Triángulo Norte designado por Joe Biden. Este desplante ha sido interpretado como el vuelto de Bukele al rechazo que recibió durante un viaje secreto que realizó en febrero de este año a Washington D.C., en el que ningún funcionario quiso recibirlo.
Esta última es solo la señal más evidente del enfriamiento de esa diplomacia. El 25 de marzo de 2021, Bukele anunció vía Twitter, como es su costumbre, que vetaría una ley contra el tráfico de personas acuerpada por la embajada de Estados Unidos y que había sido aprobada por la Asamblea Legislativa. Esta ley prohibía la promoción, incluso por redes sociales, de la migración.
Esto ocurre cuando el gobierno de Estados Unidos impulsa una ampliación de su abanico de temas de interés en el norte de Centroamérica: Washington ya no solo parece estarle apostando a detener la migración, sino también a combatir la corrupción y fomentar la rendición de cuentas de los gobiernos de El Salvador, Honduras y Guatemala. Esto ha sido dicho explícitamente por funcionarios y cercanos del gobierno de Biden y por congresistas como la demócrata Norma Torres.
Para Óscar Chacón, con dos décadas de experiencia en el tema migratorio, el veto de la ley es una señal del Gobierno de El Salvador, que busca allanar el terreno ante un cambio de actitud de Washington a Centroamérica, para conseguir que Estados Unidos ignore temas que podrían complicar la relación diplomática, como la corrupción en la región, y vuelva al monotema migratorio. “El gobierno salvadoreño sabe perfectamente bien cuán desestabilizante es el tema de los flujos migratorios para la administración Biden… Creo que lo que está haciendo el gobierno salvadoreño es una mezcla de mensajes. Por un lado, vetan esta ley que se pudiera interpretar como que el gobierno salvadoreño no va a restringir la salida de personas del país, pero (también) es una señal importante que dice ‘ bueno, yo quizás puedo hacer algo diferente, yo quizás sí puedo tomar una actitud más en la lógica de parar, de contener flujos, de combatir la idea de que la gente se vaya, pero no veo nada a cambio’. Entonces. Vamos a ver si hay algo a cambio de que yo tome una postura más directamente en la lógica de contención, y estoy dispuesto a escuchar’”, dice Chacón.
Chacón es el director de Alianza Américas, una organización transnacional que ayuda a comunidades migrantes latinoamericanas en Estados Unidos y que apoya a albergues de migrantes en la ruta. Desde ahí, analiza en esta entrevista ese enfriamiento de la diplomacia entre estos dos países y los resultados de aquella amistad entre Bukele y Trump: “En términos sustantivos y tangibles, (esa alianza no sirvió para) prácticamente nada”, resume.
Antes de la entrada de la administración Biden, hubo un escenario en el que parecía haber una diplomacia bastante sólida entre el gobierno de Estados Unidos y el de El Salvador. Vimos intercambios públicos entre el presidente Nayib Bukele y el exembajador de Estados Unidos en El Salvador y, en redes, con el presidente Donald Trump. Pero en el tema migratorio, más allá de lo que se vio públicamente, ¿Cómo benefició esta cercanía o esta “amistad”, como la llamó el presidente Bukele, a los migrantes salvadoreños que buscan llegar a Estados Unidos?, ¿Qué se logró? ¿Qué ganancia tuvieron los migrantes?
En términos sustantivos y tangibles, prácticamente nada. Porque la realidad de las cosas es que para la administración Trump la meta más importante en el ámbito diplomático, en cuanto a Honduras, Guatemala, El Salvador, era parar, detener los flujos migratorios. Esa era la meta más preciada del enfoque de política exterior de Estados Unidos hacia la región centroamericana. Y es importante hacer notar que los gobiernos centroamericanos mantuvieron y mantienen todavía una postura que, al menos de forma oficial, ha buscado complacer a los Estados Unidos, que ha elevado esa meta a lo largo de los últimos cuatro años, incluso yo diría que de los últimos siete años, como la meta más preciada, porque es algo que empezó con Barack Obama. El problema es que si tú analizas los flujos migratorios hasta principios del año pasado, uno no puede ignorar los hechos y los hechos son que los flujos no pararon, los flujos migratorios siguieron. Los hondureños, los guatemaltecos y los salvadoreños que salían de sus países seguían intentando llegar a Estados Unidos. Muchos de ellos fueron parados en México y deportados de México porque México también se adhirió con la política de contención migratoria dictada desde Washington.
