Historias similares

Érase una vez, dos presidentes que tenían historias muy similares. Ellos creían que tenían sus reinos, pero los reinos no eran de ellos, los reinos —esos países tan lindos— son del pueblo, pero sus egocentrismos les hacían creer que les pertenecían.

Larga es la lista de las similitudes entre esos dos presidentes:

  • Ambos ganaron las elecciones presentando como su mayor cualidad la de ser de fuera del sistema, prometiendo cambiarlo, terminar con todos los males del pasado.
  • Proyectaban una imagen nueva, diferente a los mismos de siempre, se presentaron como personas que venían de la empresa privada, por tanto —dicen ellos— más eficientes.
  • Iniciaron sus gobiernos con algunos signos positivos, pero muy pronto volvieron a más de lo mismo; aunque, para ser justos, a más de lo mismo pero aumentado.
  • Pero además de más de lo mismo, y con los mismos de siempre, desplegaban actitudes y realizaban acciones que iban mucho más allá de las que hacían los mismos de siempre, acciones mucho más peligrosas que las de antes: corrupción, nepotismo, tráfico de influencias, irrespeto al orden constitucional y a la democracia. Establecieron como la columna vertical de sus gobiernos su figura —la figura del presidente omnipotente—, y como las razones principales de sus estados, sus intereses personales y políticos.
  • Favorecían a ciertos grupos, generalmente de su círculo íntimo o grupos económicos que los seguían apoyando, por medio de prácticas no correctas. Corruptas.
  • Confrontaban casi con todos los que no les eran serviles. Los más importantes eran la prensa, sus aliados internacionales y otros poderes civiles. Se quedaron cada vez más aislados.
  • La población sufría, pues los resultados de sus gobiernos eran pocos. El cambio no llegaba; lo que si llegaba eran otras crisis —ambientales o de salud— y las respuestas de sus gobiernos eran deficientes.
  • La institucionalidad de los estados y sus principios básicos sufrían. Muchos temían por la democracia, por el estado de derecho, por la paz. Llegaron incluso a darse hechos de violencia provocados por los presidentes.
  • Esas ofensas cada vez más graves al electorado que los eligió hacían que esas mismas personas empezaran a cuestionarlos, aunque los presidentes mantenían siempre una base sólida de apoyo.
  • Para mantenerse en el poder acudían cada vez más, ocupando la fuerza del estado, a deformar la realidad por medio de las mentiras, la publicidad estatal y las noticias falsas.

El presidente Donald Trump terminó muy mal su periodo presidencial. ¡Cayó el rey! Perdió las elecciones. Por primera vez en varias décadas, un presidente no fue reelegido en Estados Unidos. Su partido, el Republicano, perdió ambas cámaras. Trump fue llevado a la justicia. El país terminó muy dividido. La mayoría de la población teme que la democracia, el orden constitucional, la ley y el orden estén en peligro. La población continúa sufriendo pobreza; las crisis de salud y ambientales golpean muy fuerte; y la economía no se recupera para las mayorías.

No podemos todavía contar el final del otro presidente. Todavía está a mediados de su periodo. Desgraciadamente, continúa los pasos de Trump. No aprende. Esperamos, aunque con muy poca fe, que corrija rumbo. No porque le va a ir mal a él y a sus seguidores y partido, eso no preocupa. La razón de nuestra preocupación es el país, su democracia y sus instituciones; pero, sobre todo, su gente. Faltan todavía tres años de este gobierno. Si seguimos así, el daño será mucho. Para evitar eso nos corresponde ocupar los derechos de la libertad de expresión, de activismo político, del voto, y hacerlo unidos. El peligro es muy serio. No podemos continuar divididos o callados, y, peor aún, apoyando de cualquier forma al presidente, su gobierno, su partido y aliados.


*Mauricio Silva ha trabajado por más de 40 años en administración pública. Ha sido director y gerente de varias instituciones en El Salvador y experto en el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.

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