Giammattei, un exjefe de cárceles que Guatemala eligió como presidente

Hace más de diez años, Alejandro Giammattei fue el director del Sistema Penitenciario guatemalteco. Muy conocido en su país: su administración se vio manchada por ejecuciones extrajudiciales de reos dentro de las cárceles. Aunque Giammattei resultó absuelto de los cargos que le imputaron. Tras 20 años de intentarlo, una carambola de sucesos electorales lo hizo llegar ahora a la Presidencia de Guatemala.

Foto cortesía de No Ficción/Dafne Pérez


Alejandro Giammattei Falla, el presidente electo de Guatemala, parece que ha estado ahí desde siempre. Una sombra electoral, aparentemente anodina, a la que le han acompañado resultados poco relevantes. Su apellido es sinónimo de elecciones: lo ha intentado demasiadas veces. Desde hace 20 años, su nombre y su rostro han aparecido en las boletas electorales cada cuatro años: dos veces postulado como alcalde de la Ciudad de Guatemala (1999 y 2003) y cuatro veces como candidato a la Presidencia (2007, 2011, 2015 y 2019).

Es casi parte de un imaginario colectivo. Regresa siempre adoptado por un partido diferente. Y esta última vez, obstinado, por fin lo ha conseguido con un partido creado alrededor de su figura. Circunstancialmente lo ha conseguido. Más de una década después de su paso como director del Sistema Penitenciario es recordado sobre todo por ser acusado de ejecuciones extrajudiciales de reos de las cuales terminó absuelto.

Ha sido electo presidente no por una simpatía natural o por la estructura del partido que representa (Vamos, la sexta organización en su carrera con apenas tres años de formación), tampoco por su propuesta política, y, quizás, su personalidad no haya sido un aspecto determinante.

El contexto, su historia, la no inscripción de dos candidatas importantes (Zury Ríos, del partido Valor, con prohibición constitucional por ser hija del dictador Efraín Ríos Montt; y Thelma Aldana, la exfiscal general postulada por Semilla que no obtuvo su finiquito), aunado al antivoto y pragmatismo de la derecha conservadora de Guatemala, configuraron el camino para que Giammattei alcanzara  la Presidencia.

El exjefe de las prisiones que más tarde fue uno de los primeros residentes de la cárcel militar Mariscal Zavala, hoy centro de detención de numerosos integrantes de la clase política, triunfó luego de un intrincado proceso de eliminación de contrincantes.

“Mire lo que me han hecho en todo este tiempo. Me han acusado injustamente en los tribunales. He estado en la cárcel durante diez meses. He tenido que estar en un hospital. Ha sido una lucha constante de doce años”, decía ya como presidente electo, caminando ataviado con sus muletas, un Giammattei rodeado de un enjambre de cámaras y micrófonos, en busca de la entrada al centro de cómputo del Tribunal Supremo Electoral (TSE) donde le esperaban los últimos resultados de la segunda ronda para la elección de presidente de Guatemala.

A esa hora, cerca de las 10 de la noche del domingo 11 de agosto de 2019, con el 95 por ciento de mesas electorales contabilizadas, las pantallas de resultados le otorgaban 1 millón 857 mil votos a favor, más de 17 puntos porcentuales por encima de su contrincante, Sandra Torres, del partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), que intentaba la Presidencia por segunda ocasión. El abstencionismo, con un padrón de casi 8 millones de personas, fue cercano a los 5 millones de votantes.

Giammattei, durante todo el día, lanzó frases al aire como candidato. “No seré un mandatario, sino un servidor para el pueblo”, y entonces avanzaba entre los periodistas, de una conferencia de prensa a otra. “Hay que bajar las banderas e ideologías y centrarnos únicamente en la lucha de una Guatemala diferente”, decía, intentando no tropezar. “Acabaremos con la corrupción”, repetía.

Si se le cuestionaba sobre “la suerte” de haber llegado a la segunda vuelta electoral como candidato, se enfocaba en responder que se debía a largos años de lucha, de insistir e insistir, de tener una actitud perseverante. De lograr tener una cuarta oportunidad para ir por la presidencia.

Giammattei llegó a celebrar la victoria con varios cientos de seguidores a la sede de su partido, en una tarima instalada sobre una calle en la zona 9. Foto cortesía de No Ficción/Dafne Pérez.

Giammattei en su circunstancia

“Giammattei no debería haber llegado hasta acá —dice el sociólogo y analista político Gustavo Berganza—, es producto de una serie de eventos que le beneficiaron”. Como candidato, le antecede una historia de derrotas, de acusaciones y también de redenciones. De poco caudal electoral. De representar una fuerza conservadora, capaz de unirse ante la elaboración de enemigos en común cuando lo piensan necesario. En este caso en concreto, necesitó de su contrincante, Sandra Torres, o, en todo caso, de la antipatía que Torres pudo generar. Los análisis confluyen en que sin Sandra Torres Giammattei nunca hubiera alcanzado el poder.

