Prehistoria monetaria de El Salvador

Ante los complejos desafíos que se avecinan con la entrada en vigor de la Ley Bitcoin, la historia monetaria del país es una generosa fuente de enseñanza.

En particular, la prehistoria monetaria se puede esquematizar en cuatro momentos: i) antes de la colonia española, ii) la vida colonial de las provincias centroamericanas, iii) después de la independencia política y iv) la formación del estado nacional que culmina con la creación del Banco Central de Reserva de El Salvador en 1934.

Aquí expondré algunos apuntes sobre dicho tema.

Por ejemplo, las sociedades o pueblos originarios como los mayas, pipiles, lencas y otros que habitaron entre los ríos Paz, Sumpul, Torola y Guascorán ante de la conquista y colonización española. Estos pueblos muestran distintas trayectorias, además de su sistema político y social, su economía de base agrícola poseía cierto intercambio comercial y tenía diversos tipos de monedas o equivalentes particulares de dinero. Algunos medios de pago similares a una moneda que se han documentado son: el cacao, los contles, los xiquipiles y cargas. Un contle tenía cuatrocientas almendras; un xiquipil, veinte contles, que son ocho mil almendras; y una carga, tres xiquipiles, o sea veinticuatro mil almendras (Silva, 1979 p. 10).

En la etapa posterior al sometimiento de los pueblos originarios, los conquistadores trajeron el doblón con valor de setecientos maravedíes, el castellano, el ducado y el “dobla”, todas estas monedas surgidas en la metrópoli. Ya en las colonias se crearon el peso de oro, el peso de oro de minas, tomín de oro y real de oro, entre otras variantes. La moneda colonial provenía de México. Eran monedas de plata de diversa y confusa denominación. Las unidades monetarias básicas eran dos: la onza de oro, llamada pelucón o doblón, y el peso fuerte de plata. Era un sistema bimetálico.

Silva (1979) menciona que la primera moneda acuñada data de los tiempos de la coronación de Fernando VII.

En la etapa posterior a la independencia política de las provincias, existió un desorden monetario. En 1824 se alertaba sobre monedas falsas. Entre 1828 y 1834, se decretaron monedas provisionales llamadas prado y cornejo o san martín, con el objetivo de contener el problema de la desmonetización de la economía. En 1840, se admitirían el peso fuerte de Perú, Bolivia y demás republicas del sur.

En 1846, se dio curso legal a la moneda macuquina, conocida como macacos o morlacos. En 1850, se mandó recibir y circular monedas norteamericanas conocidas como águilas.

En 1859, siendo presidente Gerardo Barrios, se intentó la acuñación de monedas de oro y plata similares en peso y ley a las de Guatemala. Además, se forzó la admisión de esas monedas en territorio salvadoreño. Es decir, se utilizó como moneda de curso legal la moneda de otro país.

La acumulación originaria de capital en El Salvador (1864-1897) se materializó con las leyes de privatización de las tierras comunales, ejidos, las leyes contra la vagancia y otras que legalizaban la propiedad privada de la tierra junto a la promoción de la producción de café para la exportación, pilares de la naciente república.

La finca cafetalera, entre otros factores, ante la escasez de moneda fraccionaria para servir como medio de pago, y sin ningún impedimento, creó la ficha de finca. Con ella, los terratenientes pagaban los salarios y vendían bienes de consumo en sus propias tiendas ubicadas en el casco de la hacienda o finca. Tenían valor solo en la finca.

Las fichas más antiguas detectadas son de 1864. Una es redonda, de cobre, mide 23.6 milímetros de diámetro y de sus iniciales se deduce el nombre “Hacienda de Café de Ángel Guirola” (Cabrera, 2018 p. 28).

En 1883, se emitió la primera Ley Monetaria del país en el período de Rafael Zaldívar, denominada “Ley Reglamentaria para la Fabricación y Circulación de la Moneda”. Esta ley contenía tres partes claves. Primero, la creación de la Casa Nacional de la Moneda. La segunda establecía la unidad monetaria de la República, llamada peso fuerte, dividido en cien centavos. Y la tercera, se creó una tabla de equivalencia de monedas extranjeras que tenía circulación en el país.

