Cómplices del horror

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¿Puede un hashtag en redes sociales devolverle la vida a un inocente? 

La muerte de Juan Saúl Castillo, el joven albañil que falleció tras ser liberado en un estado deplorable luego de casi dos años de detención bajo el régimen de excepción, es una llaga abierta en la conciencia de El Salvador. 

Su historia, documentada por El Diario de Hoy, no solo es un crudo recordatorio de la injusticia y el abuso de poder que se han normalizado bajo el mandato de Nayib Bukele, sino también un espejo aterrador de la sociedad salvadoreña, una sociedad que parece haberse acostumbrado al horror y a la muerte como parte del paisaje cotidiano.

“Era solo el esqueleto de Juan”, dijo la madre de Juan Castillo cuando finalmente pudo hablar, cuando ya no había nada que perder. 

Juan Castillo era un albañil que incluso participó en la construcción de proyectos gubernamentales. Fue detenido sin explicaciones el 31 de octubre de 2022. Privado de su libertad y de su salud, fue entregado a su familia como un despojo humano para morir en silencio. 

Una liberación que, además, sirve como aceptación manifiesta de que en realidad era un inocente.  

Pero la respuesta de la sociedad ha sido desgarradoramente congruente: un murmullo de indignación que se apaga con rapidez, un hashtag en las redes sociales que se diluye en el mar de información, una noticia que pronto será reemplazada por otra. 

Una tragedia que se reemplazará con otra tragedia.  

La normalización del horror es un proceso perverso y gradual. Comienza con la justificación de la violencia en nombre de la seguridad, con la deshumanización del supuesto enemigo, con la aceptación de que hay vidas que valen menos que otras. 

Continúa con la indiferencia ante el sufrimiento del que consideramos distinto, con la ceguera voluntaria ante las violaciones sistemáticas, con el silencio cómplice ante la injusticia.

El régimen de excepción, entendamoslo, no es una estrategia de seguridad; es un salvaje mecanismo de control social. Y ha sido un acto criminal para miles.

Juan Castillo es solo la punta del iceberg. Cientos de personas han muerto en las cárceles salvadoreñas bajo el régimen de excepción. Las denuncias de torturas, tratos inhumanos y negligencia médica se acumulan. 

La verdad se oculta tras un manto de opacidad y propaganda. Las revelaciones periodísticas continúan, gota a gota, mostrando una realidad mucho más compleja que contrasta con la mentira de que somos el país más seguro del mundo. Pero la sociedad, anestesiada por el discurso oficial, mira hacia otro lado.

La normalización del horror es un cáncer que corroe el alma de una nación. De la ciudadanía depende permitir que se siga extendiendo o no. Es hora de despertar, de alzar la voz, de exigir justicia para Juan Castillo y para todas las víctimas del régimen de excepción. Es hora de recuperar la empatía, la solidaridad, la indignación. 

O, en el peor de los casos, es la hora de saber con certeza que eso también le puede pasar a cualquiera en este país. 

La muerte de Juan Castillo nos interpela como sociedad. ¿Hasta cuándo vamos a seguir tolerando la barbarie? ¿Hasta cuándo vamos a seguir siendo cómplices del horror? 


Foto/Lissette Lemus

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