El analista José Carlos Sanabria intuye que Guatemala vive una paradoja dentro del seno de su sistema de partidos políticos. “¿Cómo es posible entender que la mejor estructura partidaria que hemos tenido en los últimos años, la UNE, pierda la Presidencia?”, cuestiona. Un partido, en efecto, con 106 alcaldes electos de 340 municipios. Un partido con 52 diputados para el nuevo Congreso de la República de Guatemala. Un partido así debería tener suficiente control territorial para elegir un presidente.

Pero no. La UNE no creció. Tras las últimas elecciones presidenciales, su intención de voto se mantuvo dentro de una cifra similar. Cuando Sandra Torres se lanzó como candidata a la Presidencia por primera vez en 2015, obtuvo un segundo lugar contra Jimmy Morales al recibir 1 millón 261 mil 607 votos.

En 2011, cuando Torres no pudo participar por la Presidencia debido a que la Corte de Constitucionalidad la consideró como familiar del entonces presidente Álvaro Colom, pese a divorciarse meses antes del mandatario, y por tanto con prohibición constitucional, ella apeló ante los magistrados indicando que “1 millón 300 mil votos exigían que fuera candidata”. Esa cifra, tan específica, correspondía al número de personas beneficiadas por los programas sociales que ella implementó cuando fue primera dama durante el gobierno de la UNE (2008-2012).

Y es casi el mismo número con el que vuelve a perder. Esta vez contra Giammattei.

“No hay más”, dice Ricardo Barrientos, analista del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi). “Ese es el caudal máximo de la UNE. Su falla ha sido la de buscar alianzas en busca de aparentar lo que no es. Intentar incorporar grandes empresarios dentro de sus filas y obviar alianzas con partidos de izquierda. Porque, en esencia, el voto urbano ha estigmatizado a la UNE como un partido socialdemócrata y a Sandra Torres la ven como socialista”, añade.

Y otro factor, como describe Sanabria, radica en la articulación de una derecha conservadora. Una derecha que se articula pragmáticamente. “Que es un caudal que en la primera vuelta estaba dividido. Que fue un voto repartido entre varios partidos como Humanista, Creo, PAN-Podemos, Viva… y que en segunda vuelta se articuló en Vamos”. Y Giammattei resultó ganador.

La antipatía que generó la candidatura de Sandra Torres en la recta final fue otro elemento que ayudó a la elección de Alejandro Giammattei. Foto cortesía de No Ficción/Dafne Pérez.

Otro acontecimiento fue la salida de algunas candidaturas que estaban estadísticamente encima de Alejandro Giammattei. Según los expertos, el presidente electo estaba destinado a repetir su historia otra vez. Es decir, perder. Quedar en las sombras de las elecciones. Pero algo sucedió.

Berganza dice que “en un proceso normal, sin judicialización de la política, el panorama hubiera sido distinto”. Sin embargo, la Corte de Constitucionalidad decidió invalidar las inscripciones de la exfiscal general Thelma Aldana, por el partido Semilla, y de Zury Rios, por Valor, ambas candidatas a la Presidencia en el proceso electoral de 2019. “Con ellas fuera de la contienda, quizá de forma natural, quizás por sus múltiples intentos de buscar el poder y estar presente en el electorado, el que ascendió fue Alejandro Giammattei”, dice Berganza.

El triunfo de Vamos deja una sensación de resabio artificial.

Un electorado que, sin más opción, buscó entre las propuestas y decidió que un médico de 63 años, con cierta cercanía laboral al expresidente fallecido Álvaro Arzú, que trabajó en la municipalidad de Guatemala a cargo de la Empresa de Agua (EMPAGUA), que fue jefe de microcréditos en el desaparecido Bancafé, que estuvo acusado de ejecuciones extrajudiciales como jefe de presidios durante el gobierno de la GANA (2004-2008), absuelto después de 10 meses en prisión, y candidato permanente durante 20 años, podía ser presidente de Guatemala.

El retorno de antiguos poderes

A cada paso de la jornada de la segunda vuelta electoral, a Giammattei le acompañaron dos de sus hombres de confianza: El excandidato a alcalde de Vamos Pedro Brolo Vila, anunciado como el nuevo ministro de Relaciones Exteriores a partir de enero de 2020; y el vicepresidente electo Guillermo Castillo Reyes, un abogado originario de Huehuetenango, exdirectivo del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala (CANG), que fue viceministro de Trabajo durante el mismo gobierno de la GANA que contrató a Giammattei como responsable de las cárceles del país. En ellos ha recaído, como informan fuentes del partido, la coordinación de la transición de mandato, que durará cerca de cinco meses.

Es decir, según los analistas consultados, es el regreso de algunas estructuras políticas relacionadas al expresidente Óscar Berger.