Las crónicas crisis monetarias debido a la falta de una moneda soberana, de un sistema bancario estable, y a la turbulencia del patrón plata frente al patrón oro dentro del sistema bimetalista utilizado en el comercio internacional, llevó al gobierno a estudiar y luego concertar con diversos sectores de la sociedad la adopción del talón de oro en septiembre de 1892.

El decreto contenía tres artículos: el primero adoptó el talón de oro (patrón oro) bajo la unidad de gramo de 1,6112.903 por un peso. El segundo facultó al gobierno a reglamentar la ley y su entrada en vigor. El tercero derogó todas las leyes anteriores que se opusieran a la ley.

Un mes después, en octubre de 1892, con motivo de los cuatrocientos años del “descubrimiento del nuevo mundo” por Cristóbal Colón, la Asamblea Nacional y el gobierno del general Carlos Ezeta denominaron al peso plata de 25 gramos como “colón”. La casa de la moneda fue mandatada a acuñar los colones. La Ley Monetaria de 1920 confirmó la denominación de la unidad monetaria salvadoreña.

La implementación del patrón oro fue un fracaso. Se debió emitir decretos complementarios, se autorizó la circulación de moneda nikel, billetes representativos de oro de uno a cien pesos. También el gobierno podría acuñar moneda auxiliar al oro, se concederían primas (descuentos) en todo pago que se realizara en oro. Durante seis meses, los mutuos deberían seguirse pagando con la moneda pactada. En caso de que el pago se realizara con oro, debía hacerse según el tipo de cambio vigente. Se otorgaba un año para que los precios se fijaran en moneda de oro nacional. Incluso se volvió a acuñar moneda de plata extranjera para cubrir la demanda de circulante hasta cierto valor.

Entre otros factores, el golpe de estado denominado “La Revolución de los 44”, en 1894, que derrocó al gobierno de los hermanos Ezeta, provocó el punto final al intento de instaurar el talón de oro.

Volvió a operar el sistema de talón de plata, período que se prolongó hasta 1919, siendo la unidad monetaria el peso de plata de 22.1/2 gramos. Los intentos de consolidar la Casa de la Moneda se frustraron cuando el gobierno del general Rafael Antonio Gutiérrez derogó el decreto que prohibía la libre importación de moneda de plata.

También existieron otros episodios de escasez de moneda. En la severa crisis económica entre 1897 y 1898, a falta de numerario, se utilizaron huevos y candelas como sustituto de monedas y billetes, acuñando la expresión: “Por huevos o por candelas” (BCR, 2009).

Entre 1880 y 1934 fue el período de los bancos de emisión de carácter privado. Aunque se emitieron diversas concesiones o se autorizaron bancos de emisión privados, entre 1867 y 1895 solo operaron cinco: el Banco Internacional de El Salvador (1880), Banco Particular de El Salvador (1885), convertido luego en Banco Salvadoreño (1891), Banco Occidental (1889), Banco de Nicaragua (1893), convertido en London Bank of Central América (1896), y Banco Agrícola Comercial (1895) (Silva, 1979 p.53).

En 1919, José Esperanza Suay, ministro de Hacienda y Crédito Público, en un discurso en el paraninfo de la Universidad de El Salvador, explicaba que el patrón plata era volátil, sufría fluctuaciones entre 78 y 260 por ciento de prima. En ese período, el valor del peso [plata] fluctuó entre 27 y 57 centavos oro, de ahí la necesidad de cambiar dicho sistema. Retomó la idea de implantar el talón de oro.

En ese año se creó una Comisión Monetaria que propuso dos decretos, uno que estableciera la base del colón en 386 miligramos de oro y el segundo que pusiera a circular de forma legal el dólar estadounidense. La primera ley constó de ocho artículos. El primero de los artículos reafirmó el colón como unidad monetaria, dividido en cien centavos y representado por 0.836 gramos de oro de 900 milésimos de fino. Las monedas “nikel” y plata serían auxiliares. De esta forma, quedó legalizado el patrón oro. En el segundo artículo se mandató a los bancos a sustituir los billetes plata por billetes oro y se concedió un período para que circularan a razón de un peso [plata] por colón.

