"Cierre sus ojos. No tenga pena".
Nayib Bukele, cadena nacional explicando las medidas
adoptadas en la pandemia Covid- 19.
18 de mayo de 2020.
Cuando el señor Bukele cumplió un día más en el poder de lo que permite la Constitución ¹, anunció que ahora se enfocará en la economía. Lo hizo presentando a los salvadoreños como los niños chiquitos de una familia que le tienen a él como padre.
“Nuestro país es como un niño enfermo. Nos toca ahora, a todos, cuidarlo. Nos toca ahora, a todos, tomar un poco de medicina amarga. Nos toca ahora, a todos, sufrir un poco. Nos toca ahora, a todos, tener un poco de dolor”.
El discurso se basaba en que, mientras la primera temporada trató de su lucha (de él) contra las pandillas, en la segunda, la epopeya sería la del crecimiento económico. Pero si ponemos un poco de atención, notaremos que esa película es repetida. Y es natural olvidarlo. En esta serie, los giros narrativos son tantos y tan excitantes, que se nos olvidan aquellas batallas de la temporada anterior en las que el héroe no salió bien parado.
¿Recuerda los primeros días de febrero de 2020? El cinco, apenas unos días antes de que el señor Bukele asaltara a la Asamblea Legislativa con sus tropas militares, presentó al economista venezolano Ricardo Hausmann. Sería el líder de un equipo que diseñaría un plan de desarrollo económico. El doctor Hausmann dijo que su nombramiento era un “privilegio, un honor, y, hasta dirían algunos, una envidia”. La economía de El Salvador finalmente iba a despegar. Seríamos Singapur. Por eso el hashtag fue #DespegueEconómico.
Pero vino el 9F. Luego la pandemia. El privilegio, honor y la envidia que imaginó el profesor Hausmann apenas duraron poco más de lo que duró esa conferencia de prensa.
Cuando El Salvador despertó de la pandemia, el dinosaurio de la pobreza seguía ahí. Y más tiranosaurio que antes. Por eso, en la segunda mitad de 2021 se volvió a ofrecer el camino a la prosperidad. La nueva panacea era algo mas cool que un boomer de Harvard: Bitcoin is here, baby!
Se aprobó la ley. Y en esos emocionantes capítulos, el bitcóin contagió de su intangibilidad a millones de dólares de sus impuestos (estos sí, de usted) y del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE). Hubo hasta una fiesta de extranjeros (y algunos colados locales) en las arenas de Mizata. Cerró con «El Hombre» bajando de un platillo volador. El concierto incluyó unas diapositivas de algo que dieron en llamar “Los Bonos Volcán” (y que a la fecha nadie sabe qué es), y la imagen de una inmensa ciudad circular e iluminada que pronto veríamos construida sobre los aún polvos de La Unión. Fue hermoso.
Cuando la fiesta pasó, no se permitió que la goma hiciera en los salvadoreños su fea costumbre de mostrar la realidad. La pobreza y falta de crecimiento seguían ahí, y amenazaban con agravarse tras un fantasma que recorría al mundo: la inflación.
Era marzo de 2022. Como si nada hubiera pasado antes, se dijo que ahora sí se enfrentaría el problema económico. Se aprobaron leyes con medidas económicas, incluyendo la de bajar aranceles que no existían. Se lanzaron a la calle a muchos inspectores de la Defensoría del Consumidor, escoltados por aún más fotógrafos. El clímax de esos episodios fue la detención de un empresario del transporte público y la confiscación de su negocio. El hashtag fue: #11MedidasAnteLaInflación.
Pero luego vino una masacre. Y con ella otra: el régimen de excepción. Don’t look up! Ya no había que ver hacia la economía. Los episodios siguientes serían sobre la seguridad. Pero, como dijo la Cocolina²:
“[El hambre] es un gran chucho con rabia en el estómago que tira mordidas por todos los güesos diadentro, y los hígados y los ñervos”.
Por eso, en la gala del lanzamiento de la segunda temporada se anunció que ahora sí (¡pero ahora sí, de veritas!) se arreglaría la economía.
Hay un plan³. A medida que ocurre algo, se anuncia como una fase del mismo. En julio, cuando nuevamente se eliminaron los aranceles que no existían, se dijo que eso era parte de la fase uno. Luego una empresa invitó al señor Bukele a la inauguración de un data center. Dijo que eso era parte de la fase dos. Y así.
