“No hemos dicho desaparecen las pandillas, hemos dicho que el gobierno ha conseguido desarticularlas”

Carlos Martínez, periodista de El Faro, afirmó que, tras un año de régimen de excepción, las pandillas operan en sus mínimos históricos y que sus fuentes de financiamiento “han tenido una reducción que se parece a total”. En sus visitas a comunidades, se percibe esperanza y vacíos que están siendo llenados por las mismas personas que antes se encontraban atrapadas por las principales pandillas del país. Algunos, sin embargo, no celebran: aquellos que han sufrido abusos de los cuerpos de autoridad, que tienen parientes inocentes en prisión, conocidos que han sido torturados o han muerto bajo custodia sin que le hubieran debido algo a la sociedad. Estas personas, según Martínez, ya comprendieron el costo de sentirse en paz.

Foto FACTUM/Elim TV


El Faro recientemente tituló un reportaje “Régimen de Bukele desarticula las pandillas”. ¿Ganó la guerra el gobierno?

Depende de qué guerra estés hablando, porque la guerra comunicacional y, sobre todo, la narrativa sobre lo que ocurre ahora en El Salvador el gobierno del presidente Bukele tiene ganándola, no desde hace poco sino desde hace bastante tiempo. 

Nosotros lo que dijimos es el producto de una investigación que nos tardó bastante tiempo y que se nutrió de varios elementos: de la entrevista con un miembro de pandillas de alta jerarquía; de la visita a 14 comunidades de la zona centro, oriente y occidente del país, cada una de estas comunidades icónicas en cuanto al control pandillero; conversaciones con policías; con vendedores del centro de San Salvador y vendedores de distinto pelaje, digamos, desde informales informales hasta grandes empresas; y llegamos a esa conclusión. 

Por eso es que en este artículo el verbo que utilizamos para titular fue un verbo muy discutido. No hemos dicho ‘desaparecen las pandillas’, no hemos dicho ‘derrotadas las pandillas’, hemos dicho que el gobierno del presidente Nayib Bukele ha conseguido desarticular a estas estructuras. 

La articulación jerárquica de estas estructuras está desmantelada. La presencia en el territorio, que era el corazón del poder de estas estructuras criminales, se ha llevado a sus mínimos y las fuentes de financiamiento que alimentaban a estas estructuras han tenido una reducción que se parece a total, que es un sucedáneo de total. 

Los buseros, que son probablemente uno de los termómetros más exactos para medir esto porque circulan en el territorio o por la vulnerabilidad del tipo de negocio o del rubro que tienen, nos aseguraban que cerca del 95% de las extorsiones en la zona central habían desaparecido y que cerca del 75% en el interior del país también había desaparecido. 

Entonces creemos que una estructura criminal que se nutría de la presencia territorial sin fuente de financiamiento, sin una presencia sólida en el territorio y con una desarticulación en la estructura jerárquica de mando, desde la ranfla hasta el soldado en una clica, describen a una estructura criminal desarticulada.

En el texto hay matices interesantes, como la duda de dónde están los grandes líderes. ¿Crees que esta desarticulación es un fenómeno parcial o qué tan sostenible te parece?

Nos enfrentamos a unas estructuras criminales que se han caracterizado por mutar y por adaptarse desde que se fundaron en los Estados Unidos. 

Hasta el día de hoy, habrán sufrido un número difícil de decir de mutaciones al nivel que, por ejemplo, la Mara Salvatrucha en Guatemala, en El Salvador y en Honduras no se parecen, están estructuradas de manera diferente y el liderazgo se ejerce de manera diferente, se dedican en esencia a cosas distintas o, a veces, a parecidas con matices. Nos enfrentamos a estructuras que han mostrado con el tiempo una capacidad de mutar y ya tenemos las primeras pistas o los primeros indicios de hacia dónde podría ir este asunto.