Ahora es notable que lo que sí paró los flujos migratorios fue la pandemia. Y los paró porque las fronteras se cerraron. O sea, los gobiernos no permitían la movilidad de las personas. En ese sentido, los flujos sí disminuyeron, pero hay que diferenciar entre este hecho extraordinario, digo la pandemia, y los factores que causan y que han venido causando por décadas la salida forzada de tantas personas. Entonces la pandemia no curó los problemas, la pandemia no resolvió los factores causantes de la migración más importantes. Simplemente los ha retrasado. Es como quien pone una barrera artificial en un río y espera que como consecuencia el río se seque. Pero lo que realmente pasa es que el agua se acumula y, cuando la barrera artificial se rompe, el agua corre con mucha fuerza. Entonces esta es la mejor analogía que te puedo dar ahora.
Es importante también destacar que para los gobiernos y las élites económicas centroamericanas la idea de parar los flujos migratorios es una idea muy difícil de favorecer, en forma real, de forma genuina ¿por qué? Bueno, porque las economías de los tres países centroamericanos que son foco de atención se han vuelto tan, pero tan dependientes del flujo de remesas que envían las personas que se establecen en Estados Unidos. Entonces, la idea de que tú vas, de forma deliberada, a tomar acciones para parar definitivamente los flujos es una apuesta contraproducente porque estás hablando de cerrar la válvula de ingreso de un número considerable de divisas externas. El año pasado, como bien sabemos, el envío de remesas alcanzó la cifra increíble de casi 23,000 millones de dólares en sumatoria de ingresos de remesas entre El Salvador, Honduras y de Guatemala. Entonces, hay que estar claros en que los gobiernos centroamericanos, independientemente de lo que le prometieron a Trump, en realidad nunca fueron eficaces en realmente parar la salida de las personas. E, insisto, lo único que paró el flujo migratorio fue la pandemia.
Si bien los gobiernos, como usted dice, no han sido eficaces en parar la migración, pareciera que ha habido una alineación en la política antiinmigrante para parar el flujo migratorio; de hecho, vimos algo que nunca se había visto, que es que los gobiernos mismos impusieran patrullas fronterizas. Y no solo eso, El Salvador, como otros, se convirtió también en un “país seguro”. Ya no solo intentó detener el flujo de migrantes de aquí, sino que aceptó recibir migrantes de otros países que buscaban asilo en Estados Unidos.
Claro.
¿Estos esfuerzos sirvieron de algo?
La declaración pública, incluyendo el anuncio de las policías fronterizas en Centroamérica, para mí son anuncios principalmente publicitarios, que han tenido el fin de buscar deliberadamente congraciarse con la administración de Donald Trump, porque era exactamente lo que Donald Trump quería escuchar. Pero no tuvieron mayor impacto en verdaderamente reducir los flujos. Hasta marzo del año pasado, si tú hablabas, por ejemplo, con los albergues de migrantes en México, no había una reducción notable en el ingreso de personas. Entonces el símbolo de una policía fronteriza es una cosa, parar los flujos es otra. Por eso te insisto en que lo que paró los flujos fue la pandemia, pero es una manera superficial, ficticia, endógena, porque los flujos solo se pueden parar con eficacia, con sostenibilidad, si los problemas que originan la migración cesan, y esos problemas no han cesado. Al contrario, yo te diría que se han agravado a lo largo del último año con la pandemia.