Mientras tanto, detrás del humo, El Salvador es el país centroamericano que menos inversión extranjera directa ha captado⁴. Las inversiones, las de verdad, no llegan. Y el chucho con rabia en el estómago sigue ahí.
Ya pasaron (si es que existieron) los días de boomers de Harvard o rebeldes Bitcoin. Hoy lo trending es: Hacia afuera, dejar de tuitear contra el Fondo Monetario Internacional (FMI) y sentarse con los hombres de negro; hacia adentro, ofrecer milagros.
Hace unos días, el señor Bukele bajó de la nube una revelación a los salvadoreños. Tuiteó⁵:
“Nuestra próxima meta es que el mundo vea a El Salvador más por su milagro económico que por su milagro en seguridad. Tomará algunos años, pero estamos en el camino correcto. Gracias a Dios”.
El señor Bukele conoce a su ganado.
En la más reciente encuesta del Centro de Estudios Ciudadanos (CEC), de la Universidad Francisco Gavidia⁶ se preguntó a los entrevistados si les alcanza su presupuesto familiar para cubrir sus necesidades. El 73.1 % se distribuyó entre quienes no les alcanza, o les resulta muy ajustado. A pesar de ello, el 58.2 % respondió que ve el futuro del país con optimismo.
El CEC no tuvo empacho en titular la encuesta con una cruda realidad: La gente tiene fe… Aunque le falten $254.60 para llegar a fin de mes.
Aristóteles decía que el hombre es un animal racional. Pues el salvadoreño es un animal de fe; y la familia Bukele lo sabe. Por eso lo que le ofrece es un milagro. Saben que para que este «olancho» crezca, así como está de dictadura bananera sin bananas, en efecto, lo que necesita es un milagro.
El Nobel de Economía se encargó de recordárnoslo.
Estocolmo anunció que este año entregará el galardón a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson. Se les reconocerá por sus investigaciones sobre porqué unos países son ricos y otros no. Luego de treinta años de investigaciones han concluido que la prosperidad no florece en sociedades con instituciones políticas y económicas extractivas.
Uno de los premiados, Robinson, nos tradujo eso en una charla que presentó en El Salvador en 2021. Nos dijo que El Salvador era un país pobre porque en su historia las instituciones políticas habían sido autoritarias. De un sistema político así, lo que surge es una economía extractiva. Y ese capitalismo de cheros no conduce a la prosperidad.
En clave de fe, lo que James Robinson nos dijo fue: El sembrador salió a sembrar. Si la semilla cae entre los espinos de un sistema político caracterizado por la concentración del poder, la falta de independencia judicial y violaciones a los Derechos Humanos, los espinos ahogarán cualquier intento de crecimiento económico. La buena tierra en que puede emerger de manera estable la prosperidad es donde hay separación de poderes, Estado de Derecho, y respeto a los derechos humanos.
El que tenga oídos que oiga. Y el que no, pues no.
¹ Constitución de El Salvador, Artículo 154: “El período presidencial será de cinco años y comenzará y terminará el día primero de junio, sin que la persona que haya ejercido la Presidencia pueda continuar en sus funciones ni un día más”.
² Salarrué, “El cuento de lo que quiero y no quiero, las magiconerías, y otras tonteras” en Cuentos de Cipotes (Editorial Universitaria, 1961).
³ Mentira.
⁴ Sandro Zolezzi, ‘Inversión Extranjera Directa y Remesas en el 2023’, consultado el 24 de octubre de 2024.
⁵ Buk. 6, 4-5.
⁶ Disruptiva, ‘Primera Encuesta Rumbo País 2024’, (10 de octubre 2024), consultado el 22 de octubre de 2024.
⁷ ANEP, ‘Enade 2021’, consultado el 22 de octubre de 2024.
*Daniel Olmedo es abogado salvadoreño. Máster en Derechos Fundamentales por la Universidad Carlos III de Madrid. Ha trabajado en gremiales empresariales, firmas de abogados y en la Sala de lo Constitucional. Fue profesor de Derecho Constitucional, Derecho Administrativo y Derecho de Competencia. Ha sido directivo del Centro de Estudios Jurídicos y del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional-Sección El Salvador. Escribió el capítulo La Constitución Económica en la obra conjunta Teoría de la Constitución, editada por la Corte Suprema de Justicia.
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