Pero, por otro lado, hay que tomar en cuenta que la desarticulación de estas estructuras depende exclusivamente de una acción policial y militar, de nada más. Es decir, el entorno y la condiciones que facilitaron el surgimiento y el desarrollo de estas estructuras y que les permitió enraizarse de manera tan profunda en el tejido social salvadoreño no han desaparecido. Y no tenemos, no sé si hay, en todo caso no nos han contado si hay un plan para lo que se viene.

No existe ahora mismo un abordaje integral que conozcamos, insisto, en términos económicos, sociales, culturales que reemplace la manera en la que estas estructuras criminales condicionaron el tejido social salvadoreño.

Es decir, no hay más movilidad social, no es cierto que haya mejores oportunidades de educación y, al acceder a la educación, mejores posibilidades de empleo, no es cierto que el Estado haya penetrado de una manera distinta a agentes armados en el territorio, de manera que las condiciones que facilitaron el entorno para que estas estructuras criminales nacieran y prosperaran no han cambiado. 

Entonces no se ha atacado la base de las condiciones que hicieron que durante décadas un montón de muchachos y de niños encontrarán, probablemente con razón, que la apuesta racional para sus vidas y para el futuro que eran capaces de imaginarse era incluirse en estas estructuras criminales, a las que durante años se observaron con algún tipo de respeto o que llegaron incluso a convertirse, y esto es horrible, en estructuras aspiracionales para gran parte de nuestra juventud e infancia sin posibilidades. Esas posibilidades no han surgido. 

¿Cuáles son estos indicios de hacia dónde van o hacia dónde están mutando?

Tenemos indicios de que estas estructuras criminales están intentando sacar la cabeza del país o están intentando cimentar su poder o al menos su control de dirección fuera de El Salvador. 

De hecho, las semanas anteriores nos sorprendieron las autoridades estadounidenses describiéndonos el “Programa México”, que al menos en mi caso, y tengo una década dedicado a este tema, estaba absolutamente fuera de mi radar. 

Es decir, la pandilla tomó previsión, al menos la Mara Salvatrucha, y no me cabe ninguna duda de que sus pares de las otras dos estructuras del Barrio 18, Sureños y Revolucionarios, están haciendo algo parecido a intentar mantener una estructura de mando y de dirección desde fuera de El Salvador. Esto en el futuro puede tener consecuencias enormes sobre cómo luce esta estructura criminal, desde dónde abreva su poder y su control, a qué tipo de actividades se dedica y qué territorios son los que habitan.

Tenemos indicios fuertes de que la pandilla incluso parecía haberse estado preparando para este escenario. El “Programa México”, que describe la acusación fiscal en el Distrito Este de Nueva York, habla de una estructura criminal que tomó previsiones desde hace años para crear una especie de reserva estratégica o de retaguardia estratégica en México que les permitiera tener todavía control, poder, pero además alianzas que les permitieran diversificar su estructura financiera. 

En El Salvador, hoy por hoy, estas estructuras están reducidas probablemente a su mínima expresión desde que surgieron en el país, pero creo que habían conseguido un nivel de organización y de conciencia política que les permitió prever una contingencia como la que está ocurriendo ahora.

Yo solo soy periodista, no me atrevo a prever el futuro pero las cartas que tenemos sobre la mesa no nos hablan de unas pandillas que hayan desaparecido, sino de unas en pleno desconcierto que habían tomado contingencias para sobrevivir. 

Conscientes de este peso político que tenían, pero además del del control de grandes partes del territorio, ¿para vos tiene sentido que esta victoria parcial del gobierno se haya dado sin mayor resistencia?

Tiene mucho sentido porque, a diferencia de otros gobiernos que negociaron con estas estructuras criminales, no tenían una cosa que al parecer sí tenía el gobierno de Bukele: a las ranflas.

Todas nuestras investigaciones nos indican que las estructuras de cúpula de la Mara Salvatrucha y de las dos facciones del Barrio 18 negociaron por su cuenta y que incluso en pleno régimen de excepción, de hecho publicamos un audio que decía eso: el mensaje de la ranflas no cambió, es ‘cálmense, no hagan nada’.