El tercer articulo declaró la moneda de plata desmonetizada (sin curso legal). Se obligó a los bancos a pagar una cantidad de oro equivalente a la relación ya establecida de un colón por cada peso billete. Mandó a los bancos a sustituir por oro americano la plata depositada en sus arcas, entregando el gobierno cincuenta centavos oro americano acuñado por cada peso plata.

La segunda ley monetaria declaró la circulación legal de la moneda acuñada de oro de los Estados Unidos de América. El dólar tendría circulación libre y sería obligatorio su recepción en el pago de créditos y negocio de letras de cambio. El dólar se estimó en la relación de dos colones representados por los billetes de banco. Las obligaciones en moneda extranjera se solventarían entregando el equivalente en oro americano o en colones al tipo de cambio vigente en el lugar y la fecha del pago. En términos prácticos, se creó un tipo de cambio fijo anclado al patrón oro, vinculado al dólar americano. Suay (1921) argumentó que esta situación era temporal, que incluía solo el oro acuñado estadounidense (de igual manera el dólar), mientras se acuñaba el colón en cantidad suficiente.

La Ley Monetaria de 1920 fue promulgada en la administración de Rafael Zaldívar. En los primeros artículos definía que la unidad del sistema monetario nacional era 0.836 gramos de oro de 900 milésimos de fino denominada colón, dividida en 100 centavos con sus múltiplos. Las monedas auxiliares serían de plata y de níquel. El articulo 7 daba a las monedas de oro, nacionales y “americanas”, de cualquier valor, poder liberatorio ilimitado, debiendo recibirse en pago con la equivalencia de dos colones por dólar. Por primera vez, era privativa del gobierno la facultad de acuñar moneda, siendo exclusivamente por cuenta y beneficio del Estado.

La ley prohibía el uso de fichas (de finca), vales u otros objetos en sustitución de la moneda; sin embargo, también en 1934 y en 1961, se legisló para prohibirlas, lo que indica la persistencia de su uso en la sociedad rural salvadoreña.

La confusión y los problemas por dejar sin efecto las monedas de plata, para luego validar de nuevo su uso, provocaron protestas, ruidosas manifestaciones al punto de apedrear las casas de los funcionarios de Hacienda. La situación social se desbordó, imponiendo el gobierno el Estado de Sitio. El ministro Suay renunció.

La Ley de Bancos de Emisión obligaba a los bancos privados a garantizar la circulación de billetes en por lo menos un 40 por ciento en oro acuñado y sus depósitos a la vista en un 20 por ciento. En 1929, era evidente la baja en la acuñación de oro en la caja de los bancos. También había disminuido la circulación de billetes, de igual forma los depósitos a la vista. Además, la importación de oro fue menor que el año anterior. En 1930, la situación se agravó (Silva 1979, pp.111-112.).

Se contrató al catedrático francés Gaston Jeze, experto en finanzas, para presentar soluciones al problema financiero del país. En el informe planteó: “Como todo estado moderno, no puede tener prosperidad económica, finanzas publicas sólidas ni tranquilidad social, sino a condición de tener una moneda sana. Sin una moneda sana, no puede haber crédito comercial o agrícola, equilibrio presupuestario ni tranquilidad social” (Silva, 1979, p. 116).

Entre sus recomendaciones estaba la creación de un banco especial encargado de la emisión de la moneda que no fuera propietario del “stock” de oro que garantizara la moneda de papel, sino que dicho “stock” fuera parte del “utilaje nacional”, que perteneciera a la colectividad nacional.

La crisis de bajos precios internacionales del café derivó en crisis económica en el país entre 1897-1898. Demostró la necesidad de un banco central emisor, pero no tuvo el apoyo político para materializarse. Fue hasta la depresión económica mundial, cuando se creó una aguda crisis económica, entre 1929 y 1933, que la propuesta fue retomada.