Los gobiernos de Centroamérica y el gobierno de México han ocupado sus declaraciones públicas de alineamiento con esa política antinmigrante para extraer otro favores en los Estados Unidos. Por ejemplo: en el caso de Juan Orlando Hernández, en Honduras, él lo que han hecho es: ‘miren, yo les ayudo en lo que sea verdad con el tema migratorio, pero dejen de molestarme a mí sobre temas estúpidos, eso del narcotráfico y la corrupción. No, no me hablen de eso’. En el caso de El Salvador dicen: ‘ yo me alineo con ustedes, pero no me regañen cuando me meto a la Asamblea Legislativa con el Ejército’ . En el caso de México dicen: ‘ yo le ayudo, la pongo la Guardia Nacional Mexicana, que la quería para combatir al narcotráfico, la pongo en función de parar los flujos, pero no me vengan a meter la nariz aquí cuando yo lo que quiero es más poder político, controlar el congreso, controlar las cortes, no me venga a criticar’. Es decir, en la moneda de cambio no es migratoria, la moneda de cambio es en otros ámbitos.
Con la llegada de Biden, en primer lugar, se abre un espectro de una diversificación en los intereses políticos de los Estados Unidos hacia la región centroamericana e incluso hacia México. Y se comienza a hablar de que Estados Unidos iba a regresar a un planteamiento donde el tema de los derechos humanos, donde el tema de la consolidación de la democracia, el respeto al Estado de derecho, el combate ante la corrupción y la impunidad iban a, una vez más, resurgir como tema prioritario para Estados Unidos. Y de eso se venía hablando hasta llegar a la configuración mediática de lo que se ha denominado como “la nueva crisis fronteriza en Estados Unidos”, que para nosotros es una crisis completamente manufacturada, o sea, no es una crisis genuina desde el punto de vista que el número de personas llegando a la frontera sur de Estados Unidos no son números de ninguna manera sin precedentes. Son números que tienen mucho parecido con otros momentos de los últimos cuarenta años. Es más, no llegamos todavía a los números que vimos, por ejemplo, en el 86, en el 96, en el 2001. Estos números todavía no están en ese nivel. Segundo, no es una crisis porque es normal que en los primeros cuatro o cinco meses del año siempre hay un incremento en el número de personas llegando a la frontera sur. Y tampoco es una crisis desde el punto de vista de los números de personas llegando con relación a lo que representa Estados Unidos en términos territoriales o en términos poblacionales. Es ilógico suponer que 100,000 mil personas en busca de apoyo humanitario van a poner en crisis a una nación de 320 millones de personas. Eso es simplemente ridículo. Entonces la crisis sí es manufacturada porque la narrativa de crisis, por un lado, le conviene a ciertos sectores políticos en Estados Unidos que le quieren amarrar las manos a la administración Biden diciendo que como hay una crisis en la frontera, no es tiempo de hablar, de reformar la ley de inmigración en ningún campo que no sea restaurar el control fronterizo, y para ellos restaurar el control fronterizo es regresar a lo que Trump estuvo tratando de hacer por cuatro años.
La nueva administración en Estados Unidos, al menos mediáticamente, ha dado una imagen de ser más amigable con los migrantes. ¿Esto es real?, es decir, pareciera que los migrantes ahora tienen, y corríjame si me equivoco, una idea de que ahora sí se puede ir a Estados Unidos.
Los problemas que tenemos son dos: Por un lado, todo el andamiaje de medidas antiinmigrantes diseñadas durante décadas para expulsar a tanta gente como fuese posible, detener a tanta gente como fuese posible, que puso en vigencia Trump. Ese andamiaje no se puede desarmar de un día para el otro. Lo segundo que tenemos como grave problema es que en realidad la iniciativa política sobre el tema extranjeros en Estados Unidos y política de inmigración, lamentablemente la sigue teniendo el sector más retrógrado del Partido Republicano, que son muy eficaces en poner en jaque a la administración Biden con su discurso proinmigrante. Entonces, indudablemente, si yo estoy en Centroamérica y he estado pensando en la posibilidad de irme sin papeles y escucho muchas de las cosas que ha declarado Joe Biden en mi propia subjetividad, yo voy a entender que el momento es oportuno para irme, ¿verdad? Y esto es una cosa completamente subjetiva que tiene que ver con mi realidad en mi país. Yo lo que veo es esperanza, entonces agarro mis tiliches y me voy. Ok. Pero la realidad es que casi nada ha cambiado. En términos de la realidad del control fronterizo, la realidad de la contención fronteriza que tienen vigente, particularmente México y Estados Unidos. En ese sentido va a haber –y ya lo estamos viendo– un choque entre la percepción de que hay apertura para la migración y la realidad de la contención.