A diferencia de 2015, cuando el gobierno del presidente Sánchez Cerén liberó a la policía de los requisitos legales para su operar y les permitió cometer masacres o ejecuciones extrajudiciales, las ranflas tenían el control de las estructuras, lo cual les permitió tener respuestas organizadas, coordinadas a nivel nacional entre las tres grandes estructuras pandilleras del país. 

Lo que pasó en este caso es que el jefe de célula de una clica o el jefe de un programa, el corredor, no recibieron ninguna otra instrucción que no fuera ‘no hagan nada’.

A mí me parece que las estructuras de mando, las ranflas de estas pandillas, tenían probablemente acuerdos con el Estado que no conocemos.

Una prueba de ello es que una semana después de la masacre de noviembre de 2021, cuando fueron asesinadas más de 40 personas, Crook salió libre. Uno de los máximos líderes de la Mara Salvatrucha, fundador de la ranfla en El Salvador, salió libre pese deber 40 años, o cerca de 40 años de prisión, a la sociedad salvadoreña y de estar solicitado en extradición. 

Todo parece indicar que en este caso, los líderes en el terreno no tenían instrucciones para organizarse y para presentar una respuesta articulada al Estado, o militar, o como sea, lo cual facilitó que la acción del Estado se encontrara con estructuras desorganizadas que se enfrentaban a un dilema: si el Estado nos presiona y queremos responder, la respuesta implica violar una orden del líder criminal, por lo tanto embestir al Estado, o reaccionar como como sea, implica entrar en conflicto ya no solo con el Estado, sino con la propia estructura criminal, de manera que el Estado pudo abordar el territorio sin encontrarse una respuesta organizada de las pandillas.

¿Quiénes son las personas a las que el gobierno está capturando masivamente? ¿Hay líderes importantes o es simplemente el soldado raso?

No tengo perfilado eso, ni lo tiene perfilado nadie, porque las personas que están capturando, con qué pandillas están vinculadas, en qué lugares fueron capturadas, qué edad tienen, es secreto para vos y para mí, para la sociedad salvadoreña en general. 

No es posible tener ese tipo de perfil porque ese tipo de perfil debería partir de una información sesgada, de lo que nos dicen en Twitter. Es más, que hayan capturado más de 65,000 personas hay que creerlo como un acto de fe, porque solo lo podemos saber cuando le da la gana a nuestras autoridades de tuitearlo, pero ninguna instancia independiente puede verificar esas capturas. 

Los juicios son secretos, las bases de datos son secretas, las fichas policiales son secretas, o sea, nadie puede perfilar si es serio que a las personas que están capturando, porque todo es secreto y depende de la narrativa oficial de las autoridades en redes sociales. 

Al día de hoy, todos sabemos que, por ejemplo, Crook está libre, esa no es una verdad oficial o según el Gobierno, ellos no han reconocido la libertad de este criminal, pero yo hago esta pregunta: en medio de todo este conflicto con las pandillas, a los únicos que no hemos visto en Twitter es a las ranflas. 

Yo no sé si “Viejo Lin” está preso. Yo no sé, por ejemplo, si el “Muerto de Las Palmas” está preso. No sé si “Snyder” de la Mara Salvatrucha está preso. Las ranflas de estas estructuras tienen ratos de no aparecer en un tuit de nuestras autoridades. 

Lo que sí sabemos es que uno, insisto, de los máximos líderes de la Mara Salvatrucha está libre y, según lo que escuchamos decir a Carlos Marroquín, que era el operador oficial del gobierno con las pandillas, lo llevó él a Guatemala. Ahora, si la Mara Salvatrucha obtuvo este beneficio, no me imagino al Barrio 18 diciendo, ‘bueno para nosotros nada’. El perfil de las personas que están capturando, pandilleros o no, pienso yo que es uno de los secretos de los que me temo vamos a llevarnos como sociedad una desagradable sorpresa cuando abramos esa olla y descubramos lo que pasó ahí dentro.