El abandono del talón de oro establecido en 1919 se dio mediante decreto legislativo de 1931 bajo la administración de Arturo Araujo, quien implantó el “Fondo Intangible de Oro en Custodia” (considerado el precedente de las reservas internacionales netas, el encaje legal y las reservas de liquidez) que eximía a los bancos de la obligación  de cambiar billetes por oro acuñado.

Bajo la administración de Maximiliano Hernández Martínez, en 1932, se emitió la Ley Moratoria, que eximió de nuevo a los bancos de la obligación de cambiar sus billetes por oro acuñado. Ante la crisis de reducción del medio circulante, se reformó la Ley de Banco de Emisión para dar curso legal a los billetes de los bancos privados, concediéndoles poder liberatorio ilimitado. Se fundó además el Banco Hipotecario con un préstamo de dichos bancos.

En 1934, se decidió reorganizar el sistema bancario por medio de un Banco Central, encargado de mantener y resguardar la moneda y el crédito nacional. Por ello se compraron las acciones del Banco Agrícola Comercial y renunciaron los bancos Salvadoreño y Occidental a su potestad de emitir billetes, que llegaba hasta 1950.

El inglés FFJ Powell, formulador del nuevo sistema monetario, dijo en su informe: “Una emisión única y uniforme es parte esencial de un sistema bancario central, y son muy pocos los países modernos que no han adoptado ese principio. No es deseable ni correcto que la responsabilidad de emitir billetes sea encomendada a bancos comerciales particulares” BCR (2009).

Finalmente, se creó el Banco Central de Reserva de El Salvador, asumiendo las funciones de único instituto emisor de moneda. En principio, fue una sociedad anónima privada, concesionaria del Estado, formada por accionistas particulares (bancos establecidos en el país y la asociación cafetalera de El Salvador). El BCR centralizó las reservas de oro, adoptándose el patrón oro y se fijó el tipo de cambio a 2.5 colones por dólar estadounidense. En 1961 fue transformada en una institución autónoma de carácter público con el derecho exclusivo de emisión de especies monetarias con curso legal y poder liberatorio irrestricto para la cancelación de todo tipo de obligaciones en el territorio de la República y en las transacciones del mercado centroamericano (BCR, 2009).

Ya sea como equivalente general de mercancías y medida de valor, como medio de pago, como unidad de transacción, como medio de atesoramiento o incluso como unidad de cuenta, es un elemento crucial para la sociedad, el Estado y la economía. Por ello no deben subestimarse las implicaciones de las funciones de la moneda.


Referencias

BCR (1999). Antecedentes Políticos e Históricos del Banco Central de Reserva de El Salvador. Documento de trabajo BCR. Tomo II.

BCR (2009). Banco Centra de Reserva de El Salvador. 75 años de estabilidad económica. San Salvador.

Cabrera, J.L. (2009). Las controversiales fichas de finca salvadoreñas. Antecedentes, Origen y Final. San Salvador. UTEC.

Flores Macal, M. (1983). Origen, desarrollo y crisis de las formas de dominación en El Salvador. Ed. SECASA. San José Costa Rica 1983.

Luna, D.A. (1986). Manual de Historia Económica de El Salvador. Editorial Universitaria. Colección Tiempo.

Martínez, W.A. (2020). Dolarización. https://www.revistafactum.com/tag/dolarizacion/

Melgar Callejas, J.M (2002). Índice Cronológico de Leyes y Eventos Relacionados con la Moneda y la Banca Salvadoreña. UFG editores. San Salvador.

Menjívar, R. (1980). Acumulación Originaria y Desarrollo del Capitalismo en El Salvador. Colección debate. Ed. EDUCA 1980. Costa Rica.

Silva, J.E. (1979). Estudios de Moneda y Banca de El Salvador. Banco Agrícola Comercial. Colección BAC. Tomo I.

Suay, J. E. (1921). 12 años de labor en el Ramo de Hacienda y de Crédito Público en la República de El Salvador abril 1909- marzo 1921. Tipografía Sánchez y Guise. Guatemala.


*Willian Alirio Martínez es economista. Sus opiniones son a título personal, amparado en el derecho a la libertad de expresión, según el artículo 6 de la Constitución Política de El Salvador del año 1983.

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