Y según una investigación de El Periódico, se trata del retorno a ciertas organizaciones y fraternidades que se encargaban de la seguridad del Estado: “Cercanos al candidato se encuentran varios militares en situación de retiro, entre ellos los hermanos Dedet Casprowitz, uno de ellos es Camilo, quien trabajó como asesor del Ministerio de Gobernación con los gobiernos de Otto Pérez y Jimmy Morales”.

Camilo Dedet fue elegido como diputado al Parlamento Centroamericano (Parlacen) en la casilla uno el pasado 16 de junio de 2019.

Roy Stuardo, otro de los hermanos, como continúa la investigación de El Periódico, “fungió como encargado de compras del Estado Mayor Presidencial durante el gobierno de Álvaro Arzú y también fue jefe del departamento administrativo (G-4) del Estado Mayor Presidencial del expresidente Alfonso Portillo”.

Roy Dedet, como señalan algunas fuentes dentro de Vamos, es parte del equipo de campaña de Giammattei.

Dentro de las candidaturas de Vamos, para la segunda casilla del listado de distrito central también figuró Luis Enrique Ortega Arana, hijo del general Francisco Ortega Menaldo, exjefe del Estado Mayor Presidencial durante el gobierno de Arzú (1996-2000).

Los simpatizantes del partido Vamos agitaron banderas y lanzaron fuegos artificiales para celebrar la victoria de su candidato. Foto cortesía de No Ficción/Dafne Pérez.

Transitar entre presidentes

Giammattei, en su romería por distintos medios de comunicación dentro del centro de cómputo del TSE este domingo 11 de agosto, anunció que el traspaso de poder no será algo improvisado. “Nos interesa hablar con el presidente Jimmy Morales. Nos interesa ver qué ha hecho, y si hay que mejorar algunos proyectos o en definitiva cambiarlos desde cero”, explicaba en una entrevista a Guatevisión.

El vicepresidente electo, Castillo Reyes, cuestionado sobre cómo lograr la transición de gobierno, hablaba de entablar diálogos con el actual pleno de diputados en el Congreso de la República. “Abandonar las diferencias y buscar la aprobación de un adecuado presupuesto”, decía.

—¿Significa hablar con la bancada de oposición, la UNE?

—Sí. No hay que ver enemigos, sino aliados.

—¿Y es posible llevarlo a cabo si Vamos todavía no tiene un solo diputado?

—En la transición tendremos tiempo, tiempo de hablar con ellos  —indicaba brevemente el vicepresidente electo.

El Presupuesto General de Ingresos y Egresos del Estado para el ejercicio fiscal 2019 corresponde a un monto de 87 mil 715 millones de quetzales. El Ejecutivo de Jimmy Morales debe enviar una propuesta presupuestaria para el año 2020 a principios de septiembre. Y el Congreso tendrá hasta noviembre de este año para discutirlo y aprobarlo. Es decir, dos meses antes de que asuma el nuevo gobierno de Alejandro Giammattei, además de la dificultad de no contar con diputados para negociar un adecuado presupuesto.

El gobierno de Vamos podría tener un primer año complicado de quedar desfinanciado para lo que propone.

El plan de gobierno de Vamos es un libro de 222 páginas que algunos miembros del partido cargan bajo el brazo, a manera de predicadores. No obstante, Giammattei no suele mencionarlo demasiado. Se llama Plan Nacional de Innovación y Desarrollo 2020-2023 y se fundamenta en cinco pilares: 1) Economía, competitividad y prosperidad; 2) Desarrollo social; 3) Gobernabilidad y seguridad en desarrollo; 4) Estado transparente y responsable; y 5) Relaciones con el mundo. El partido Vamos habla de inversión en Pymes, resolver la conflictividad social en torno a megaproyectos, mantener diálogos con los pueblos originarios y buscar formas de analizar las migraciones.

En la agenda política del Congreso, además, se encuentra la elección de magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y Salas de Apelaciones, una decisión que recae en última instancia en el Legislativo y que requerirá una negociación política previa a la toma de posesión de Vamos. Un debate en donde el perdedor partido UNE aún tiene un peso importante con la segunda bancada del Congreso y donde la oficialista de FCN-Nación tiene muchos intereses y nada que perder frente a la ciudadanía.

“No vamos a fallar. No podemos fallar”, repetía Giammattei en cada oportunidad ante sus simpatizantes. Así durante todo el día.

La gente lo observaba. Había aplausos. Felicitaciones. Luces de cámaras. Selfies, saludos. Abrazos, besos y manos estrechadas. (También los reporteros, asfixiando) cada vez que Giammattei daba un paso, ocurría lo mismo. Y de vez en cuando, entre los saludos y la algarabía, era inevitable que alguno de los ciudadanos exclamara: “Voté por usted, pero no nos falle”.


*Este reportaje fue publicado originalmente por No Ficción y se reproduce con autorización como parte de la Red de Investigación Periodística de Centroamérica.

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