En la frontera sur de Estados Unidos siguen pasando cosas que vimos durante la administración Trump, por ejemplo, el arresto de menores no acompañados, la separación de menores no acompañados de sus madres…
Sí. Siguen pasando. Y ahí la administración Biden francamente no se preparó adecuadamente para manejar lo que era completamente previsible que iba a pasar, no solo por estos factores totalmente subjetivos a los que me refería, sino también porque la realidad, tal y como es en Honduras, Guatemala y El Salvador, no solamente no ha cambiado, sino que se ha empeorado. Y en ese sentido, cuando tú tienes una contracción tan drástica en el patrón de generación de ingresos en los tres países, pues no tenés que ser realmente ningún tipo de científico para darte cuenta de que la consecuencia lógica de ese empeoramiento va a ser más personas viendo la migración su última esperanza, su última posibilidad de salir adelante con sus expectativas básicas de vida. Entonces, lo que es importante destacar es que este es un momento muy crítico, muy decisivo, porque hay fuerzas políticas diciéndole, aconsejándole a la administración Bien ‘mire, ya no diga nada acerca de abordar los problemas causantes de la migración, ya no diga nada de que usted entiende y aprecia a los inmigrantes, olvídese de eso, porque si no, lo que va a hacer es generar más gente queriendo venir. Y mejor diga que la puerta está cerrada’. O sea, hay fuerzas políticas haciendo esa esa labor de aconsejar a la administración que básicamente, con guantes de seda, pero siga lo que ya Trump había iniciado. Y otras que le dicen ‘mire, ya hemos probado por casi 35 años la tesis de militarizar fronteras. Ya hemos experimentado, hemos gastado miles y miles de millones de dólares tratando de contener la migración y no funciona a menos que queramos generar una crisis humanitaria de verdad, donde empezamos a matar gente por intentar cruzar la frontera, que sería algo vergonzoso que pasara. Entonces eso no funciona. Tenemos que probar un camino diferente’. Y el camino diferente implica indudablemente prestar atención a temas que Estados Unidos no solamente ha ignorado, sino que en muchos casos ha apoyado en nuestros países.
Quisiera pasar justamente a una arista importante en medio de este escenario que es el enfriamiento de la diplomacia entre los Estados Unidos y El Salvador. De lo más evidente, es el desplante durante la visita del presidente Bukele a Washington, pero además hay funcionarios actuales de Estados Unidos que se han pronunciado con descontento a este gobierno. Menciono, por ejemplo, a James McGobern, a Norma Torres, que han sido muy críticos con la falta de falta de rendición de cuentas del gobierno de Bukele. Este enfriamiento en la diplomacia, ¿Cómo afecta los avances de una política migratoria que beneficie a los migrantes salvadoreños?