La narrativa es que hay una batalla frontal, que hay un combate directo y que se está ganando una guerra entre comillas, pero sigue Crook libre, sigue la Corte Suprema de Justicia sin aprobar la extradición de varios de varios líderes requeridos por Estados Unidos. ¿Esto te apunta indicios de que sigue habiendo negociaciones?

Sigo sin entender con qué fichas jugarían esa partida que proponés ahora mismo las pandillas. Creo yo que ahora mismo estas estructuras criminales tienen la menor cintura política que han tenido en años y creo que ahora mismo conseguirán obtener –y esa es una especulación– la protección frente a la extradición, pero no como una concesión producto de una negociación sino bajo el hecho de que las ranflas y las personas que las componen conocen al dedillo la manera en la que negociaron con el gobierno del presidente Bukele, con la que negociaron con el FMLN, ARENA y el gobierno de Mauricio Funes. 

No se me ocurre que el gobierno del presidente Bukele quisiera regalarle testigos al gobierno estadounidense en su contra. Creo que esta gente será blindada, como lo está al día de hoy contra la extradición, pero no creo que eso dependa ahora mismo de una negociación con las pandillas, sino por una decisión estratégica del gobierno de Bukele de no entregar al gobierno de los Estados Unidos a personas muy informadas sobre los acuerdos criminales que tenían.

Volvamos al punto de las comunidades. Hasta el momento lo que hemos visto son militares y policías, no hemos visto escuelas, no hemos visto inversión social. ¿Te parece que esto puede crear un caldo de cultivo para algo peor? ¿Que la experiencia de la comunidad simplemente sea agentes del orden y agentes que, según denuncias, están violando derechos humanos?

Algo peor. Yo creo que va a ser muy difícil para gran parte de la sociedad salvadoreña. Creo que está siendo muy difícil para gran parte de la sociedad salvadoreña comprender lo que pasó la mayoría. Se dice fácil, pero me cuesta imaginarme un escenario, al menos en el corto plazo o en el mediano plazo, peor. 

En las comunidades, estas estructuras criminales hicieron lo inimaginable y el nivel de dolor, de sufrimiento y de humillación al que sometieron a la mayor parte de salvadoreños es difícil de narrar y es de una profundidad aterradora. Considero que estas estructuras criminales traumatizaron de manera irreversible a un país y eso va a ser bien difícil de superar.

Todo depende de varias cosas, he estado visitando, sigo haciéndolo, a comunidades que estaban controladas absolutamente por esta estructura y me emociona ver cómo los ciudadanos, cómo las personas están como hormigas llenando ese enorme vacío que quedó tirado en el silencio, en la calle. 

Pasajes que eran incaminables, costumbres que estaban metidas en la sangre, generaciones que no vieron otro país, que nacieron bajo el puño de esta estructuras, se hicieron adultos bajo el puño de estas estructuras, criaron hijos bajo la idea que el mundo era así y que no iba a cambiar… Pero también los veo haciendo cosas: uno sacó un proyector a la calle y dijo que era cine comunitario y les pasa películas piratas a los niños en el parque que antes solo podía usar la pandilla.

Otros dicen que van a hacer un torneo de fútbol para unificar a comunidades partidas en dos. Otros han armado unos comités culturales. En tanto la ciudadanía se apropie de ese espacio que quedó vacío y en tantos entiendan que la reconstrucción del tejido social depende, no de una oficinita en Gobernación sino de cómo las comunidades lidian con sus propios problemas y de cómo las comunidades se inventan fórmulas para poner bálsamo a unas heridas profundas, depende de lo que va a pasar ahí. 

Ahorita mismo, eso es un terreno en blanco. El poder no deja vacíos y comienza a llenarse de cosas. Con qué se llene ese poder depende de lo que va a pasar con las comunidades. Si las personas esperan que la Unidad de Reconstrucción del Tejido Social, cuyo director era el vocero del gobierno frente a las maras, llene ese espacio pasará una cosa. Si las comunidades creen que ese espacio les pertenece pasará otra cosa. Si ese espacio se llena de conflictos políticos y de pleitos políticos, pasará otra cosa. 

