La playa del emperador

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A veces, los símbolos dicen más que los discursos. Y pocos símbolos son tan elocuentes como este: un presidente que, mientras promete medicina amarga para todo un país y se vende como el salvador, se asegura su propio paraíso privado.

Un presidente que compra su propio pedazo de playa. Un presidente que se vendió como el Robin Hood digital, pero que termina acumulando tierras como añejo oligarca. Como aquellos que tanto criticó pero de los que ya es imposible diferenciarlo.

Redacción Regional y Malayerba revelaron que Bukele y su esposa compraron un terreno en la playa, de un millón de dólares, que es parte del Área Natural Protegida de Los Cóbanos.

No es el primer terreno. Tampoco el más caro. Pero sí el más simbólico. Porque mientras la salud pública se desmorona, mientras cierran clínicas y desaparecen escuelas rurales, mientras la canasta básica aumenta, el presidente compra su retiro playero.

Con acceso directo al mar.

La narrativa que tanto le gusta al oficialismo ha querido instalar en la población un pensamiento recurrente: que Bukele era inmensamente rico antes de ser funcionario público. Que era un empresario exitoso sin necesidades económicas.

Pero como todo en el universo de fantasía que rodea al presidente, esa información es difícil de comprobar. Sin embargo, la información oficial disponible, que El Salvador conoce gracias al periodismo de investigación, no solo cuestiona esa versión sino que añade muchas preguntas sobre el patrimonio presidencial.

La última declaración patrimonial conocida de Bukele fue de 2019, antes de asumir la presidencia. Entonces declaró un patrimonio de poco más de dos millones de dólares, entre activos y propiedades.

Lo interesante es que las compras inmobiliarias del presidente y su grupo familiar, como las fincas cafetaleras, los edificios en el centro histórico de San Salvador y el terreno en la playa El Flor, se hicieron entre 2019 y 2023, es decir, cuando Bukele ya era presidente.

El nuevo patrimonio presidencial, gracias a su reciente boom inmobiliario, supera con creces al patrimonio que Bukele reportó al inicio de su mandato. Y eso es la punta del iceberg, eso es lo único que de momento sabemos.

¿De qué vive el presidente más cool del mundo? ¿Cómo consiguió convertirse en un magnate en estos seis años? ¿De verdad estamos cómodos ignorando cómo se hacen ricos nuestros gobernantes? Y la más importante: ¿por qué el presidente de El Salvador oculta su patrimonio a los salvadoreños?

La historia de la playa de Bukele no es solo un escándalo inmobiliario. Invita a reflexionar, incluso a sus más fieles seguidores, si también habrían estado dispuestos a tolerar con sumisión que expresidentes como Saca, Funes o Sánchez Cerén hubieran tomado terrenos que son parte de áreas naturales protegidas para anexarlos a su patrimonio personal.

Esta revelación es una prueba más de cómo la opacidad se ha normalizado. De cómo el Estado ha sido reemplazado por una empresa familiar con escudo nacional. Y de cómo los que alguna vez pidieron cuentas ahora claman por silencio.

Esta es la playa del emperador. Y el mar nos lo está quitando a todos.

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