Lo primero que hay que clarificar es que la administración Trump no tenía pero ni una pizca de buena intención con relación a los migrantes. Esto no hay que perderlo de vista. Y te recuerdo de que la única razón por la que los salvadoreños que han tenido TPS no fueron despojados de la protección y deportados es por las cortes estadounidenses. Porque si lo hubieran dejado enteramente en manos de Trump, ya esos doscientos y pico de miles de salvadoreños estarían de regreso en El Salvador. Y por cierto, con la complicidad directa del gobierno salvadoreño que, si recordás, salió diciendo que estábamos listos para recibir a nuestros hermanos, para que puedan regresar al país, estamos ya tomando las medidas para que aquí halla oportunidades. ¡Qué cosa más de locura! Porque simple y sencillamente es como vivir en otra realidad, en otro marco de la realidad. Entonces eso hay que tenerlo muy claro. O sea, la administración Trump no hizo absolutamente nada para ayudarnos. Lo segundo es que yo creo que los gobiernos centroamericanos se sintieron respaldados, diplomáticamente hablando, por el gobierno de Trump, en cuanto a que la única vara de medida para saber si estabas en buenos términos o malos términos con Estados Unidos era si le hacías eco a la política de contención migratoria. Por eso es que los gobiernos centroamericanos, cierto o falso, han estado de acuerdo con desplegar policías fronterizas en sus respectivas fronteras, que, repito, su eficacia es otra historia, pero la declaración de intenciones de querer hacer eso está alineado con la idea de complacer a Estados Unidos o complacer a la administración Trump. Cuando los gobiernos centroamericanos dicen ‘estamos con los brazos abiertos, esperando a todos los que regresen de Estados Unidos’, a sabiendas que lo que tenemos es una situación, para ponerlo bonito, caótica en el plano económico en nuestros países, lo que buscaban era congraciarse, en este caso con un gobierno estadounidense, digo, la administración Trump, que quería escuchar exactamente eso.
Ahora, en la medida que los sectores políticos más antiinmigrantes, más racistas en Estados Unidos, ganen peso en la agenda de la administración Biden, corremos el riesgo de regresar a un esquema donde el único criterio importante en la relación entre Estados Unidos y sus vecinos al sur de la frontera es el tema contención migratoria. Y si llegamos a ese extremo, definitivamente no sería realista y abrigar esperanzas de que Estados Unidos va a combatir la corrupción, que Estados Unidos va a combatir la impunidad, que Estados Unidos va a combatir el retroceso democrático, que Estados Unidos va a combatir la violación de derechos humanos, el abuso de fuerza policial… no lo van a hacer porque va a reducir su agenda a un punto que es contener la migración. Y en ese sentido, yo creo que el gobierno como el de El Salvador ya está tomando algunos pasos iniciales para estar listo para, si ese vuelve a ser el único criterio de la relación entre Estados Unidos, digo, una buena relación entre Estados Unidos y un país como El Salvador, ya estar listo con algunas cositas adelantadas que se encaminen a complacer a Estados Unidos. Y, en ese intercambio de ese esfuerzos, conseguir que Estados Unidos ignore otros temas que pudieran ser un tema que complique la relación diplomática.
Pareciera que al menos El Salvador le está frunciendo el ceño a Estados Unidos. Por ejemplo, el presidente Bukele vetó una ley que castigaba a gente que promoviera la migración desde sus redes sociales, que casi que prohibía conversar de migrar. ¿No le parece que este gesto es una señal bastante clara?
Yo creo que el gobierno salvadoreño sabe perfectamente bien cuán desestabilizante es el tema de los flujos migratorios para la administración Biden. Estoy seguro de que no lo ignora. Es decir, saben que la llegada de más personas de Honduras, Guatemala y El Salvador le genera un ataque de nervios a la administración Biden, que le complica la vida, indudablemente. Creo que lo que está haciendo el gobierno salvadoreño es una mezcla de mensajes. Por un lado, vetan esta ley que se pudiera interpretar como que el gobierno salvadoreño no va a restringir la salida de personas del país, que más bien va a mantenerse neutral, por decirlo así (se ríe). Esa es una señal importante. Pero en el ámbito de la política, en el simbolismo de la política, esto es una señal importante que dice ‘ ‘bueno, yo quizás puedo hacer algo diferente, yo quizás sí puedo tomar una actitud más en la lógica de parar, de contener flujos, de combatir la idea de que la gente se vaya, pero no veo nada a cambio. Entonces. Vamos a ver si hay algo a cambio de que yo tome una postura más directamente en la lógica de contención, y estoy dispuesto a escuchar’.