He visto ejemplos de ello y también he visto ejemplos de cómo la tensión política comienza también a involucrarse en ese espacio. Tensión política en tanto a simpatizantes o activistas del partido oficial en las comunidades sugiriendo que solo ellos pueden opinar sobre lo que se hace con ese vacío y comunidades enteras diciendo: ‘no, todos podemos opinar sobre lo que ocurre en ese vacío’. 

Entonces me da la impresión de que en el corto plazo y en la manera en la que se configuren en los distintos territorios las acciones para llenar ese vacío de poder, dependerá de en qué se transforman los planes que el Estado tenga para intervenir esas comunidades con personas que lleguen con algo distinto a armas, dependerá también cómo se hace eso. 

De la manera en que las inversiones o el desarrollo económico permeen a esas comunidades dependerá también. Por lo pronto, ha quedado un enorme vacío de poder y las personas en las comunidades lo están celebrando y lo están disfrutando y además son muy conscientes de lo que ha pasado. 

¿Cuál es la interacción de estas comunidades con los cuerpos de seguridad, con la policía y los militares?

Te voy a poner un ejemplo: Llego a una comunidad que se llama La Vía de Jesús en Soyapango. Impenetrable lugar con unos accesos tan reducidos y controlados que estratégicamente la pandilla controlaba literalmente el segundo que una patrulla se acercaba, y además que durante años impuso la voluntad a punta de brutalidad. 

Conversaba yo con una señora del mercado y me decía cuánta libertad se siente ante la ausencia de la pandilla, pero me contaba también que los soldados y la Policía veían a los jóvenes dentro de esa comunidad con algo bien parecido al odio. 

El hijo de la señora con la que he conversado me cuenta esta anécdota. Entra a la comunidad y un soldado le detiene, según lo que parece ser el comando oficial de alto: ‘¡párate ahí bicho hijo de la gran puta!’. El muchacho se detiene, el soldado se acerca, le da una patada y se va. 

Y me pregunta el muchacho: ‘¿Qué fue eso?, es decir, me detuvo, me insultó y me golpeó. No me detuvo, no me preguntó, no me revisó, solo quería darle una patada a alguien’.

En cada sitio hemos encontrado relatos donde la comunidad siente que para los cuerpos del orden son todos sospechosos y además se sienten humillados: ‘antes nos humillaba la pandilla. Ahora que no está la pandilla el Estado, a través de los cuerpos de seguridad, nos llama pandilleros. Nos identifican con nuestros carceleros y con quienes nos victimizaron y nos humillaron’.

Cuán profundo tuvo que haber sido el daño que estas pandillas hicieron a la gente que lo ven como una especie de mal necesario, que se sienten humillados y rabiosos, pero que de ninguna manera estas humillaciones se equiparan al maltrato que sufrieron por las estructuras criminales, salvo aquellos cuyos familiares fueron arrestados por nada o aquellos cuyos familiares fueron regresados convertidos en cadáveres por nada. 

Esa gente ya entendió el precio que pagamos para no tener pandillas. Ellos entendieron, y lo han entendido luego de hacer una especie de peregrinación por la instituciones: ‘no habrá abogado, no habrá fiscal, no habrá procurador, ni juez que haga justicia a mi familiar, ni a mí’. 

Pero son la minoría, es decir, son un montón, pero son la minoría y normalmente, salvo comunidades muy organizadas, a estas personas se les ve con sospechas y los demás miembros de la comunidad suelen decir: ‘en algo habrá andado’.

Quienes están radicalmente agraviados son las personas que han pagado los costos del régimen de excepción sin deber nada y el resto de la gente tolera el maltrato del estado solo porque es menor al maltrato al que les sometía la pandilla. 

¿Crees que en algún momento estos cuerpos de seguridad se van a tornar en herramientas para silenciar a la gente o para mantener esta idea de que todo mundo aplaude el gobierno?

