Un recordatorio al presidente Bukele

Señor presidente, evidentemente no sé qué cosas le diría exactamente Monseñor Romero ahora que usted es depositario de la confianza y esperanza de mucha gente. Quizá, siguiendo el formalismo que en estas cosas se acostumbra, le diría que de parte de la Iglesia se espera a un gobierno cercano con la gente, como la han dicho Monseñor Escobar Alas y el Cardenal Rosa Chávez.  Y, claro, dado ese carácter profético de nuestro primer Santo, seguro le advertiría que ante posturas y decisiones gubernamentales alejadas de los anhelos del pueblo encontrará a una Iglesia que denunciará y anunciará otros caminos, porque “la Iglesia no puede callar ante esas injusticias del orden económico, del orden político, del orden social. Si callara, la Iglesia sería cómplice con el que se margina y duerme un conformismo enfermizo, pecaminoso, o con el que se aprovecha de ese adormecimiento del pueblo para abusar y acaparar económicamente, políticamente, y marginar una inmensa mayoría del pueblo”. (Homilía del 24 de julio 1977).

No dudo que serán muchas las voces a su alrededor y que serán muchas las palabras que escuchará sobre cómo gobernar. Algunas de las personas quizá con buenas intenciones, otras con intereses no confesos, algunas con puro entusiasmo, otras con conocimientos técnicos. Ahí será mérito suyo cuidar de quiénes escucha recomendaciones y a quiénes atiende. Yo no pretendo en este texto darle siquiera un consejo, ni siquiera pretendo recomendar o sugerir algo, apenas lo invito a recordar algo que usted mismo decía un 24 de marzo de 2013, en ocasión del aniversario número 33 del martirio de nuestro Santo cuando, al compartir una imagen de la estatua cercana al Monumento del Divino Salvador del Mundo, usted decía que Monseñor “…resucitó en el corazón de todos nosotros, los que continuaremos su legado, luchando porque, algún día, El Salvador tenga Justicia e Igualdad“.

Insisto en que no sé qué le diría a usted pero sí puedo traer a la memoria las cosas que Monseñor decía a los gobernantes de su época y que pueden darle señales. Como se ha dicho tantas veces, Monseñor era un fiel creyente de la necesidad de dialogar, “porque cada vez me convenzo más de que el diálogo directo y sincero, no solo sirve para conjurar conflictos y malos entendidos, sino sobre todo para construir, entre Supremo Gobierno y Pastores de la Iglesia, desde sus propias competencias, el verdadero bienestar del país”. Frase extraída de la carta de Monseñor Romero al Presidente Molina, en 1975, después de cumplir con su “deber de expresar a Ud. mi respetuosa pero firme protesta de Obispo de la Diócesis, por la forma en que un «cuerpo de seguridad» se atribuye indebidamente el derecho de matar y maltratar”. Dialogar es una palabra mágica, sobre todo en este país con altos niveles de polarización y que en gran medida son los que nos mantienen en esta situación complicada, por la poca o casi nula capacidad de alcanzar acuerdos básicos sobre temas tan urgentes. “El diálogo se caracteriza por la pobreza: ir pobre para encontrar entre los dos la verdad, la solución. Si las dos partes de un conflicto van a defender sus posiciones, solamente saldrán como han entrado”. (Homilía 20 de noviembre de 1977)

Y esta otra frase en la que Monseñor intenta interpretar para El Salvador las palabras del Papa San Juan Pablo II en una intervención ante la FAO: “…ahora que se habla de cambios, no descansen los nuevos gobernantes hasta ofrecer al pueblo, si de veras quieren merecer su confianza, un cambio de las profundas estructuras de nuestro pueblo. Es necesario, entonces, tomar en serio estas palabras del Papa, que nuestros problemas de hambre y desnutrición no se van a arreglar con paternalismos y ayudas, sino que tiene que ser un cambio de estructuras a la raíz de todos nuestros modos de ser en El Salvador” (Homilía del 18 de noviembre de 1979). Igual podría aplicarse esto, Presidente Bukele, para nuestros problemas actuales de inseguridad, desempleo y otros males que han obligado a miles de salvadoreños a emprender viajes en caravanas hacia Estados Unidos. Es necesario comprender y saber explicarse junto a las necesidades del pueblo que las caravanas -y otras expresiones de esta insostenible situación- tienen como raíz un modelo económico excluyente y una estructura tributaria injusta, entre otras causas.

Sin duda que son muchas las frases que podrían citarse sobre Monseñor que podrían servirle de luz en su gestión al frente del Ejecutivo, pero  también Monseñor es un ejemplo de liderazgo y ahí hay mucha riqueza. Igual de importantes son las palabras que pronunció como los gestos con los que se comunicó con su rebaño. Evidentemente son muchas las diferencias entre una posición de líder eclesial con las de ser un líder político, en su caso la de presidente de nuestro país. Pero vale la pena rescatar este “método” del Romero líder de la Iglesia que, siguiendo el principio evangélico de que “el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos”, se dejaba empapar de la realidad de su pueblo al que acompañó sin cansancio, visitándolo en cantones olvidados por otros. Ir al pueblo, dejarse abrazar, escuchar y dejarse conmover por los anhelos de la gente, abrazar sus sueños y regresar a su papel de líder con mayor fortaleza y con el corazón entregado a las causas de las mayorías… Por ahí hay un camino.

Usted llega a la presidencia en un momento de profunda desconfianza en los liderazgos políticos tradicionales que, valga decir, han hecho méritos para recibir semejante revés y sabe que este pueblo ya se ha bañado de esperanza en otros momentos -no hace mucho tiempo- y de la forma en que ha sido tratado. Seguro que usted tendrá entre sus modelos a mucha gente de gran valor: su padre, maestros, líderes políticos a lo largo de la historia de la humanidad. Yo solo quería recordarle que un 24 de marzo usted escribía en sus redes sociales que El Salvador “algún día” tendría Justicia e Igualdad, casi una promesa a San Romero de América.

Insisto en que este texto pretende ser apenas un recordatorio para usted. Porque no es posible agotar en un solo escrito toda la profundidad del pensamiento político de Monseñor Romero, a quien hay que seguir escuchando, leyendo y de quién hay que seguir aprendiendo en este método de ir al pueblo y volver a los puestos de conducción con ese compromiso adquirido. De mi parte y por el bien del país espero que le vaya bien y que usted y su equipo contribuyan en la construcción de una sociedad con la que Monseñor Romero soñó.


*Mauricio Maravilla es egresado de Ciencias Jurídicas y conductor de entrevistas en Canal 8.

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