Lo interrumpo aquí porque pareciera que ese veto fue un buen gesto del presidente Bukele con los migrantes. Es decir, él mismo tuiteó una idea como que tampoco vamos a llegar a esos extremos. ¿Cómo lo interpreta usted?
Lo primero que hay que recordar es que la Ley Internacional de Derechos Humanos reconoce como un derecho inalienable del individuo agarrar sus poquitas cosas e irse a otro país si lo considera necesario para su bienestar, para su seguridad. Es un derecho elemental. O sea, hablar de coartar ese derecho es hablar de una violación grave de los derechos individuales. El problema con la ley internacional es que no tiene una ley o un principio complementario al que te acabo de mencionar. El principio complementario debería ser que también tenés el derecho de ser bien recibido a donde sea que vos te querrás ir. Entonces, el anuncio de Bukele y el vetar esta ley que tú mencionas es un juego a final de cuentas, porque es lo que están haciendo porque la ley que ha vetado buscaba restringir de alguna manera el ejercicio de esa libertad individual que te acabo de mencionar, que es considerado un derecho humano elemental. Entonces es como sacarle provecho a algo que de todas maneras debería de hacer.
El presidente Nayib Bukele dijo hace poco en una entrevista con Fox News que la migración desde El Salvador ha bajado básicamente porque El Salvador es ahora un país más seguro. ¿Es cierto que ha bajado el flujo migratorio desde El Salvador particularmente?
El flujo migratorio de salvadoreños indudablemente ha bajado. Si ven los números hoy, del 31 de marzo 2021 con relación a los números de 31 de marzo de 2020 o de 2019. Pues sí, pero tenemos la pandemia de por medio, ya que no hay que perder de vista. La pandemia se tradujo en una neutralización de los flujos migratorios en el mundo, no solamente en este corredor mesoamericano donde estamos, sino en el mundo. Los flujos migratorios se redujeron drásticamente por las medidas de control poblacional, de control fronterizo, de prácticamente suspensión de la movilidad que se impusieron a resultado de la pandemia.
Ahora, es innegable que la violencia, al menos que los homicidios, han disminuido. Los salvadoreños hoy tienen un poquito menos de miedo de ser asesinados que hace tres años, por ejemplo. Entonces, ¿No cree que también esto ha incidido en que el flujo migratorio baje?
No, mira, yo estoy completamente de acuerdo. Yo incluso estoy satisfecho con las negociaciones exitosas que ha impulsado el gobierno de Nayib Bukele con las pandillas. La realidad de las cosas es que en El Salvador la única forma de neutralizar la violencia, pandilleril que se expresa justamente en la tasa de homicidios es negociando con las pandillas. Únicamente aquellos que se atrevieron a negociar con las pandillas lograron producir, al menos momentáneamente, una reducción en la tasa de homicidios. Ahora que lo nieguen, eso es totalmente de esperarse. Todos los gobiernos han negado que negociaron. El problema es si vamos a poder darnos a la gran tarea de transformar las condiciones económicas, sociales, culturales, políticas que le han dado oxígeno al fenómeno pandilleril en un país como El Salvador. Y en este segundo campo, ahí sí yo te diría que las condiciones objetivas en el plano económico, social, político y cultural no han mejorado de forma sustantiva. Pero hay un factor que El Salvador tiene hoy muy poco entendido que es diferente, cualitativamente hablando del caso de Honduras o el caso de Guatemala: Nayib Bukele se ha logrado constituir como una fuente de esperanza de que las cosas pueden mejorar en El Salvador. Esto es algo completamente subjetivo, pero que no tiene asidero en la realidad. No se trata de que El Salvador, a lo largo de los últimos dos años o tres años haya mejorado cualitativamente en el plano de inclusión económica, en el plano de puestos de trabajo disponibles, en el plano de salarios devengados, en el plano de acceso al cuidado médico continuo en acceso a vivienda digna. O sea, eso no ha pasado. Pero hay una promesa de un presidente que ha sido muy hábil ocupando la percepción pública como un factor clave de su gestión, que le ha generado a muchos salvadoreños la esperanza de que las cosas pueden mejorar. Eso es totalmente diferente del caso de Honduras o el caso de Guatemala, donde más bien la gente ha caído cada vez más en desesperanza.