¿No están sirviendo ya para eso?

El presidente Bukele no se inventó la hoja de ruta que sigue. Ojo, es mi especulación y tiene que ver con la experiencia comparada que he visto, o reportado, o leído de otros países.

Ningún hombre fuerte, ningún caudillo, imaginate al peor de ellos, ha llegado al poder o suele llegar al poder si no es con la promesa de la redención, de algún tipo de redención. Y la hoja de ruta que sigue el presidente Bukele se basa en un montón de patrones completamente seguibles, observables en países gobernados de manera autoritaria en el pasado en El Salvador, en Latinoamérica y en el mundo en general.

Y normalmente los autoritarios suelen apelar al afecto de la gente bajo promesas rimbombantes, lo hizo Fujimori, lo hizo Chávez, lo hizo Uribe, lo hizo Daniel Ortega. Y normalmente cuando el cariño de los súbditos se agota, viene la segunda parte, viene la violencia, viene la sangre, las extradiciones. A los nicas les robaron la nacionalidad y normalmente es solo un in crescendo de un discurso bien sencillo: ‘o estás conmigo o sos malo’. Eso decía, por ejemplo, Fujimori: ‘o estás conmigo o sos de Sendero Luminoso’; o Chávez: ‘o estás conmigo o sos oligarca’; lo mismo Daniel Ortega.

Además, el presidente nos ha dado citas literales: ‘los derechos humanos son para proteger criminales’, ‘quienes se oponen al régimen de excepción o lo cuestionan es porque se hacían ricos con las maras’, ‘aquellos que lamentan la suerte de sus familiares es porque quieren proteger a su hijo marero’. ‘¿Estás conmigo o estás contra mí?’ 

Volviendo al reportaje que da origen a esta conversación, ¿por qué crees que fue tan polémico o incluso tomado tan mal por algunos que generalmente apoyan a El Faro?

Porque se nos evalúa en términos ideológicos y porque ellos también han creído lo que el presidente Bukele dice: que el periodismo es oposición. El periodismo es periodismo, es decir el periodismo tiene en su ADN el mandato de tener una relación tensa con el poder, porque el poder en general prefiere no ser auditado. 

Y, en concreto, el poder del presidente Bukele prefiere ser un monólogo y cualquier cosa que interrumpa el monólogo es lo que te dé la gana: corrupto, el mismo de siempre, marero, lo que querrás, en todo caso… malo. 

Creo que las personas que cuestionaron al periódico producto de este reportaje creyeron eso, creyeron que nosotros somos, por nuestra naturaleza, opositores al gobierno con intereses políticos. Somos periodistas y el resultado de una investigación se contrasta, se edita, se verifica y se publica. Y la única opinión que el periodismo tiene alrededor de esto es su método: cómo verificamos y cómo contrastamos. Y luego, frente a una información, opinamos en nuestro editorial. 

Aquellas personas que creyeron que El Faro era un instrumento y todas esas series de sandeces que el gobierno dice sobre nosotros se equivocaron. No somos el instrumento de nadie para derrocar al gobierno de Bukele. Somos periodistas y si la investigación nos dice que ha desarticulado a las pandillas, es lo que se va a publicar. 

Por otro lado, el ejercicio periodístico tiene por característica romper monólogos y normalmente la versión que presentamos, producto de nuestro trabajo, es una radicalmente peleada con el monólogo de los poderosos, que nos quiere presentar a un enemigo perfecto, frente a un bienhechor perfecto, ganando de manera perfecta. 

Como eso no es así, ni aquí, ni en ningún otro sitio nunca, el poder termina odiando a la prensa y luego le dice a toda la gente que la prensa es su enemiga. Unos, los que apoyan al gobierno, nos consideran enemigos; otros, los que denostan al gobierno, nos consideran aliados, hasta que decimos algo que no les gusta. El caso es que se equivocaron unos y otros: solo somos periodistas, eso es todo lo que hacemos.

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