Infierno, quema, enemigo: el discurso político

Luchamos, luchamos como el infierno; y si no luchas como el infierno, ya no tendrás un país”. Esas fueron las palabras de un presidente que pretendía detener un proceso democrático que no le era favorable. Incitar a las masas instruidas en la sumisión para que rompieran los muros emblemáticos de la democracia: el capitolio. Esas fueron las palabras de Trump el 6 de enero de este año 2021. Pero pudieron ser las palabras del mismo Hitler durante su ascenso a la omnipotencia de su Alemania nazi. El führer o Adolfo, como su amante Eva Brown solía llamarlo, escribió en septiembre de 1919: “Su poder es el poder del dinero que acumula tan fácil e interminablemente en la forma de interés y con el cual impone un yugo a la nación, yugo que es el más pernicioso ya que su brillo oculta sus terribles consecuencias. Todo lo que hace luchar a un pueblo por cosas más grandes, sea religión, socialismo o democracia, sirve al judío meramente para la satisfacción de su avaricia y sed de poder”.

Eran los inicios de su incisivo ataque dirigido hacia un grupo poblacional de su país al cual identificaba como la causa de todos los males de ese mismo país. Estos ataques terminaron produciendo uno de los más grandes genocidios en la historia de nuestra humanidad. Pero, sin irnos muy lejos, estrategias similares están siendo utilizadas por políticos locales, aunque pretendiendo no ser políticos. En febrero del 2020 y ante los gobernadores del BID, nuestro presidente dijo: “Si ustedes vivieran un día en El Salvador, créanme que quemarían a todos los políticos juntos”. Días después, durante un discurso ante los nuevos policías, repitió sus ataques hacia su enemigo imaginario diciendo: “Lamentablemente, los políticos están más preocupados por proteger criminales, por financiar criminales, por proteger narcotraficantes, que por proteger a quienes los que nos protegen”.

Hace unas semanas, el expresidente Donald Trump sumó su segundo proceso de impugnación (impeachment) impulsado por congresistas y senadores demócratas y algunos republicanos. Este proceso asume que el discurso incendiario, continuo y progresivo de Trump contra el proceso democrático electoral llevó a la insurrección popular del 6 de enero y a la muerte de cinco personas, incluido un policía del Capitolio.

Todavía no sabemos cuál será el resultado de este juicio político. Diferentes variables que incluyen líneas partidistas influirán en su resultado. Pero lo cierto es que los discursos incendiarios siempre terminan con daños y lesiones irreparables. Las dos muertes de los miembros del partido FMLN en días pasados a manos de unos matones del Ministerio de Salud denotan con seguridad la “quema de los políticos”.

Según la Enciclopedia Blackwell del Pensamiento Político, la política es “un proceso por el que un grupo de personas, cuyas opiniones o intereses son inicialmente divergentes, llegan a decisiones colectivas que se consideran generalmente vinculantes para el grupo y se aplican como política común”. La política es percepción. La percepción de los individuos es moldeada en el ámbito político a través de la comunicación. En términos simples, comunicación implica la transferencia de información. Los tres elementos principales de la comunicación política son: ideología, propaganda y persuasión. Ideas, propagación y convencimiento con fines políticos, eso implícitamente incluyen los discursos políticos. La idea es convencer para unificar con el fin de construir. El problema surge cuando el político carece de esas ideas para poder transmitir y convencer.

Una de las primeras impresiones personales que yo tuve del candidato Trump fue su discurso ausente de ideas, pero relleno de adjetivos atractivos, como “hermoso”, “hagamos a América grande de nuevo”, solía decir. Un discurso claramente dirigido al sector de ciudadanos de raza blanca, con limitada educación y residentes del área rural. Un discurso sin ideas, pero con claros mensajes divisorios, y negativos para con los grupos de población no blancos y urbanos. Un discurso con el simple propósito de dividir y destruir. Una de las primeras impresiones de los candidatos de algunos partidos políticos de nuestro país es similar. Sus discursos políticos no intentan unificar, sino dividir; no intentan construir, sino destruir. Hitler destruyó Alemania. Trump profanó y debilitó una de las democracias más fuertes del mundo. ¿Qué nos espera a nosotros?


*Alfonso Rosales es médico epidemiólogo, especialista en medicina tropical y miembro de la American Public Health Association (APHA).

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