¿Y cree que eso ha incidido en el flujo migratorio?
Absolutamente. Ayer nada menos conversaba en otro contexto con un grupo de personas más y les mencionaba que el tema de la migración es un tema complejo, porque representa la mezcla de factores tangibles cien por ciento medibles, con factores totalmente emotivos, subjetivos. Y la idea de que hay esperanza de un futuro mejor puede llevar a patrones de conducta difíciles de entender. Vaya, no vayamos muy lejos, aquí mismo, en el caso de Estados Unidos. ¿Por qué crees tú que Trump ganó las elecciones del 2016? O sea, la ganó porque mucha gente en estados decisivos de Estados Unidos creyó en la promesa de Trump. Muchos creyeron en la promesa de que ese hombre vulgar, ese hombre realmente bajo, vil, podía cambiar las cosas. Por eso lo eligieron. En el caso salvadoreño, te repito, hay una conjugación de factores mediáticos que hacen que muchos salvadoreños crean que hay esperanza de vida mejor. Ahora es posible que esa esperanza comience a desvanecerse a partir del primero de mayo porque si ya con el control de la Asamblea Legislativa y el control de otras esferas del aparato de Estado más allá de la presidencia, la vida de los salvadoreños no entra en una dinámica de cambio que realmente beneficien a la vasta mayoría de la población, ahí se puede ir acabando este sueño de que estamos frente a una posibilidad que se traduzca en cambios tangibles positivos para los salvadoreños y salvadoreñas.
Para ir cerrando, quisiera tocar un tema particular, pero no menos importante: el caso de Victoria Salazar, la migrante salvadoreña asesinada en México, que es un caso que además de mostrarnos la brutalidad, el racismo y otros fenómenos que ya conocemos, también abre la puerta para un elemento notorio que es que ella estaba viviendo en México. Pareciera que los migrantes ya no saben dónde exactamente quieren llegar, sino que más bien solo tienen claro dónde no quieren estar, en sus países de origen. ¿Se está modificando el fenómeno migratorio en cuanto al destino final de los migrantes?
Lo que te diría es que hay una tendencia a querer sobredimensionar parte de la realidad que está ahí, pero que no es una característica dominante de la realidad, ya visto desde un plano estadístico. No hay ninguna duda de que hay más salvadoreños que se han asentado en Costa Rica, en Panamá, en México, por supuesto, en los últimos años. Pero cuando tú ves esos datos del número de personas que han encontrado vida, por decirlo así, en estos otros países, y luego comparas el número de personas que han ingresado a Estados Unidos y que siguen intentando ingresar a Estados Unidos, no hay que perdernos: la característica dominante no ha cambiado. Hay muchos salvadoreños y salvadoreñas que, para ponerlo folclóricamente, encuentran el amor en México, se enamoran de una mexicana, de un mexicano, y aunque el plan era llegar al norte, se queda en México.
El caso específico de Victoria Esperanza Salazar. Yo creo que hay que contextualizarlo en la forma correcta: México es un país extremadamente violento. De hecho, han incrementado los homicidios a lo largo de los últimos tres años. O sea, sigue siendo altamente impune matar mujeres en México. Y yo he destacado mucho en las entrevistas que he hecho sobre el caso de, precisamente, de Victoria Esperanza, que hay que recordar lo mortal o dañino que es la doctrina todavía vigente, dominante de seguridad pública. Es una doctrina que ubica a la persona, a la ciudadanía, no en el contexto migratorio, sino de la ciudadanía, pues como los miembros de la sociedad, civiles, como enemigos. Y entonces, cuando hay un encuentro entre policía y población civil, el riesgo de que ese encuentro termine en una fatalidad es grande por el tipo de doctrina de seguridad pública que lamentablemente es dominante en Estados Unidos, como también es dominante en nuestros países de origen.
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